Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
PACO URRUTIA
Martes, 21 de marzo 2006, 01:00
EL pasado día Dieciséis, a las Once y media de la mañana, los restos del guitarrero universal eran alojados en un nicho común del cementerio almeriense. El periodista Juan Gabriel García, en su página 'VIVIR' del día Diecisiete, define a Gerundino Fernández como 'escultor del sonido': Bello y acertado calificativo para quien, efectivamente, supo imprimir a sus instrumentos una cualidad sonora fuera de lo común. Así quedó, internacional y documentalmente, afirmado por dos magistrales constructores de guitarras como son: Manuel Reyes y Arcángel Fernández, quienes dijeron de él, que era «el mejor constructor de guitarras del siglo XX».
Hace unos años, su sobrino/primo, José Segura 'El Calero', publicó un libro titulado 'Cuerpos y almas'; una recopilación sinóptica, o semblanzas, de todos los guitarreros almerienses, entre las que, obviamente, también quedó recogida la de Gerundino Fernández. No es cierto, como alguien ha escrito en su obituario, que los secretos de la guitarra los adquiriera de su hermano Eladio y del guitarrero almeriense Miguel González Abad (Miguel 'El Cojo'). No. Gerundino fue un auténtico autodidacta que no 'tomó' clases de nadie. Su hermano Eladio fue su más exigente crítico y, ciertamente, le hacía las observaciones que consideraba oportunas sobre detalles concretos, que el Maestro tomaba en alta consideración llevando a cabo las correcciones pertinentes si así lo creía necesario. En cuanto a Miguel González, fue un artesano querido y respetado por Gerundino. Pero nada más. Como guitarrero, el Maestro jamás fue discípulo de nadie. La ingente correspondencia dirigida a Gerundino desde los más diversos lugares del mundo, felicitándole por la excelencia de sus instrumentos, corrobora la bien ganada y contrastada fama del irrepetible Luthier. Su humildad social iba pareja con la personal: Cuando unas semanas antes de su óbito, leía la maqueta de su biografía (de próxima publicación) que le llevé para su conocimiento y aprobación, un tanto incrédulo y turbado me decía: -«Sobrino, ¿Realmente merezco yo tanto trabajo como te has tomado? ¿Sinceramente, de verdad crees que soy todo eso que tú, y toda la gente, decís de mí?». Ante mi aseveración a sus preguntas, respondía: -«Yo sólo he sido un 'guitarrerillo' que ha procurado sacar a su familia adelante dedicándole muchas, muchas horas de su vida, a la construcción de estos instrumentos. Aunque, eso si: En una pugna constante con las maderas, para descubrir y arrancarles los secretos más ocultos de su mejor sonido»-.
Como todos los hombres geniales, Gerundino poseía un carácter muy controvertido, escéptico y vehemente al mismo tiempo, como dejo expuesto en su biografía. Con su desaparición, el mundo de la guitarra ha perdido a uno de sus más eminentes artesanos. Almería puede sentirse orgullosa de haber sido cuna de los dos más grandes guitarreros que ha habido hasta la fecha: Antonio de Torres -que cambió totalmente la forma y el sonido de la guitarra española, y a partir de cuyas directrices se aplicaron todos los constructores del mundo-, y Gerundino Fernández, que consiguió dotar a sus instrumentos de una impecable estética, pero sobre todo, de una asombrosa sonoridad, difícilmente superable.
Al día siguiente de su sepelio, en las cuevas de los Romeros Virgen del Mar y de la Peña El Morato, se llevaron a cabo sendos recitales flamencos en los que actuaban como acompañantes, los guitarristas almerienses, Antonio García 'Niño de las Cuevas' y Francisco Hernández 'Niño de la Manola'. En ambas sedes se observó un minuto de silencio en recuerdo del insigne guitarrero. Los dos músicos acompañaron a los cantaores con sus respectivas 'Gerundinas' Pero éstas, esa noche, entre las experimentadas manos de sus interpretes, parecieron emitir, más que notas musicales, duras y amargas lágrimas de cristal por la pérdida de su creador; el autodidacta y prolífico 'padre', que aportó al mundo Mil Doscientas 'bellezas sonoras', a las que, genéricamente, se las conoce como 'GERUNDINAS'.
Tras él, deja un legado que le sobrevivirá en el tiempo. Gerundino ya forma parte de la Historia y su nombre quedará perpetuado en la legendaria inmortalidad de los genios. Ahora serán ellas, sus guitarras, las que sigan proclamando, por esos mundos, la grandeza y genialidad de aquel que les dio forma y sonido; aquel almeriense, cojo, sordo y deformado por la artrosis. Aquel bohemio que pasó los últimos años de su vida enclaustrado en los diminutos habitáculos de la parte inferior de su laberíntica vivienda, sentado en el 'rincón de su gloria', dialogando interiormente con sus recuerdos, rodeado de fotos, cartas, libros, discos, premios y reconocimientos, que, de alguna manera, le reconfortaban del olvido y la soledad en los que se vio inmerso en el tramo final de su vida. Gerundino ha muerto, y ahora, por él «En la hondura de la noche/ ronda el cerro una guitarra/ tremolando su lamento».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.