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I. GÓMEZ
Lunes, 28 de enero 2008, 03:19
LIBROS de texto, cuadernos, la agenda, diccionarios, un estuche... Sólo con leerlo da vértigo. Millones de niños, sin embargo, deben enfrentarse cada mañana a una mochila que sobrepasa el 20% de su peso corporal. Su espalda, de esta forma, soporta una carga de entre cuatro y nueve kilos. Eso si no tienen gimnasia, porque, en ese caso, las bolsas se duplican y sus cuerpos se inclinan hacia todos los lados, sin encontrar un punto de equilibrio.
Estos datos preocupan a padres, educadores y médicos. Pero esa inquietud no aparece recogida en ninguna ley. De hecho, en la actualidad, no hay ninguna normativa en España que regule la cantidad de kilos que un niño debe cargar para que su salud no se resienta en el futuro.
Mientras que las instituciones y la comunidad educativa del país no buscan una solución, en otros rincones de Europa, como en Italia y Francia, ya se han puesto manos a la obra. En este sentido, el Congreso transalpino aprobó en octubre un proyecto de ley para que una comisión formada por científicos estudie el peso máximo que se puede transportar en las mochilas infantiles. Así que los petates de los estudiantes italianos no podrán superar el 15% del peso de su usuario. La Administración gala pretende seguir esta línea ya que las asociaciones de padres franceses, por medio de movilizaciones, han reclamado una mayor protección de las espaldas de los más pequeños.
El ministro de Educación del Gobierno Sarkozy, Xabier Darcos, ya ha prometido tomar medidas. Así que los niños galos irán a la escuela bastante más ligeros que nuestros estudiantes. Y es que en España «no se tiene previsto normativizar» este 'problema escolar', según fuentes de Educación. Esta decisión choca con las cifras que se desprenden de varios estudios epidemiológicos. «El 70% de los adolescentes ha sufrido en algún momento dolor de espalda», asegura Mario Gestoso, director médico de la fundación Kovacs, especializada en el cuidado del dorso.
Estos resultados se equiparan a los de las personas adultas. Entonces, salta la alarma. Y más cuando se conoce que los chavales aún no han alcanzado los dieciséis años. «No se trata de dar un mensaje dramático, pero sí sería conveniente prevenir. Es decir, esa dolencia se debe tratar a tiempo para que no se convierta en crónica. Una excesiva carga sobre un niño que aún no ha desarrollado del todo su musculatura puede generar molestias y también puede aumentar una desviación previamente existente», apunta Gestoso. Es un asunto serio porque el 80% de la población sufre de la espalda y más del 2% del PIB se lo llevan los gastos sanitarios.
Es cierto que no se puede culpar sólo a la cantidad de material escolar que los niños deben trasladar de sus casas a las escuelas. Hay muchas más variables en juego: el tamaño del mobiliario en las aulas, la mala higiene postural de los jóvenes, el sedentarismo... «Tenemos que transmitir hábitos saludables para que no acaben con sus músculos y huesos machacados. Pero es cierto que esas mochilas llenas de libros y otros utensilios suman un granito más. Por eso, lo que los expertos recomendamos es que no supere el 10% del peso del crío, ya que nos hemos encontrado casos en los que sobrepasan el 30% y eso genera estrés y contracturas musculares», recuerda el director médico de Kovacs.
En este sentido, hay más factores a tener en cuenta porque cuanto más tiempo se tenga encima esa mochila, mayores serán las consecuencias. Asimismo, el usuario sufrirá más dolor de espalda, si goza de escasa complexión física. Un buen consejo para que esta situación no se llegue a producir, según el doctor, es «repartir la carga equitativamente entre los dos hombros, ya que esto le permitirá al niño andar erguido, sin apoyarse ni balancearse».
Con 'trolley'
Muchos encontraron en la mochilas con ruedas su tabla de salvamento. Sin embargo, en la actualidad, no convence ni a progenitores ni expertos. Lo que parecía una alternativa para acabar con esta polémica ha hecho que se abra un debate sobre su idoneidad. Los doctores afirman que «si el 'trolley' no se lleva de la manera adecuada, puede provocar otras lesiones en las articulaciones».
Para los progenitores y educadores sólo hay un remedio: rebajar el peso de la maleta. En Italia se ha dialogado con los editores de libros para aliviar la carga que soportan los chavales. Manuales de aprendizaje en forma de fascículos, papel de menor gramaje, uso de los soportes informáticos, armarios en las aulas... Estas propuestas resultan atractivas para los padres porque, en su opinión, los libros se multiplican a medida de que su hijo pasa de curso.
«El asunto se complica pasados los doce años porque tienen que llevar el material diario. Y, además, dos días a la semana tienen que cargar con la bolsa de gimnasia. Por eso, consideramos que se debería analizar el material escolar porque no creemos que haga falta que lo lleven y traigan de nuevo a casa», dicen fuentes de las asociaciones de padres. No sólo eso, sino que además reivindican que haya «un material colectivo». Se trata de un problema social «serio» y la vía para suplir las carencias de hoy en día es que se «regule».
La era tecnológica
Los propios profesores se suman a estas demandas porque son conscientes de que esta cuestión afecta a todos. Ricardo Arana lleva muchos años impartiendo clases. Y él habla de una fase de transición. En la era de la tecnología parece que el papel tiene los días contados, pero esta 'teoría' carece de validez en las aulas. «Desde hace seis años va en aumento. Los niños cada vez transportan más material: ahora tienen que llevar cedés y como se da más importancia al tema lingüístico, sus mochilas se llenan de varios diccionarios. Además, ahora es todo más didáctico, así que a los libros de texto se añaden los de trabajo». Y, por supuesto, no puede faltar el elemento estrella de todos los centros escolares: la agenda, que «pesa como un libro y cada vez ha adquirido más importancia».
Los mismos docentes admiten que «el tamaño de algunos manuales es exagerado». Sin embargo, parece que el paso al formato digital, - «el futuro a corto plazo debe ser ése»-, no llega nunca. Y los chavales cada vez tienen que atiborrarse más a lentejas para transportar sus mochilas. Los trabajadores sí tienen protegidas sus espaldas por ley, ya que la Unión Europea prohíbe que carguen con
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