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Domingo, 26 de octubre 2008, 03:20
EN la zona de la Alpujarra Alta existen muchísimos castaños con más de cuatrocientos años de vida. Originario de Asia, el castaño fue introducido en Europa por los griegos. Después, los romanos siguieron cultivándolo a lo largo de todo su imperio. Los árabes también apreciaron mucho este fruto y la madera de su árbol. Su uso culinario en la recóndita comarca de la Alpujarra nunca ha dejado de jugar cada otoño un papel importante en la gastronomía. En Lanjarón, Cáñar, Soportújar, Barranco de Poqueira, Pórtugos, Pitres, Busquístar, Trevélez, Bérchules, Mecina Bombarón, Nechite, Nevada , se crían excelentes castaños. En un ramillete de pueblos de la Alpujarra se suelen celebrar las fiestas de las castañas a principios del mes de noviembre, coincidiendo con la celebración del Día de Todos los Santos. Una de las fiestas más importantes dedicadas al fruto castañero se celebra cada año en el precioso y hermoso pueblo de Mecina Bombarón. Crudas, cocidas o asadas En Mecina Bombarón muchos vecinos y visitantes realizan rutas por donde hay castaños centenarios nada mas llegar el mes de noviembre. También, claro, consumen castañas crudas, cocidas o tostadas y durante las fiestas bailan más que un tropo por la noche. En la Alpujarra se hacen muchas fiestas de este tipo. Todas son estupendas. Recolectar castañas es un plan perfecto en otoño. Este trabajo requiere paciencia, un buen calzado y unos buenos guantes para no pincharse cuando se extrae el fruto preso en el erizo. Para evitar que estallen las castañas cuando se cocinan hay que practicarle antes un pequeño corte en forma de cruz. La castaña la preparan en algunos restaurantes de la Alpujarra de muchas maneras. El prestigioso cocinero del célebre restaurante 'El Asador' de Capileira, José Luís, las hace muy bien, tal como las confeccionaban sus antepasados. Merece la pena visitar esta casa para conocer todo lo bueno que hay dentro. También la cocina francesa inmortalizó la exitosa fórmula del 'marrón glaçé', dulce de castaña confitado en azúcar y glaseado con sirope. Aseguran los entendidos que hubo un tiempo en que la castaña compitió con la patata en la dieta europea. Cuentan que a Federico García Lorca le encantaba mucho contemplar los castañares de Lanjarón. Mientras su familia tomaba las curativas aguas minero-medicinales del Balneario, Federico se adentraba en el campo para verlos de cerca. Después, dicen también, le gustaba charlar con los campesinos en una era morisca, a la entrada del pueblo. También al ya desaparecido y recordado pintor José Ortuño le encantaba plasmar castaños en sus lienzos, unas veces vestidos de hojas verdes y cobrizas y, otras, desnudos. Algunas de las cotizadas obras de Ortuño se pueden contemplar en los salones del hotel Nuevo Malagueño, de Pórtugos.
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