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FRANCISCO GRANADOS almeria@ideal.es
Miércoles, 30 de diciembre 2009, 05:15
El tiempo respetó un año más la celebración de la Fiesta de las Moragas y la playas de Roquetas de Mar volvieron a ser punto de encuentro para miles de roqueteros y vecinos de otras localidades vecinas, que un año más, como cada 29 de diciembre, se acercaron a participar activamente de una de las celebraciones más enraizadas en la comarca. Bien es cierto que sin alcanzar los niveles de participación de años anteriores, ya que a la jornada laborable se sumó la climatología adversa de la jornadas anteriores y fueron muchos los que se retrajeron en acudir a la playa, aunque optaron por sus cocheras y locales para la celebración. Aún así, unas 8.000 personas que se dieron cita a lo largo del litoral roquetero, y muy especialmente en la playa de La Romanilla.
La jornada amaneció nubosa y con amenaza de lluvia, pero finalmente hasta el sol quiso sumarse a la centenaria celebración, y lució con fuerza, haciendo agradable la estancia a orillas del mar. Incluso la buena climatología, sobre los 20 grados de temperatura marcaba el termómetro a las cinco de la tarde, y un viento moderado pero poco molesto. Ello hizo que las hogueras, tardarán más de lo habitual en hacer su aparición, dejando hasta entonces el protagonismo a las planchas y barbacoas, entorno a las cuales se fueron realizando los tradicionales corros.
Origen centenario
Familias enteras y grupos de amigos compartieron viandas, juegos y conversación, en un ambiente de gran convivencia, típico de esta celebración sobre cuyo origen circulan varias versiones, aunque la más verosímil la centran en el último tercio del siglo XIX, en unos tiempos difíciles y en los que los pescadores de la localidad iban a pescar a Canto, a unas seis u ocho millas de la costa de Punta Entinas. Una pesca que realizaban en pequeños bajeles de cuatro o cinco metros de eslora. En ellos, los pescadores se lanzaban desafiantes al mar abierto a remos y vela, tardando en ocasiones hasta seis horas en llegar; pero trayendo a casa una pesca rica y variada.
Cuando las mujeres e hijos de los pescadores, divisaban los barcos a lo lejos, acudían a esperarles a la orilla de la mar para llevarles pan, vino y otros alimentos, preparando a la vez una hoguera si era en tiempo de invierno.
En esa misma hoguera asaban parte del pescado del que traían, comían, bebían y reponían fuerzas unos pescadores que casi siempre llegaban extenuados tras remar durante horas y horas. Después de la comida, los familiares acompañaban a los pescadores y les ayudaban a varar los barcos, preparar y reparar los aparejos de pesca.
Aquella celebración, sobre todo en lo que respeta a su parte más lúdica, fue pasando de generación en generación hasta convertirse en lo que es hoy, una de las actividades más participativas de cuantas se celebran en Roquetas de Mar.
Espetos y barbacoas
Desde las primeras horas de la tarde grupos de todas las edades fueron poco a poco invadiendo la playa ante las curiosas miradas de los turistas que paseaban por el largo paseo marítimo y que no duraron en disparar sus cámaras fotográficas para captar las más curiosas imágenes, terminado algunos por sumarse a la fiesta, atendiendo a la gran hospitalidad de la que hacen gala cada año los moragueros.
Sobre las planchas carnes, embutidos y, como no pescado, fueron atrayendo a los participantes en la fiesta. Los espetos de caña, de Diego `El Malagueño', con una docena de sardinas pinchadas en cada caña por la parte de atrás de las espinas, como mandan los cánones para evitar que se caigan, atraían a los más curiosos, mientras que sobre las barbacoas, tocinetas, lomos, salchichas y chorizos humeantes, espabilaban los estómagos.
No faltaron las pailas de migas, para acompañar el resto de las viandas, ni tampoco los bizcochos, tartas y los dulces típicos alpujarreños para acompañar el cava. Por los distintos grupos, varios de ellos muy numerosos, corrían de unos a otros los porrones y las botas de vino, los refrescos y las botellas e incluso barriles de cerveza, amontonados en algunos casos en bañeras como las que portaba la Peña Los Chimes, todos ellos ataviados con sus sudaderas granates.
Disfraces y villancicos
Gentes de todas las edades, algunos con sus gorros de Papá Noel o disfrazados de bomberos o muñecas chochonas, y otros con las caras tiznadas, bailaban, cantaban, jugaban o simplemente dialogaban junto a las brasas o acomodados en sus sillas de playa entorno a las mesas repletas de comida y bebidas.
Conforme avanzaba la tarde, eran más los palés y palos de maderas que se encendían para servir de combustibles a las hogueras, en una imagen repetida a lo largo de todo el litoral como si de una Noche de San Juan se tratara, mientras que en los corros se vivía cada vez más intensamente el bullicio de la fiesta. El ambiente de animación y convivencia fue creciendo en las playas, donde se tiznaban caras a discreción, entre quienes aún mantenían sus rostros indemnes.
Alegría, diversión y convivencia marcaron estas horas de encuentro, en las que incluso se repitieron las escenas de anteriores moragas, en las que algunos grupos acudieron, incluso con sus doce uvas y por supuesto con sus botellas de cava, para brindar de forma anticipada por el año que termina.
Música y baile
Asimismo, los pubs y bares de copas más cercanos a la zona del Puerto se sumaban a la fiesta, convirtiéndose en punto de encuentro para jóvenes y mayores, una vez que conforme fue cayendo la tarde, el ambiente de la playa comenzó su declive, aunque aún se podían contemplar decenas de hogueras encendidas y mucha animación en torno a ellas.
Luego, la celebración se trasladó a la explanada del Club Náutico, donde el Ayuntamiento, como es tradicional, instaló una pequeña carpa con un escenario sobre el que la orquesta 'Melodías' se encargó de animar con su música las últimas horas de la fiesta. Ante la carpa se fueron congregando personas de todas las edades, muchos de ellos con sus caras aún tiznadas y todas dispuestas a seguir disfrutando de la fiesta con bailes y el tarareo de canciones, mantenido la animación mientras fue cayendo la noche y con ella el final de la celebración.
Un año más Las Moragas vinieron a poner el punto final a los actos populares del año en el municipio roquetero y lo volvió a hacer a lo grande con una más que aceptable participación y grandes dosis de diversión. Será hasta el año que viene, ahora a preparar las doce uvas y el cava para despedir el año.
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