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CRISTINA GONZÁLEZ
Lunes, 22 de febrero 2016, 01:59
Es un día cualquiera de una semana cualquiera. La fecha que marca el calendario es indiferente. Están ahí, perennes, al acecho del turista. O del vecino con pocas ganas de caminar. Su hábitat: mayoritariamente plaza Nueva o plaza de Santa Ana. El negocio va sobre ruedas, nunca mejor dicho. La oferta es tentadora. Visitar el Albaicín y el Sacromonte a lomos de un patinete eléctrico que ahorrará al transeúnte un buen paseo cuesta arriba. Por ahí van, en grupos de cinco, de seis o de una decena, acompañados de un guía. Todos enfilando la Carrera del Darro, con destino a las calles empinadas. Conviven con los peatones, que empiezan a quejarse de la presencia de estos artilugios a motor por zonas saturadas de turistas que usan el coche de San Fernando y van un ratito a pie y otro andando.
En la actualidad, cuatro empresas se disputan en Granada el mercado potencial de este innovador transporte eléctrico, que incluso engrosa la flota de algunos cuerpos de seguridad. El conductor, tras unos minutos de explicación, está ya capacitado para ponerse a los mandos. Basta inclinar el cuerpo, sin pasarse de la raya para no acabar besando el suelo. Nadie está a salvo de la gravedad. Junto a ellos, proliferan otras innovaciones similares sin manillar (tipo hoverboard), monopatines que ya no se impulsan con el pie y demás regalos sobre ruedas que han arrasado en la última campaña navideña.
Pero ni rastro de regulación por parte del Ayuntamiento de Granada, como sí están haciendo desde otras administraciones locales como Pinos Puente, que sin ir más lejos acaba de anunciar medidas para controlar su uso indebido. A todas luces, si no se legisla en el sentido contrario, son peatones. Ycomo tales deben comportarse. Aunque ahí radica la principal crítica vecinal.
«Lo único que le faltaba a la Carrera del Darro son esas criaturas de dos ruedas», rebautiza a los nuevos inquilinos del barrio Lola Boloix, presidenta de la Asociación de Vecinos del Bajo Albaicín, barrio Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Sin dar rodeos, afirma que son «insoportables», al tiempo que advierte de que «se están implantando fuerte».
Describe de forma muy gráfica algunas de las escenas que ha vivido en primera persona. Toques de claxon para que los peatones se aparten, segway colocados en fila en la valla de algún que otro monumento histórico y rebasamientos a una velocidad, a su juicio, poco recomendable. «Te rodean, se pegan mucho a las personas», explica. Una convivencia difícil en un barrio tan señero como angosto.
Lola Boloix relata que se han interesado, como asociación, por saber qué tipo de normativa regula la actividad de estos patinetes eléctricos. Pero desde el otro lado, desde el Ayuntamiento, lo único que recibieron fueron algunos argumentos vagos de que no existía normativa ni regulación ex profeso. También han dado un toque de atención desde la Asociación de Vecinos del Sacromonte. Juan Cueto, su presidente, subraya que desde el colectivo vecinal han puesto sobre la mesa del Observatorio de Movilidad la necesidad de regular esta práctica.
«No deberían pasar por calles peatonales ni impedir el normal discurrir del tráfico», sostiene. Vecinos de la zona de la Vereda de Enmedio han trasladado a la asociación sus quejas por la llegada de estos nuevos inquilinos. «Suele ser gente insegura la que los maneja y el Sacromonte es un sitio complicado, con subidas y bajadas», abunda. Sobre todo cuando la familia de segway es numerosa. «Las calles peatonales tienen que ser peatonales», sentencia.
Desde el Ayuntamiento de Granada, la única información facilitada por la concejala de Protección Ciudadana y Movilidad, María Francés, es la confirmación de que no hay regulación específica. Las administraciones locales tienen en su mano ordenar su presencia y poner límites a su uso. Pero la Ordenanza de Medidas para Fomentar y Garantizar la Convivencia Ciudadana en el Espacio Público de Granada no alude a esta práctica en concreto.
En la Ordenanza Municipal de Circulación de Peatones y Ciclistas, aprobada en junio 2010, lo más parecido que se recoge es que las personas que se desplacen con patines, monopatines, patinetes o aparatos similares (sin matizar si también los eléctricos) se consideran peatones. De este modo, se estipula con carácter genérico que circularán por las aceras, zonas peatonales y carriles bici, no pudiendo invadir zonas de circulación de vehículos a motor. «No podemos decir que sean ilegales, pero sí alegales», señalan fuentes de la Policía Local, al tiempo que confirman que no ha habido intervenciones por denuncias sobre su actividad. «Se fue a las empresas a abordar el asunto y vimos que tienen licencia de actividad», señalan. Inciden: están considerados peatones e irán a paso humano.
Explorer Granada, una de las empresas que opera en la ciudad, defiende su actividad. «Somos muy respetuosos, al menos nosotros, y nunca ha habido incidentes con los peatones», sostiene Juan Palacios, su gerente. En su caso, explica que de motu proprio, sin mediar ninguna indicación del Ayuntamiento, tienen limitada la velocidad de las máquinas a ocho kilómetros por hora, «a velocidad peatón». «Vamos visitando la ciudad, no de carreras. Y esa velocidad nos permite ir seguros», añade. Su trayecto, explica, se centra sobre todo en aceras, calles peatonales y plazas, aunque cuando no hay acera no hay más opción que ir por la calzada, «por las que son poco transitadas», sostiene.
En la misma línea, Juan Pedro González, encargado de Ensegway Granada, señala que todas las empresas de la ciudad, por iniciativa propia, comparten medidas de seguridad. Sostiene que siempre circulan por zonas peatonales y, llegado el caso, si no las hay, «nos apartamos para facilitar el paso a taxistas, autobuses y al trenecito». De paso, se muestra contrario a quienes usan de forma individual los otros patinetes (tipo hoverboard) «que se han puesto de moda»;«que no nos confundan con ellos».
Ni vehículos ni juguetes
Otros ayuntamientos sí se han puesto manos a la obra para poner orden. Y no muy lejos. La Policía Local de Pinos Puente, ante el uso cada vez más frecuente y habitual de los patinetes eléctricos en la vía pública, anunciaba recientemente que va a extremar los controles para evitar riesgos para los conductores y preservar la seguridad de los viandantes. Yadvierten: ni son vehículos ni son juguetes. Aseguran que a efectos de tráfico son un peatón más.
Y, ¿qué implica esa tipología? Pues, según la Policía Local de Pinos Puente, que están obligados a transitar por zona peatonal, con la única salvedad de que no exista o esté impracticable; no podrán circular por la calzada, excepto en zonas destinadas a tal fin; y sólo podrán ir a la misma velocidad que las personas, que estiman en seis kilómetros por hora. Cuando se usen por la calzada, poniendo en riesgo la seguridad, se inmovilizarán y retirarán. También serán denunciados si comparten acera con peatones a velocidad superior al paso humano.
Más lejos, en Barcelona para más señas, su alcaldesa, Ada Colau, se comprometió a hacer un censo de los patinetes eléctricos tras las quejas vecinales por la cantidad y el mal uso que se hacía de estos ingenios. Los residentes en la zona de la Barceloneta aludían incluso a atropellos y golpes, aunque lo cierto es que en Granada de lo único que hablan los vecinos es de incomodidad y convivencia difícil. Y quieren que se ponga orden.
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