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JESÚS LENS
Domingo, 7 de junio 2009, 04:39
Tailandia es uno de los destinos turísticos de moda en el Extremo Oriente. Más abierta que la hermética China y más accesible que las misteriosas Vietnam o Birmania, la posibilidad de coger un vuelo directo y sin escalas entre Madrid y Bangkok hace que Tailandia sea una de las opciones más apetecibles para los viajeros que quieren descubrir el exotismo de los países asiáticos, sumergiéndose en una cultura que nos resulta bastante ajena y desconocida.
Bangkok, la capital de Tailandia, como ocurre con todas las grandes megalópolis asiáticas, es un puro caos, bullicioso, sorpresivo, impredecible, en que una miríada de coches avanzan en un aparente sinsentido, pero que no dudan en frenar con total naturalidad cuando un enorme elefante hace su aparición en escena y se incorpora al tráfico rodado, como un vehículo pesado más. Imágenes de una modernidad absoluta que se dan la mano con un pasado milenario, todavía muy presente en la sociedad tailandesa.
Las calles de la ciudad están permanentemente atiborradas de gente que hace su vida de puertas afuera de las casas, cocinando a todas las horas, comiendo en cualquier lugar, comprando y vendiendo mil y un objetos de lo más insospechado, ofreciendo los servicios más inverosímiles, haciendo las ofertas más rocambolescas.
Tigres en crisis
Diez millones de habitantes tiene ya una ciudad que, durante los años ochenta y noventa, creció de una forma vertiginosa y desaforada. Tailandia fue uno de los 'tigres asiáticos' con los que la crisis se cebó de forma inmisericorde, por lo que no es extraño que el 'skyline' urbano esté compuesto por una mezcla de enormes torres de cemento y cristal radicalmente vanguardistas... y de esqueletos de edificios a medio construir cuyo final no se ve cercano.
Dos son los objetivos esenciales -y confesables- de los viajeros que visitan Bangkok: los mercados y los templos budistas. Los mercados, sean diurnos o nocturnos, terrestres o flotantes, atraen a miles de personas cada día. En ellos se puede comprar de todo, pero las falsificaciones de las marcas de ropa y complementos más conocidas se llevan la palma. Camisetas, chándales, sudaderas, zapatillas, vaqueros, mochilas, bolsos, carteras... lo más de lo más 'fashion', a precio de ganga. Tras un fuerte regateo, por supuesto.
Pero, de entre todos ellos, el más singular es el Mercado de los Amuletos. Situado junto al templo más antiguo de la ciudad, el Wat Po, y al famoso Wat Phra Kheo donde se encuentra el famoso Buda de Esmeralda, el Mercado de los Amuletos acoge a decenas y decenas de personas que, ataviados con las tradicionales vestiduras de los monjes budistas o vestidos de riguroso traje y corbata, intentan convencer a los viandantes de las bondades de sus sortilegios, pócimas o exvotos. Por supuesto, en cada puesto hay alguien cocinando un perol de sopa, para animar y entretener a los potenciales clientes, o asando unas brochetas de carne. Hay recintos cerrados en que se imparten charlas y conferencias, banderolas por todos lados y música ambiente de lo más variado, lo que contribuye a dotar al conjunto de una magia muy especial, nunca mejor dicho.
Aceites aromáticos
Y los templos. Templos construidos en madera, pintados con vívidos colores, albergando innumerables representaciones de Buda en cualquiera de sus posiciones tradicionales, sea meditando, administrando la paz o dirigiendo a los fieles por el camino de la sabiduría. Budas a los que se hacen ofrendas en forma de aceites aromáticos, flores o láminas de pan de oro. Budas ante los que las personas rezan, meditan y reflexionan, pero en un ambiente ruidoso y festivo. Budas sedentes o yacentes que, de todos los tamaños, se encuentran de forma omnipresente por toda Tailandia.
De entre los cientos de templos, uno de los más vistosos es el Wat Arun, Templo del Amanecer, junto al río Chao Phraya, de inspiración hindú y estilo jemer, una pagoda muy sugerente cuya decoración alicatada lo diferencia de los tradicionales templos de madera tailandeses. Aunque el mejor lugar para disfrutar de la arquitectura tradicional del país es la excepcional casa de Jim Thompson, un comerciante de seda americano al que la leyenda negra de Bangkok vincula con la CIA y cuya extraña desaparición, hace años, aún continúa siendo un misterio sin resolver. Thompson fue agregando distintos pabellones a su casa, construida íntegramente con madera de teca, en base a las distintas tradiciones arquitectónicas tailandesas, lo que convierte al lugar, actualmente convertido en museo, en uno de los más interesantes y sugerentes de la capital.
Entre las actividades a desarrollar, además de visitar el Barrio Rojo, Patpong, convertido en una sórdida atracción turística más, se puede disfrutar de un combate de 'muay thai' (kickboxing) en el estadio Lumpini o recorrer el cielo de Bangkok en el Sky Tren, el metro elevado -e híper refrigerado- de la ciudad que circula por encima de los tejados de la ciudad.
Las tierras del norte
Tras la frenética actividad de Bangkok, y tras doce horas de cómodo viaje en el coche cama de un tren nocturno, el amanecer en Chiang Mai, la capital del norte del país y ciudad venerada por todos los tailandeses, resulta de lo más relajante, pacífico y sosegante. Chiang Mai es una ciudad 'baja', cuyos edificios apenas sobrepasan las dos plantas y en la que la vida discurre plácidamente.
Situada al borde de la jungla fronteriza con Birmania, decenas de agencias organizan 'trekkings', 'raftings' y demás actividades relacionadas con la naturaleza. Una naturaleza feraz y desbocada en la que impresiona ver los farallones de los barrancos completamente cubiertos de una densa vegetación, con bambués que alcanzan varios metros de altura y con los que se fabrican las balsas que descienden por el río, mientras se visitan los poblados de los Lahu, los Lisu o los de las famosas mujeres jirafa con el cuello estirado y deformado.
Chiang Mai es una ciudad ideal para las personas que, teniendo interés en profundizar en la cultura y las tradiciones del país, quieran hacer cursos de gastronomía, 'muay thai' o, sobre todo, los típicos y reconocidos masajes tailandeses. Librerías de segunda mano, restaurantes con encanto y cibercafés contribuyen a que la estancia en la capital del norte resulte muy tranquila y relajada.
Playas en el sur
Y quedarían por visitar, para relajarse y disfrutar de una zona privilegiada por la naturaleza, las playas del sur, con Phuket como polo principal y sus riquísimos arrecifes de coral como gran reclamo. Indispensables para los amigos del buceo y el snorkle.
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