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El diestro José Tomás durante la faena de muleta a su primer toro. / EFE
José Tomas pasa casi de puntillas por la feria de Valladolid
Toros

José Tomas pasa casi de puntillas por la feria de Valladolid

Mal librado en el sorteo, el torero de Galapagar cortó una dadivosa oreja tras una faena de once minutos

BARQUERITO

Viernes, 12 de septiembre 2008, 06:44

Dos toros de sobresaliente condición trajo la corrida de El Pilar. Primero y cuarto. El primero, negro listón, fue el de más cuajo de los seis. Se durmió o malmontó el picador que trabajaba, o se rebelaría el caballo, y el toro derribó dos veces. Ni memoria del derribo, que fue como matar moscas. Brioso, templado, alegre, el toro se relamió en la muleta. Muy cadenciosa la embestida, pero también candente. El cuarto, colorado, los pitones en forma de lira, remangado y engatillado pero estrecha la cuna, fue pura fibra. También este toro descabalgó al piquero en el primer asalto.

En el segundo se echó el caballo. Y luego se puso a embestir el toro como se debe: con el golpe de riñón a compás de la batida de manos, el morro por el suelo, la mirada en el reclamo. Sin cansarse ni rendirse. Con brava bonanza. Esos dos toros entraron juntos en el lote de Manolo Sánchez, a quien el destino había guardado plaza de telonero en la corrida de José Tomás. La corrida estaba pensada para José Tomás y no para Manolo Sánchez. Ni siquiera para Miguel Ángel Perera, que no venía de comparsa sino todo lo contrario. Perera vino a echarle a José Tomás un pulso o el guante. No llegó a haber propiamente reto ni desafío. Y si lo hubo, José Tomás no se dio por aludido.

Perera presentó por si acaso cartas credenciales, que fueron, en el tercero de corrida, un sobrero de La Palmosilla, y después de un atascado puyazo, cuatro lances capote a la espalda en un quite de supremo ajuste. Gaoneras de las habituales en el repertorio de José Tomás. Imposible la réplica.

No fue tarde de capa

No fue, además, tarde de poder torear de capa ni el propio José Tomás. La pegajosa embestida que desde el arranque distinguió al segundo de corrida no le dejó ni estirarse ni llegar a pegar dos lances seguidos. La falta de fijeza del quinto, distraído hasta la exageración, se prestó todavía menos.

De capa sólo se pudo torear en serio tres toros: el del quite de Perera capote a la espalda, de llamativa firmeza, y los dos de Manolo Sánchez. Pero los descalabros en varas de uno y otro frustraron todo intento. Sólo la sorpresa de ver al veterano torero de Valladolid echar rodilla en tierra para saludar al cuarto con una larga cambiada de rodillas. Impropia salida.

El reparto de toros, fiel a las leyes del azar, no fue ecuánime. Los dos toros de triunfo se fueron muy sobaditos y acariciados. Los dos. A compás de minué Manolo Sánchez les pegó a uno y otro bastantes muletazos. En el segundo, más exigente el toro y más ambicioso el torero, sí se animó Manolo Sánchez a enredarse, a meter los riñones y encajarse. No siempre. Dos tandas con la izquierda llevaron el sello de clase de este torero de tanta clase pero tan justa ambición. No funcionó el cronómetro de presidencia y sin motivo se perdonaron avisos en los tres primeros toros. Larguísimas faenas: la airosa pero liviana y malograda de Manolo Sánchez que abrió serie; una empeñosa, frustrante y destemplada pelea de José Tomás con el segundo, un toro pegajoso que punteó por sistema la muleta; y también el sólido, valeroso, poderoso pero interminable trasteo de Perera con el noble sobrero de La Palmosilla que sacó el estilo de los viejo del Marqués de Domecq en forma y fondo.

La corrida duró dos horas y media. Dio tiempo hasta para un cambio de temperatura. Los dos últimos toros, deslucidísimos por distraídos, se jugaron con luz artificial que probablemente los deslumbraba. José Tomás abrevió con el imposible quinto, que, al salir de embroque, se perdía, volvía grupas y buscaba los reflectores.

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