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VÍCTOR J. HDEZ. BRU
Domingo, 9 de noviembre 2008, 03:05
Es su cruda verdad, su realidad más absoluta, su sino esta temporada. La buena imagen ofrecida ante Ademar León y el triunfo casero frente a JD Arrate habían ofrecido un lugar para la esperanza, pero lo cierto es que Keymare lo va a tener muy complicado, este año, siquiera para luchar por la permanencia. Y no será porque su técnico no tiene una fe ciega en que, como dirían en los Estados Unidos en época electoral, 'Yes, we can' -sí, nosotros podemos- ni porque el equipo no sea una piña que le secunda en todos y cada uno de sus actos de fe, derrochando casta, espíritu, sacrificio y lucha, sino porque Asobal no es la mejor liga del mundo por casualidad y para sobrevivir en ella, hace falta algo más que todo eso. Keymare Almería decidió, este verano, recuperar en los despachos la plaza que había perdido en la pista, a pesar de que la Asobal se lo propuso muy tarde y de que el club de Antonio Miras no tenía recursos para 'armar' un equipo con garantías. Ahora, tras perder en casa por siete goles ante un rival que se supone directo y que además llegaba con bajas muy importantes, al igual que un Keymare que echó de menos a su central Tioumentsev y a su lateral Ruesga, lo más que se puede decir es que su plantilla está formada por excelentes profesionales que pelean de principio a fin. Pero eso, precisamente el fin, es lo que empieza a asomar las 'orejas' cuando esto apenas acaba de comenzar. Atonía, temor y fe El primer tiempo tuvo, ayer, un poco de todo, pasando de un arranque gris oscuro y tedioso, con ataques perdidos y defensas aburridas, a la temprana supremacía de los visitantes, para desembocar en los mejores minutos del choque para el cuadro local, que se fue al descanso con un sabor absolutamente dulce, pese a que sólo había logrado empatar. Los primeros minutos del encuentro ofrecieron, sobre el parqué del Florido, un juego pausado, con poca imaginación y muy mermado de movimiento en los ataques. Ambos equipos sucedieron en el marcador los empates, con un ritmo lento y cansino y comodidad para ambas defensas. Antes del primer cuarto de hora, Torrevieja tuvo su primera ventaja más o menos significativa, con dos arriba (4-6), conseguida además en buena parte de su primera inferioridad numérica. Los almerienses defendían, pero en ataque se encontraban con toda la dificultad del mundo, primero para superar el 6-0 alicantino y, en las pocas ocasiones en las que lo conseguían, para buscar huecos entre la figura de su 'ex', un Dimitrije Pejanovic que, una vez más, recordó lo incomprensible de la decisión de Keymare, cuando lo dejó marchar hace dos campañas. Ayer, además, tenía en la grada a su futura esposa, Fátima -con la que se casa el domingo en Viator- y a su madre, recién llegada de Serbia. Un día muy especial para él, sin duda. La evolución del juego, sin estridencias y poco a poco, iba favoreciendo al equipo más sólido y que iba a más, sobre todo en ataque. Y ése no era otro que Torrevieja que, con el paso de los minutos, entraba en juego en ataque y, manteniendo su solidez defensiva, lograba sus primeras ventajas ya importantes. A falta de algo más de diez minutos para el descanso, los de Manolo Laguna ya mandaban con cuatro arriba (6-10). Ya para entonces, la defensa local había experimentado una caída extraordinaria de intensidad, lo cual aprovechaba especialmente el central Abraham Rochel para 'ponerse las botas', convirtiendo cinco de los 11 primeros goles de su equipo. En campo contrario, Pejanovic parecía entonces una barrera insalvable para un Keymare al que apenas le quedaban más opciones que las del lanzamiento lejano y muy asequible para el guardameta titular de la selección serbia. Entonces llegó un espectacular 'achuchón' de los locales, fruto de sus mejores virtudes, la garra, la fe en sus posibilidades y destellos de calidad de su portero, Héctor Tomás, además de cierta 'bajada de brazos' de su rival que, incluso con dos jugadores más sobre la pista, fue incapaz de aumentar su renta y, muy al contrario, la vio recortada a un único tanto (10-11), con golazo del extremo Criado en la circulación al pivote. Ahora era Keymare el que se había metido hasta el fondo en el partido, desalojando del mismo a su rival hasta el punto de que se atrevía con jugadas espectaculares, como una acción de estrategia a la salida de golpe franco, con 'fly' sobre Félez, que estuvo a punto de convertirla en gol, con reverso en el aire incluido. A falta de medio minuto, los locales empataban a doce, marcador con el que se llegaba al descanso. Se acabó el sueño La segunda mitad fue la que supuso el reencuentro local con esa 'cruda realidad' que le espera esta temporada. El período se inició con 'torrija' naranja y distancia visitante. Los locales se dejaron la defensa en el vestuario y ello, en ellos, es tanto como regalar el partido al rival, puesto que todas sus opciones pasan por ser muy duros atrás. Así, pasados los primeros cinco minutos, Torrevieja había vuelto a su máxima renta y, con un parcial de 0-5, la superaba con un 12-17 en el marcador. Era un adelantado 'punto y final'. Los alicantinos anotaban ahora con facilidad y los almerienses no veían portería, en parte gracias a la defensa visitante y en parte porque Pejanovic había vuelto al encuentro y ahora se mostraba infranqueable. Borrego intentaba detener la hemorragia con tiempo muerto, pero su equipo estaba ya mucho más fuera que dentro del encuentro. Esta vez el golpe de Torrevieja parecía definitivo. Con seis abajo como máxima renta, ahora los alicantinos parecían tener la lección de la primera mitad bien aprendida y, muy por encima en el marcador y en el juego, ofrecían la imagen de no querer volver a correr el riesgo del exceso de confianza. La brecha llegó a los siete goles y justo ahí, cuando peor estaban las cosas para el cuadro de Borrego, volvía la fe, con un parcial de 2-0 que dejaba las cosas en 17-22, todavía mucho, pero de nuevo con los locales 'en el camino'. Fue un espejismo. Se desangraron las diferencias en la recta final, con un Keymare que ya no estaba y un Torrevieja que, espoleado por lo que había ocurrido en la primera mitad, no quería irse. La renta llevaba camino de convertirse en escándalo y, al final, la unanimidad entre ambos equipos llegó en los dos coincidieron en desear que aquello acabara cuanto antes. La 'cruda realidad' había vuelto, grosera y desafiante, al Pabellón Rafael Florido.
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