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J. J. PÉREZ
Miércoles, 13 de febrero 2008, 11:34
La apreciada trufa negra puede recibir varios nombres, el más común de trufa, el más científico de 'tuber melanosporum' o el que hace referencia a sus cualidades y valor como especia: 'el diamante negro de la cocina'. Ese hongo tan popular en la cocina como caro llega a la comarca de Guadix. Luis Ramírez quiere convertir una plantación de seis hectáreas en una plantación trufera y «domesticar» para su uso comercial a este exquisito 'fruto' silvestre desde Huélago. Desde este rincón de la comarca accitana Luis espera con paciencia, es sólo cuestión de tiempo, para que sus trufas se conviertan en invitadas de honor de las recetas más elitistas. La trufa vive en simbiosis con las raíces de algunos árboles, como la encina, por la que la plantación de Luis también verá crecer un bosque.
A ese intento de domesticarla se le llama 'truficultura' y supone un estudio de las condiciones de las lugares en los que se desea cultivar. El truficultor de Huélago, Luis Ramírez, asegura que las hectáreas que cuida fueron antaño hermosos encinares y cumple con todos los requisitos que se le exigen a la trufa. «Sólo nos falla la pluviometría» asegura Luis. La falta de agua es un dato común en toda la agricultura en los tiempos que corren, aunque ya hay solución y tiene dispuesto un pozo para garantizar y «ayudar» a sus producción.
Asesoramiento
Luis ha recibido el asesoramiento de la empresa turolense Cultivos Forestales y Micológicos. Con plantas autóctonas se ha inoculado trufa procedente de la Sierra de Castril y sólo hay que esperar que obre el milagro. Tras tres años, la finca de Luis ha visto crecer en el último año a los árboles inoculados, es una plantación joven con plantas de dos 'savias' -que es como se mide su edad-.
Las condiciones meteorológicas actuales y las venideras hacen que Luis Ramírez calcule que su plantación comience a rendir dentro de tres o cuatro años. «Estamos deseando de ver los resultados», asegura mientras contempla el terreno y espera que esos resultados «según los análisis que hemos hecho, puedan ser bastante buenos».
Y, además, bellotas
El origen humilde de la trufa, vive asociada a la raíz de ciertos árboles, convertirá las seis hectáreas de cultivo en un bosque de encinas. Por tanto, la planta dará a su dueño otro fruto, la bellota. El árbol «precisamente» por su buena relación con la trufa «es más vigorosa y en menos tiempo va a producir bellota». Aunque sin duda, una de los principales beneficios, juzga Luis Ramírez, de este cultivo será la formación del bosque.
No es un cultivo sencillo el de la trufa, al menos para el bolsillo. «Una planta inoculada es cara», asegura y es que la inversión total será superior a los 87.000 euros para lo que ha recibido una ayuda del Plan Leader que asciende casi al 40% de la inversión.
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