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ANDRÉS NEUMAN
Sábado, 20 de diciembre 2008, 04:22
LAS Las crisis económicas no solamente aguzan el ingenio, sino las ansias de leer: ese milenario ejercicio de imaginación reflexiva que, en plena era de las tecnologías pijas, sigue ofreciéndonos el ocio más provechoso y también uno de los más baratos. En tiempos de vacas flacas, mientras muchos sectores sufren graves pérdidas, la industria editorial suele defenderse bastante bien. No es de extrañar: sin movernos de casa, las buenas lecturas nos permiten viajar a lugares desconocidos, nos dan confortable alojamiento y nos dejan con una sensación de banquete consumado. Por todo eso, y porque el año se acaba y los balances nos tientan, me gustaría recomendar algunos de los libros que me han alegrado durante este revoltoso 2008.
Empecemos, cómo no, por los cuentos. No los de Navidad (aunque también: ¿cómo dejar de insistir en relatos maravillosos como 'Un recuerdo navideño' de Truman Capote, 'La navidad de los viejos' de Ring Lardner o 'Un cuento navideño' de Dino Buzzati?), sino los otros, los que no tienen estación. De los libros de cuentos que he leído este año, recuerdo con placer 'Érase una vez' de la inteligentísima Margaret Atwood, quien a estas alturas (Premio Príncipe de Asturias mediante) no necesita presentación. También me fascinó 'Pétalos', de la joven narradora mexicana Guadalupe Nettel, capaz de narrar lo repulsivo de manera sublime. O, por emplear una imagen de su libro, de aspirar con amor el olor fétido de los baños. Para poner la guinda al cuento, no puedo dejar de mencionar nuevamente a Buzzati, autor de dos recopilaciones deliciosas reeditadas en los dos últimos años: 'Sesenta relatos' y 'El colombre'. La magia microscópica de este clásico italiano se resume en el argumento de uno de sus relatos: por las noches, una gota rebelde avanza escaleras arriba, desvelando a todo el vecindario. Un libro es una gota que horada nuestra conciencia dormida, abriéndonos los ojos hacia sueños más lúcidos.
En cuanto a las novelas, este año se han publicado varias excelentes. Una de ellas es 'Virilidad', de la anciana y rebelde narradora estadounidense Cynthia Ozick. En menos de cien páginas, este librito despliega una sátira sobre la escritura poética que termina tocando los nervios principales de nuestra sociedad: la emigración, la extranjería, las clases, el olvido histórico, la impostura de la identidad y finalmente, gracias a una pirueta imprevista, las desigualdades de género. Y lo hace, además, con un ironía encantadora y una especie de ternura cruel. Otra novela digna de encomio es la de Iván Thays, singular narrador peruano y bloguero célebre: 'Un lugar llamado Oreja de Perro', flamante finalista del premio Herralde. No apta para lectores que busquen tranquilidad y armonía, sino para aquellos que prefieren la oscuridad de la inquietud, esta novela conjuga un estilo económico con una conmovedora profundidad psicológica. Thays logra perturbarnos sin hacer grandes alardes, inyectándonos un malestar onírico a través de una prosa cortante, geométrica. Y de paso, mientras la trama íntima del protagonista nos atrapa, asistimos a ciertas atrocidades no exclusivamente peruanas.
Un ensayo literario que me cautivó fue 'Mentiras contagiosas' de Jorge Volpi, que reúne escritos brillantes y provocadores sobre el oficio de novelar, que el autor califica de infeccioso. Su libro está escrito como los grandes ensayos de los escritores: sin fingirse profesor, con rigor y amenidad, y con la conciencia de que todo acto de prosa es literatura. Además de una poética personal, estos textos conforman una apasionada defensa de la literatura como herramienta cultural e intelectual. Y utilizando, o mejor dicho parodiando, las mismas armas cientificistas de quienes a veces subestiman la ficción.
Concluyo, cómo no, con la poesía. Me han atraído mucho los poemas y cartas que Apollinaire le dedicó a su fugaz amante Lou, con la que mantuvo un intenso (seamos sinceros: digamos pornográfico) epistolario mientras combatía en la Primera Guerra. Esta curiosa miscelánea se titula 'Cartas a Lou'. Uno de los libros destacados de nuestros jóvenes poetas ha sido sin duda 'Dinero', del cordobés Pablo García Casado, radicalmente seco, coloquial y narrativo, sin por ello dejar de emocionarnos con su desolación urbana. En último lugar, no me resisto a recomendar la extraordinaria reedición de los sonetos de Shakespeare que acaba de traducir Pedro Pérez Prieto, quien ha sido capaz de hacerlos sonar en un legítimo y elegante castellano del Siglo de Oro. En este sentido, la poesía es como Papá (o Mamá) Noel: aunque mucha gente crea que no existe, lleva toda la vida haciéndonos regalos.
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