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Inicio de la ruta, con Lújar al fondo. /R. GAN
Una vereda otoñal
La ruta de los Castaños Lújar

Una vereda otoñal

Una vereda se adentra en el alcornocal de Lújar y nos regala tesoros escondidos: viejos castaños, cortijos con encanto, antiguas balsas de agua, paisajes de corcho...

RAFAEL GAN

Domingo, 15 de noviembre 2009, 03:07

Otoño es sinónimo de paseos por el campo para ver el festival de colores de los árboles que se desnudan poco a poco. Apetece pues salir al campo por zonas de montaña y además recoger algunos frutos caídos en el suelo -bellotas, nueces, castañas- que, por lo general, sólo son alimento de los jabalíes.

Mullido colchón de hojas secas, amarillas y naranjas; erizos de castañas que se abren para desvelar su fruto; cielos de tonalidades otoñales... Aprovechen el tiempo libre y suban a la cercana Alpujarra, a pueblos como Cáñar, el barranco de Poqueira o algo más lejos, a la zona de Bérchules, Mecina Bombarón o Laroles. Aquí encontrarán auténticos bosques de castaños (castanea sativa), un paisaje de una belleza incontestable. Pero bueno, nuestra comarca, la Costa Tropical, más propicia para otras especies vegetales, también cuenta con algunos ejemplares de este árbol más propio de mayores altitudes y climas más fríos. Son pequeños reductos de esta especie que abundaron en otra época y cuyos últimos ejemplares han quedado enraizados en barrancos, en lugares casi escondidos para la gran mayoría.

En familia

Pero quien conoce de su existencia disfruta estas fechas para recoger algunos de sus frutos, para pasear en familia y enseñar a los más pequeños de dónde salen las ricas castañas que asar más tarde en el fuego.

Son pocos los parajes de castaños pero haberlos hay. Y así, por ejemplo se me ocurren algunos -el lector que complete la lista- como los magníficos ejemplares situados en el pago de Jurite, en todo lo alto del Cerro de la Guindalera, en Ítrabo. O bien otros castaños de la rambla de Alfornón o de algunas barranqueras de Murtas o Turón que hacen de La Contraviesa la zona en donde quedan más árboles. ¡Y el enorme castaño de Haza del Lino que para abarcarlo hacen falta hasta siete personas!

Nosotros nos dirigimos hoy al municipio de Lújar que conserva apenas una docena de castaños en mitad de su maravilloso alcornocal, pero suficientes para saciar nuestro apetito de frutos del otoño. La ruta comienza en la carretera GR-5209, más exactamente en el kilómetro 5 de este vial que enlaza Motril con Lújar. Allí, en el collado que ofrece vistas excepcionales de la Costa -otro incentivo de la ruta es contemplar el parque eólico de la Sierra del Jaral- aparece un carril de tierra a la derecha.

Cura de salud

Las indicaciones de 'Volaberum' -antiguo nombre de la casa rural que más tarde visitaremos- son las flechas a seguir. El visitante puede descender un poco para más adelante, apenas un kilómetro más abajo, encontrar otra indicación de 'Volaberum' que, a la izquierda, nos introduce literalmente en el bosque de alcornoques. Tal vez sea éste el lugar apropiado para dejar el coche y disfrutar de todo el paisaje mientras descendemos un centenar de metros de desnivel hasta nuestro principal objetivo: los castaños del barranco del Chorrillo. Con todo podemos seguir motorizados hasta la casa rural Cortijo Valavero.

Nos encontramos en mitad del sorprendente alcornocal de Lújar. Aquí los árboles del corcho, con formas caprichosas de ramas que 'danzan', se mezclan con las fincas cultivadas desde antaño con profusión de olivos y de almendros. Dos cortijos principales ocupan esta zona: el mencionado Valavero, reconvertido en alojamiento turístico y el sorprendente Cortijo de las Piedras, la hacienda más grande y rica de todo el municipio, actualmente abandonada.

Antaño se cultivaba la tierra, se sacaba el corcho que era prensado en la propia finca, se producía vino y aceite extraído de su almazara que aún permanece en pie junto a la casa noble y la ermita de principios del siglo XIX... Varias familias trabajaban aquí en lo que fue una cortijada productiva e importante que aún conserva parte de su viejo encanto.

De menor importancia era el Cortijo Valavero pero también vasta finca de olivos y almendros que ha sido reconvertida en una lujosa casa rural que apetece habitar al menos un fin de semana. ¡Acaso sólo fuera para disfrutar del sol y la tranquilidad circundantes tumbados en el solarium de su increíble piscina! Bueno, dejemos los baños para más tarde y continuemos nuestro paseo por una pista encerrada entre alcornoques. Es un paisaje bello, casi mágico si la niebla nos sorprende, cosa habitual en estas fechas.

Por una vereda estrecha y pronunciada -ideal para los bikers que a veces pasan- alcanzamos por fin el barranco del Chorrillo. Es un lugar ideal para caminar sin prisas y disfrutar del paisaje, recoger algunas bellotas que las encinas dejan caer sobre el camino, evadirse... ¡Y de pronto allí están, al fondo, como surgidos de la nada! Son apenas media decena de castaños pero de tamaño considerable que parecen arrinconados en un recodo del camino.

Un regalo para el excursionista que ha llegado hasta aquí, ¡mi secreto mejor guardado! Dejémonos seducir por el encanto del lugar antes de remover con el bastón el manto de hojas secas que esconde las castañas caídas. Que no son muy gordas pero aunque sólo sea por le gusto de cogerlas... Paz y naturaleza. La vereda continúa hasta Lújar en un recorrido de una belleza extrema, bordea unas fincas, pasa junto a una antigua balsa y el cortijo Melero y, al llegar a la cresta, desciende por una vereda arriera, de piedra, para alcanzar el pueblo de Lújar. La excursión merece la pena pues apenas son 45 minutos, un recorrido de ida y vuelta ideal para una mañana de campo. Una vereda otoñal que les sorprenderá seguro.

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