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Un momento del concierto de anoche de Forma Antiqva.
Vivaldi, el milagro barroco
Cultura | festival de música y danza

Vivaldi, el milagro barroco

Buena versión de un dúctil y apasionado Aitor Hevia, muy brillante en el sonido

JOSÉ ANTONIO LACÁRCEL

Viernes, 8 de julio 2011, 05:23

El barroco musical siempre ha tenido la fidelidad del público, sobre todo desde hace varias décadas, cuando el espectro del conocimiento musical se hizo más amplio. La juventud encontró que el Barroco era algo fresco, vivo, intenso, algo que estaba muy lejos de ser pieza de museo. El Barroco musical tocaba, y sigue tocando, fibras sensibles porque llega con facilidad, por la belleza y sencillez de sus melodías, por los hermosos juegos que hace con el sonido, por la capacidad de improvisación que presenta, frente a otros criterios mucho más rígidos y encorsetados. El barroco parece fluir, manar de una fuente casi inagotable. Bach, Haendel, Corelli, Albinoni, Teleman, Vivaldi. Lista que se haría interminable y que nos lleva a adentrarnos en una etapa de la historia de la música, y de la cultura en general, especialmente fecunda.

Y dentro de las preferencias del gran público las Cuatro Estaciones, de Vivaldi, ocupan un lugar de honor. Se trata de cuatro conciertos que responden a los títulos de las cuatro estaciones del año. Estos títulos, esta alusión estacional, ha tomado carta de naturaleza y hoy se conocen genéricamente por este nombre. No vamos a entrar ahora en un análisis más o menos profundo, de estas cuatro obras, pero es lo cierto que su fama, y el favor de que gozan del gran público, están suficientemente justificados, por la belleza de las obras, por lo gratísimas que resultan, por su encanto y también por la calidad y la perfección de una escritura musical de gran altura. El músico veneciano alcanza aquí la plenitud de la popularidad, en una obra que está a un alto nivel y que supone tanto en el gran listado de las principales obras de la música de todos los tiempos.

Todas estas consideraciones anteriores me llevan a comentar la sorpresa que me causó anoche que no se llenara el auditorio. Poco público para un programa tan interesante, para unos intérpretes que supieron aunar tradición y cierta audacia interpretativa. Porque el grupo Forma Antiqua demostró una recia personalidad. Puede estarse de acuerdo o no con sus planteamientos, con la forma de interpretar el barroco, pero de lo que no cabe duda es de que es un grupo personalísimo, serio, bien trabajado y con eso que a mí me gusta llamar solvencia musical. Con estos mimbres creo que debió haber una mayor respuesta del público que parece resistirse, en Festival, a llegar hasta el auditorio y eso que es allí donde mejor se escucha la música gracias a la buena acústica de la sala.

Forma Antiqua presentó una formación barroca con tres violines primeros, tres violines segundos, dos violas, dos violonchelos, un contrabajo, una guitarra barroca, una tiorba, órgano y clave, amén del violinista solista. De esta formación nació un criterio interpretativo muy interesante. Con una recia personalidad, con una concepción muy propia de lo que es interpretar Vivaldi. Se advirtió en la Sinfonía per archi, un breve y acabado modelo de producción barroca, para dar paso a las Cuatro Estaciones, o lo que es lo mismo, a los cuatro formidables conciertos para violín, orquesta de cuerda y bajo. Buena versión de un dúctil y apasionado Aitor Hevia, muy brillante en el sonido, muy seguro en su técnica, ofreciendo una personal y muy interesante versión de los cuatro conciertos. Y con él la orquesta. Pudo llamar la atención la fuerza especial en el ataque de cada una de las obras, también el tempo, quizá más rápido que en otras versiones, pero de lo que no cabe duda es que se ofreció calidad y que el público lo agradeció con apasionados aplausos y vítores.

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