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Uno de los falsos cuadros recuperados por la UCO en 2011.
Obras de arte robadas que aparecen en garajes o son devueltas en las iglesias

Obras de arte robadas que aparecen en garajes o son devueltas en las iglesias

Ladrones arrepentidos que utilizan el secreto de la confesión ante un cura para evitar la cárcel u otros que llaman por teléfono para decir donde han dejado la obra

José Ramón Villalba

Miércoles, 20 de enero 2016, 01:04

El cuadro del pintor granadino Francisco Soria Aedo robado en el Centro Artístico de Granada en marzo de 1992 apareció envuelto en celofán en los aparcamientos subterráneos del centro comercial Hipercor. La obra, valorada en aquel entonces en dos millones de pesetas -doce mil euros en la actualidad-, fue depositada por un desconocido en un rincón del aparcamiento. Una llamada anónima contactó con la Policía Local para comunicar el sitio exacto donde estaba escondido. La obra se encontraba en perfectas condiciones pese a los cinco meses que pasó en paradero desconocido.

Si extraña fue la devolución del cuadro citado anteriormente, más aún la registrada en junio del mismo año cuando unos ladrones acudieron a confesarse ante un cura y aprovecharon para devolver distintas obras de arte que habían sido robadas de un caserón de Víznar.

Los ladrones guardaron la cautela de devolver las piezas confesándose, por lo que la Curia no pudo revelar su identidad so pena de violar el secreto de confesión.

Los ladrones sustrajeron de la vivienda numerosas obras de arte, de las que se reservaron las más valiosas . Los cacos solo devolvieron una arqueta de madera, dos jarrones modernistas, cuatro óleos y dos jarras de porcelana. El resto, hasta completar las dieciocho piezas robadas, no fueron restituidas.

Otro caso curioso fue el de un ladrón que en enero 1997 también eligió un establecimiento religioso para robar y entregar los cuadros. Un ladrón arrepentido devolvió tres cuadros con imágenes de santos que había robado dos horas antes del Monasterio de San Jerónimo. El presunto ladrón llamó por teléfono al convento y dijo, según manifestó en aquel entonces una de las religiosas, «que estaba arrepentido de lo que había hecho, porque él no era un ladrón. Dijo que solamente había sido una mala pasada del destino, y nos pidió perdón». El presunto delincuente solicitó a las religiosas que abrieran la puerta del patio y no avisaran a nadie, que dejaría los cuadros en l puerta. El joven entró en el patio y dejó en el suelo los tres lienzos para salir corriendo. Ni siquiera el portero del monasterio fue capaz de identificarlo. Solo dijo haberlo visto de «refilón».

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