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I. GALLASTEGUI
Miércoles, 21 de mayo 2014, 03:06
Chus Gutiérrez (Granada, 1962) ya hizo una primera incursión en el Sacromonte en 'Alma gitana' (1995). La cineasta, preocupada por los temas sociales y amante de la música, se estrenó en 1991 con 'Sublet' y desde entonces ha dirigido, entre otros trabajos documentales y de ficción, 'Sexo oral' (1993), 'Insomnio' (1997), 'Poniente' (2002), 'Calentito' (2004) y 'Retorno a Hansala' (2008).
-¿Cómo fue el rodaje?
-Hemos hecho la película durante tres años. Ha sido muy difícil encontrar dinero; cada vez que tenía un poco, me iba a rodar, porque tenía miedo de que se me fueran muriendo los artistas por el camino. De hecho, al Niño de las Almendras le hicimos la entrevista y después se murió. Había cierta urgencia. Ha sido un rodaje muy largo, a trocitos, muy accidentado y muy intenso.
-En la película participan los 'sabios de la tribu', pero también jóvenes que continúan la tradición...
-Sí. Hay una gran parte musical en la que los mayores cantan y bailan, pero se habla mucho de la transmisión, de cómo ellos aprendían: no había academias ni escuelas, era mirar y aprender unos de otros.
-¿El objetivo es reivindicar el Sacromonte como foco flamenco?
-Cuando me encontré con Curro Albaycín hace tres años y me habló de su historia, me di cuenta de que nunca se había hecho nada. Investigando he encontrado miles de documentos escritos y gráficos, películas... Lo importante era fijar todo eso en un documento. Casi todos los que hablan en la película vivieron su infancia en el Sacromonte. En el año 1962, con las enormes inundaciones, el barrio se despobló y ya nunca más volvió a ser como era. Solo pudieron volver los que tenían cuevas; muchos se fueron a los polígonos.
Más que un espectáculo
-¿El agua terminó con el barrio?
-Disgregó a una comunidad artística. Era un escenario permanente. Las mujeres estaban cocinando vestidas de gitanas porque las llamaban cuando venían turistas. Mariquilla contaba que estaba en el colegio y de repente le gritaban desde el camino: '¡Niña, que hay zambra!'. Y ella pedía permiso a la maestra y se iba a bailar durante media hora. Era un barrio impresionante: todos eran artistas.
-¿Aquella fue su época dorada?
-Supongo que hubo más de una época dorada. Cuando llegaron los viajeros románticos, se quedaron alucinados con estos gitanos: cómo vivían, haciendo lumbres en las calles y bailando... Pero luego hubo otra época más reciente, en los 50 y los 60, cuando empiezan a venir los artistas de Hollywood, la gente del petróleo... El Sacromonte es muy atractivo: no es solo la zambra, es ver cómo vivía esta gente, su manera de expresarse... Los turistas no solo venían a la zambra; se quedaban todo el día, entraban en las casas y les hacían un potaje. Era más que ir a un espectáculo, era convivir. Es curioso que Michelle Obama fuera a ver el Sacromonte; alguien se lo habría contado. El muy diferente ver un espectáculo en las cuevas a verlo en un escenario.
-¿Cómo conoció a Curro Albaycín?
-Le conozco desde los 10 o 12 años: mis padres hicieron una fiesta en Madrid y vino Curro. Después volví a verlo más veces. Mis padres le quieren mucho.
-¿Qué significa para usted el flamenco?
-No soy una entendida, pero me encanta. Soy muy folclórica. Yo me fui de Granada con 8 años y cada vez que oía flamenco pensaba: esto es mío.
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