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J. L. PASCUAL
ALMERÍA
Sábado, 21 de octubre 2017, 00:17
El término municipal de Íllar cuenta con 19.19 kilómetros cuadrados de superficie y pertenece a la comarca del Valle Medio del Andarax. El pueblo se halla situado en el margen derecho del río Andarax, en la ladera norte de Sierra de Gádor, sobre materiales antiguos de época triásica.
Sorteado por una profusa cuenca de vegetación incomparable iremos remontando el curso fluvial para admirar el poblamiento de sus márgenes. Tan atractivo entorno atrajo la atención de las culturas prehistóricas que encontraron en estas vegas idóneos asentamientos que se pueden conocer en un breve periodo de tiempo.
Al llegar a Íllar, la proximidad a Las Alpujarras se hace patente. Después de cruzar la rambla, sobre un leve cerro, en medio de la vega, se puede distinguir esa localidad de toponimia musulmana. Entre los restos de su pasado, mencionamos el hallazgo de un tesoro árabe (hoy en el Museo Nacional) y la existencia de vestigios de un sistema defensivo de esa misma cultura. Rodeada por un tortuoso medio natural, esta antigua población de la Taha de Marchena, posee una iglesia mudéjar bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción. El río, en este caso con un resplandeciente caudal, prosigue regando huertas, naranjos y toda suerte de árboles frutales; percibiendo rastros del complejo sistema de acequias que rentabiliza hasta la más mínima gota de este preciado líquido vivificador.
Íllar destaca también por su gastronomía, de carácter tradicional y natural y que no pasa desapercibida para ninguno de sus visitantes. El secreto es la calidad de los ingredientes y fuego lento. Embutidos, fritada alpujarreña... algunos de los platos más tradicionales y que en caso de visitar este precioso pueblo, no deben dejar de probar bajo ningún concepto, son el choto al ajo cabañil, cocina mareá, rape con patatas, encebollado con hígado de cerdo o tabirnas colorás. Pero esto no es todo, ya que también tienen una gran variedad de dulces como roscos de Semana Santa, soplillos de huevo y almendra, mantecados de miel y rosquillas. Son la mejor manera de recuperar fuerzas después de un paseo por sus bellos parajes, que transmiten mucha tranquilidad y que son una buena opción para desconectar durante unos días de la rutina habitual.
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