Edición

Borrar
Jacinto ha aprendido a luchar y no piensa descansar hasta que la justicia no le dé la razón. :: JAVIER MARTÍN
Jacinto Rodríguez, vecino de Motril, asegura que «hubiese preferido morir en la operación» que le provocó parálisis y sordera
COSTA

Jacinto Rodríguez, vecino de Motril, asegura que «hubiese preferido morir en la operación» que le provocó parálisis y sordera

Asegura que no descansará hasta demostrar que ambos problemas son fruto de una «negligencia»

LAURA UBAGO

Jueves, 14 de enero 2010, 03:47

Jacinto porta una carpeta llena de documentos, de esas que suelen llevar los que se meten en procesos judiciales farragosos para defender alguna causa personal. La abre con fuerza, localiza los papeles con precisión y explica su historia sin titubear. Lo más impactante que declara es que «hubiese preferido morir en la operación», que desearía no haber despertado de la mesa quirúrgica donde comienza esta historia. También tiene muchas razones para estar vivo, pero su relato personal le atormenta y por eso pelea para ponerle un 'happy end'.

Aunque nació en la motrileña calle Las Monjas, Jacinto Rodríguez Castro, se marchó con sus padres a un pueblecito de Jaén, para trabajar «con los Cordobilla, unos señoritos» de Motril. Desde muy niño empezó a tener problemas en el oído izquierdo: le dolía, le supuraba y la penicilina no le hacía ni cosquillas. Como su padre «no tenía Seguridad Social», le ingresaron en el hospital de beneficencia San Juan de Dios de Jaén. Este hombre recuerda con pavor los pasillos y las salas de este centro, donde lavaba radiografías junto a una monja «para hacer estampas» y donde vio morir a un hombre desangrado.

Cuando tenía diez años -en el 67- operaron a Jacinto para acabar con sus problemas de oído, en este hospital que en su recuerdo ha quedado como un sanatorio 'de los horrores'. Cuenta que tras la intervención, tardó cinco días en volver en sí y que al despertar «tenía la cara en el otro lado, me provocaron una parálisis facial irreversible al cortar un nervio, también sordera en el oído malo, que no consiguieron curar. Me operaron sin medios, con cincel y martillo».

A partir de ahí la vida de este motrileño se truncó. Abandonó la escuela donde se burlaban de él y donde «no me atrevía a acercarme a las muchachas». Además su padre enfermó y él cree que, en parte, fue de la pena de verle así. Con el cabeza de familia ingresado en un hospital de Madrid, con el hambre llamándoles a la puerta, Jacinto se topaba además con la rabia y la desesperación ante el espejo, día a día.

Con el gesto desfigurado, a Jacinto no se le pasó por la cabeza la idea de depurar responsabilidades. Tan solo pensaba en su cara torcida, en su oído sordo y en su ojo izquierdo que jamás -desde la operación- a vuelto a cerrar. «Mira, lo cierro y no puedo», dice Jacinto con el ojo izquierdo en blanco y el párpado arriba, inmóvil. Cuenta Jacinto que son muchas las secuelas que le han quedado de aquella intervención que preferiría no haber superado. «Tengo neuralgia, dolores constantes de cabeza, por no poder cerrar el ojo, que se convierte por este motivo en foco de infecciones». Además, dice este motrileño que le ha afectado mucho psicológicamente, que tiene depresiones y psicosis.

Con 16 años y su problema de oído dando guerra, Jacinto Rodríguez, fue operado en el hospital Clínico de Granada. «El médico que me intervino me extrajo el tumor -del oído- que en Jaén me habían dejado dentro y me dijo que la anterior operación me había causado mis males».

Desde entonces, este motrileño sigue de revisiones y sin poder hacer vida normal. De hecho, en el año 96 le dieron la invalidez total. Antes de esto, estuvo trabajando con el ganado y cogiendo unas infecciones de caballo y vendiendo lotería de discapacitados.

Giro inesperado

A principios de los noventa, dos personas cambiaron el triste rumbo de la vida de Jacinto. Por un lado Juan 'El Laña', que le enseñó a defenderse, como él dice, y el doctor Nur de Motril que le animó a denunciar su caso de «negligencia médica».

Junto a 'El Laña', Jacinto ha liderado asociaciones de discapacitados del litoral y ahora la Federación de la Costa y la Alpujarra. «Yo era un inculto, un analfabeto, no había hecho más que ordeñar cabras, pero Juan me ayudó a integrarme en la sociedad. Tengo un don que Dios me ha dado. Ahora me siento preparado para llevar lo que sea; me considero abogado», dice este motrileño, fundador del consejo de discapacidad de la ciudad y promotor del derrumbe de las barreras arquitectónicas.

Antes le ayudaban, ahora ayuda, aunque 'lo suyo', le tiene recluido en un pueblecito alpujarreño donde le vigilan los suyos -está casado, tiene cinco hijos y ocho nietos- para que «no haga tonterías».

Con la justicia, por ahora, Jacinto no ha tenido suerte. Dice que más que el dinero busca que le reconozcan que la operación de Jaén le dejó «con la cara paralizada y con sordera en el oído izquierdo».

En el 94 demandó al SAS y el Consejo Consultivo le denegó la querella porque «había prescrito y por no demostrar causa-efecto». Entonces Jacinto recurrió al TSJA y éste le ha desestimado el recurso. «Me reconocen que en aquel hospital no había medios suficientes para operarme. Es complicado, la historia médica se quemó en un incendio».

Jacinto Rodríguez Castro no se rinde. Ya no. Por eso busca un abogado «lanzado» que le ayude a recurrir ante el Tribunal Supremo, a llevar su caso a La Haya o donde haga falta. Siente que tiene que hacerlo por él y por todos, que tiene que darle sentido a su vida y poder señalar a los culpables de que tenga la cara girada, de que no pueda cerrar el ojo izquierdo ni cuando duerme. Nunca.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

ideal Jacinto Rodríguez, vecino de Motril, asegura que «hubiese preferido morir en la operación» que le provocó parálisis y sordera