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Carmen Machi, en 'La tortuga...'. / EFE
El microscopio puesto al revés
Cultura-Granada

El microscopio puesto al revés

Carmen Machi renace a lo grande en la obra 'La tortuga de Darwin', dirigida por Ernesto Caballero

ANDRÉS MOLINARI

Lunes, 15 de diciembre 2008, 03:47

El 'Informe' de Kafka debió causar tal impresión en Mayorga que ha vuelto sobre el mito del animal hablador una y otra vez. Si en 'Copito de Nieve' oímos al animal acosado en el zoológico de Barcelona, aquí en 'La Tortuga' es el animal el acosador escénico, el que abruma con su sabiduría, su protagonismo absoluto y sus historias de la historia.

Una hebra muy explícita hilvana la noche con el mismísimo Esopo o nos trae a La Fontaine entre bastidores, porque la seducción del animal que nos cuenta cómo nos ve, que pone el microscopio del revés, parece absolutamente inmarchitable.

Sobre ese atractivo, siempre lozano, de la fábula animal gravita el interés con el que se disfruta la obra. Un texto que divierte en muchos momentos, aunque no conmueve, y hace recordar la historia, con la superficialidad necesaria para que no devenga en densidades difícilmente incomprensibles, y con las concesiones propias de la comedia burguesa.

Compromiso político

Como la propia tortuga, una veces saca la cabeza del compromiso político y la modernidad, mientras otras se esconde en un ansia innecesaria de hacer verosímil la anécdota, en lugar de virar hacia el absurdo mucho más teatral y estético, o en un final trágico, al estilo tortuga ninja, que envenena a sus captores, en lugar de buscar un final más lánguido, sorprendente o abierto, que son marchamo del arte contemporáneo.

Pero más de la mitad de los sonoros aplausos, que se prolongan varios minutos tras la función, se deben a la cara conocida de Carmen Machi. Por fin una actriz que no hace lo mismo que acostumbra en televisión, que no se granjea al público prolongando el sofá del salón en el patio de butacas.

La interpretación de 'Aída' en la otra vida es un carrusel de posturas y de gestos, una selva de mohínes y una playa en donde desova fértil su condición, a medias entre mascota que roza la zoofilia y cobaya de laboratorio.

Una gran actriz que en muchos momentos supera al propio texto, un animal escénico que en muchos gestos nos recuerda al José Luis Gómez que ahora dirige la compañía matriz y que un día hizo, muy en esta línea, al mono kafkiano.

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