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Carlos Morán
Lunes, 12 de enero 2015, 00:58
Superada a duras penas la incredulidad que produce ver el centro de París convertido en una diana para terroristas armados con fusiles kalashnikov, llega una amarga sensación de 'déjà vu'. Lo que ha ocurrido en la capital de Francia sucedió antes en las calles de Madrid, Boston o Londres y en el cielo de Nueva York. La yihad, la guerra santa que promueven los islamistas radicales contra el resto del planeta, llegó a occidente con el nuevo siglo y lo hizo para quedarse. Pese a los altibajos que alimentaron la esperanza de que el fenómeno podía diluirse, los extremistas han traído de nuevo su 'cruzada' hasta el corazón de Europa. Y han vuelto a saltar todas las alarmas -si es que alguna vez estuvieron apagadas-. Presenciar los efectos de la yihad desde el balcón de casa no es lo mismo que verlos por televisión.
Javier Jordán, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Granada (UGR) y un reputado analista del terrorismo internacional, admite en esta entrevista que el llamado primer mundo debe acostumbrarse a convivir con el horror yihadista porque, con las hogueras que arden en Irak o Siria, esto va para largo.
Pero no todo son malas noticias. Jordán rechaza que la humanidad esté asistiendo a su tercera guerra mundial, «me parece exagerado», y aclara que más bien se trata de un conflicto interno del islam en el que una minoría violenta pretende imponerse a una mayoría pacífica. Además, y esto parece olvidarse a menudo, el 90% de las víctimas de los terroristas son musulmanes. «Cuando estaba pasando lo de París, la milicia yihadista de Boko Haram mataba a cientos de personas en Nigeria. Y el pasado mes de diciembre, hubo una matanza de niños en una escuela de Pakistán», recuerda.
Autor entre otros muchos libros de 'Profetas del miedo, introducción al terrorismo islamista' -en esa investigación pronosticó que España podría sufrir ataques yihadistas y el tiempo, desgraciadamente, le daría la razón poco después-, Jordán explica que Cataluña, Madrid y Ceuta y Melilla son los puntos 'más calientes' de España. Aunque precisa que, en el caso de las ciudades africanas, la colaboración con los servicios de inteligencia marroquíes es «muy estrecha», lo que constituye un freno para una hipotético avance de la yihad en la zona.
Con todo, reconoce que es imposible descartar que los terroristas vuelvan a intentarlo en España debido al 'efecto contagio' de los atentados de Francia.
Parece que ya es una evidencia: a Occidente no le queda otra que acostumbrarse a cohabitar con la amenaza de la yihad.
-Sí. Por desgracia es así. Aunque también es verdad que este fenómeno ha experimentado altibajos, que es algo que pasa con todos los terrorismos. El yihadismo ha tenido unos años de claro declive. Yo diría que empezó en 2008. Al Qaeda Central estaba muy desgastada y el terrorismo yihadista instalado en Irak también había perdido fuelle. En 2010, fuerzas estadounidenses e iraquíes decapitaron a la cúpula de lo que luego sería el Estado Islámico de Irak. Fue algo parecido a lo que sucedió en Leganés con los autores del 11-M: cuando iban a capturarlos, se inmolaron haciendo estallar una bomba. En ese momento, parecía que unos y otros estaban fuera de juego. El número de complots para atentar en Europa cayó en picado. La posibilidad de atentado era entonces muy improbable. Realmente, Al Qaeda Central no había atentado con éxito en Europa desde 2005.
Según los testigos, los terroristas de París aseguraron que eran de Al Qaeda.
Es posible, pero habrá que esperar para confirmarlo.
Llama la atención que dijeran pertenecer a Al Qaeda, porque parece que ahora mismo el monopolio del terror yihadista lo tiene el Estado Islámico, ¿o no?
En realidad existe una competición entre ellos. Y no es una competición teórica...
¿Quiere decir que rivalizan para ver qué grupo es más bárbaro?
Así es.
Los atentados de París se han producido en un momento en que la extrema derecha gala está en auge, ¿es algo meditado por parte de los terroristas para poner en marcha el diabólico círculo vicioso de la acción-reacción que agrandaría la brecha entre musulmanes y no musulmanes?
Siempre buscan la acción-reacción, pero en este caso no creo que lo principal sea el cálculo político. El ataque contra la revista 'Charly Hebdo' es la continuación de una serie de atentados contra objetivo similares. En 2005, un paquistaní armado con un cuchillo entró en la redacción de un periódico alemán que había publicado las viñetas de 'Charly Hebdo' e intentó asesinar al redactor-jefe de la publicación. Y en 2010, hubo cuatro complots contra una revista noruega, que también había reproducido las viñetas, y uno de ellos estuvo a punto de conseguir el objetivo. Fue un somalí con un hacha, pero la policía lo detuvo. Además, también se descubrió un plan para entrar a tiros en esa misma redacción y coger rehenes, que es algo parecido a lo que ha sucedido en París. En aquel caso que se frustró, los terroristas habían planeado también decapitar a los rehenes y tirar las cabezas por la ventana, con lo cual el impacto mediático habría sido descomunal. En resumen, que había precedentes de lo que ha pasado en París.
¿Y este tipo de acciones tan brutales generan adeptos, porque cuesta creer que algo tan horrible como una decapitación pueda seducir a alguien?
Pues sí, en las redes sociales tienen acogida este tipo de acciones. Son una minoría. Me refiero a gente que ya es proclive a radicalizarse. Pero también es verdad que hay un mar de fondo: gente que no actúa, pero que aplaude.
Uno de los hermanos Kouachi era hace unos años un rapero que nunca había pisado una mezquita, pero que se radicalizó tras trabar amistad con un imán y ver vídeos de las torturas en Irak. ¿Es así de simple? ¿Basta con eso para convertir a una persona aparentemente normal en un verdugo?
No, el proceso es más complicado. No es fácil hacer un yihadista. Como ya he comentado, son una minoría. Pero el hecho de que estas personas se muevan en la marginalidad antes de dar el paso puede facilitar su radicalización. La cuestión del orgullo tiene bastante importancia. Muchos de ellos se sienten humillados y la yihad les hace sentirse héroes.
En estos días no para de repetirse la idea de que el islam no es una religión que promueva la violencia, ¿cómo es posible que haya quien tenga una visión tan distorsionada y torcida de esa creencia?
Lo que sucede es que no hay una figura religiosa que diga cuál es la interpretación exacta del islam. Más o menos, cualquiera puede hacer su interpretación y tendrá más o menos legitimidad en función de los adeptos que atraiga. Esto ya lo detectaron los egipcios antes de la 'Primavera árabe': lo inquietante no es que haya más o menos personas que sean religiosas, lo preocupante es que no tengan formación religiosa, porque son influenciables y puede radicalizarse.
Los hermanos Kouachi y Amedy Coulibaly perpetraron los ataques con fusiles kalashnikov, que son armas de guerra. ¿No es sorprendente que en un país como Francia haya quien pueda adquirir ese tipo de armamento?
Estas personas tienen contactos con las mafias que controlan el mercado negro de las armas. Y las consiguen.
A la vista de las imágenes del asesinato del agente de policía Ahmed Merabet, parece que los hermanos Kouachi habían tenido una importante formación militar, ¿cuál es su impresión?
-Sí, da la impresión que tenían experiencia de combate.
Es decir, ¿que podrían ser 'retornados' -yihadistas criados en Occidente que han luchado en alguno de los frentes abiertos en Oriente Próximo y que luego regresan a sus países para atentar-?
Podría ser. Los 'retornados' son ahora mismo el mayor peligro. En Francia puede haber unos 1.400. El año pasado, un 'retornado', armado también con un kalashnikov, atentó en el museo de Bruselas.
La historia se repite...
Efectivamente. El Grupo Islámico Armado atentó contra trenes en Francia entre 1995 y 1996 y mató a gente. Y luego se produjo el 11-M en Madrid. Sí, siempre hay similitudes. Aunque ahora hay una diferencia importante con respecto al 11-M: los yihadistas han dejado de utilizar explosivos porque no sabían fabricarlos bien. Ha habido unos cuantos casos en que los terroristas han resultado heridos o muerto al manipular los explosivos. Así que han decidido dejarlos.
¿Sigue obsesionada Al Qaeda con 'reconquistar' Al Ándalus?
Esa obsesión sigue presente, pero más bien como un elemento retórico.
¿Y qué dice al respecto el Estado Islámico?
El Estado Islámico está muy centrado en Oriente Medio. Ellos quieren instaurar el califato en Irak, Siria, Jordania, Líbano e Israel.
Las autoridades españolas han elevado el nivel de alarma tras los atentados de Francia, ¿debe estar preocupada la población?
Es normal que se eleve el nivel de alarma, porque los atentados de Francia pueden tener un 'efecto contagio'. En criminología se llama 'efecto copycat' y eso también pasa con el terrorismo: puede haber alguien que ahora se decida a atacar en otras partes de Europa.
¿Cuáles serían los puntos más calientes en España?
Si atendemos al número de operaciones policiales, Cataluña, Madrid y, últimamente, Ceuta y Melilla. En estas dos ciudades hay redes de reclutamiento de yihadistas y también en las ciudades vecinas de Marruecos. Pero la colaboración entre España y Marruecos en este tema es muy estrecha.
¿Tiene esto solución, porque ya hay quien habla de que estamos ante la tercera guerra mundial y que va a ser muy larga?
Creo que es exagerado decir que estamos en la tercera guerra mundial. Es otro tipo de conflicto.
¿Y dónde se van a librar las batallas?
Tiene que ser algo integral. El yihadismo es un problema militar y policial, pero también social. En el fondo, estamos asistiendo a una guerra en el seno del islam. El 90% de los muertos son musulmanes. Lo que ha pasado en Francia lo tienen cada dos por tres en Pakistán, en Nigeria, en Irak o Siria. Y en versión aumentada. Podríamos hablar de un 'conflicto civil' dentro del mundo musulmán, en el que una minoría violenta quiere imponer el estado islámico. Hay que tener en cuenta que, para la mayoría de los musulmanes, los terroristas yihadistas son herejes. Lo que hay que conseguir es que esa visión triunfe totalmente y arrinconar los extremismos.
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