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MIGUEL ALLENDE
Miércoles, 28 de mayo 2008, 11:11
La imparable subida en el precio de alimentos básicos que están presentes en la cesta de la compra de cualquier hogar granadino -la leche ha llegado a repuntar un 25% en tan sólo un año-, no ha acabado con la arraigada costumbre existente de despilfarrar una parte de los productos que adquieren para el sustento personal o familiar. Una situación ésta que se ha mantenido invariable durante los últimos quince años, época de 'vacas gordas', en la que el capítulo de la alimentación tenía un papel secundario aunque no por ello menos importante, en los gastos generales a los que ha hecho frente cualquier persona con rentas mínimamente consolidadas.
La última Encuesta de Presupuestos Familiares que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE), la referida al año 2006, revela que el gasto medio anual en consumo de los hogares se elevaba a 29.394 euros y el gasto medio por persona a 10.632. De este presupuesto, los hogares destinan la mayor parte del mismo (26,4%) a todos los gastos relacionados con la vivienda (alquileres, coste del agua, electricidad, gas, calefacción...), otra parte importante (14,3%) al transporte, y finalmente un porcentaje similar (14%) a la compra de alimentos y bebidas no alcohólicas. Muy por debajo quedan otros capítulos como vestido, calzado, ocio, comunicaciones e inclusive salud.
Pues bien, si se toma en consideración que el gasto medio por persona que fija el INE para el apartado de alimentación se elevaba en ese año a 1.492 euros y se considera una media de cuatro personas en el ámbito familiar, el resultado es sencillo de obtener. Cualquier familia granadina emplea cada año alrededor de unos 6.000 euros para financiar este apartado. Una cantidad nada despreciable y que a buen seguro se habrá incrementado en este año y medio transcurrido, al menos en una horquilla del 10% al 15%.
A la basura
De esos casi 6.000 euros que cada hogar granadino dedica para satisfacer una necesidad tan elemental como es la alimentación de sus miembros, un 10% en números redondos -casi 600 euros- pasan a mejor vida sin aprovechamiento alguno. Alimentos envasados pasados de fecha, productos frescos (carne, pescado, verdura y fruta) que se estropean, bebidas de distinto tipo que pierden sus características originales (cerveza o refrescos con gas), pan enmohecido e incluso platos preparados que se empezaron y eternizan su presencia en el frigorífico, acaban sus días en el cubo de la basura. Si se sumaran unos y otros, de todos los domicilios particulares de la provincia granadina, la cantidad total resultante sería astronómica. A falta de datos concretos, no hay mejor forma de definirlo.
El porcentaje referido sobre el volumen económico que suponen los alimentos que se desperdician lo comparten distintas fuentes consultadas por este periódico. Tanto el Servicio de Inspección de Consumo de la Junta de Andalucía, como las organizaciones de consumidores UCA-UCE y Facua-Granada, consideran que esa cantidad es la que puede tomarse como referencia, como media en Granada. Unos y otros puntualiza también que el 'despilfarro' mencionado por parte de un hogar es, sin duda, proporcionalmente mucho menor que el que tienen en este capítulo cuantas personas viven solas, especialmente si son jóvenes. La razón que argumentan es de sentido común: una persona que no comparte su vida con nadie controla menos -salvo las excepciones que se quieran- el gasto en comida, desaprovecha más la que compra y se guía muchas veces por la publicidad que recibe. En especial cuando ésta pone el acento en platos ya cocinados que conllevan la comodidad de tener tan sólo que calentarlos.
Otro matiz importante en el que también coinciden las fuentes consultadas es el que liga los mayores despilfarros en este ámbito con la mayor capacidad económica de quien los genera. Así, a mayor nivel de renta menos preocupación por lo que se gasta en comida y mucho menos aún por la que se desperdicia cada día. «Los ciudadanos compramos más alimentos de los que necesitamos y lo hacemos muchas veces inducidos por la publicidad de las grandes superficies comerciales, por lo atractivo que es comprar más por un coste que se supone es menor», señala Antonio Rodríguez Bautista, presidente de UCA-UCE.
Alerta europea
La situación descrita es lo suficientemente relevante como para que a nivel europeo haya sido la propia comisaria de Agricultura, Mariann Fischer Boel, la que alertara hace sólo unos días del despilfarro de comida existente en el viejo continente. A su juicio, se derrochan cantidades ingentes de alimentos y aunque no haya peligro de desabastecimiento, consideró necesario que para que en el futuro no haya problemas de existencias los ciudadanos europeos deben comprar sólo la comida necesaria y no desperdiciarla.
miguelallende@ideal.es
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