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Vista de Cantarriján.
'La playa de los dos euros' con Barrio Chino incluido

'La playa de los dos euros' con Barrio Chino incluido

La ensenada naturista más veterana de Andalucía sigue siendo el referente para los que practican el nudismo

andrés cárdenas

Sábado, 30 de agosto 2014, 00:52

Me he desnudado muy pocas veces en una playa y cuando lo he hecho ha surgido mi inveterado pudor, además de un sofisticado entramado de complejo y culpa. Lo mío es un desnudo casi vergonzante y siempre lo he vivido sin poder desprenderme de buena parte de las advertencias contra la desnudez y el pecado imbuidas en su día por los padres del Seminario San Felipe Neri de Baeza, en donde estuve varios años y en donde la carne estaba prohibida hasta en el estofado. Yo no sé otros nudistas pero yo me miro el cuerpo y me cuesta mantener la autoestima. Siento vergüenza por mí y por el que dirán, porque hay que tener en cuenta siempre que entras, con la apuesta de tu desnudez, en el juego sutil de las miradas de la playa. En fin, tampoco me quejo demasiado porque he sobrevivido a todas las advertencias que me hablaban del pecado y aquí estoy ahora mismo, en la playa naturista de Cantarriján, con mi amigo y fotógrafo Juan Ortiz. A finales de los setenta, en una de las piedras del acantilado, alguien puso: «¡Fuera mirones!» A los pocos días alguien le contestó: «Pues taparos los cojones». Así de peculiar es esta playa.

El Barrio Chino

Seguro que antes de comenzar a leer esta crónica ustedes han contemplado una de las fotografías que la acompañan en la que se ven a dos chicos desnudos cogidos de la mano, andando tranquilamente por la playa. Están en lo que llaman 'El Barrio Chino', la parte de Cantarriján donde no se puede (o no se debe) entrar con bañador o bikini. En la otra parte de la playa, la más extensa, sí pueden convivir los llamados 'textiles' con los que practican el nudismo. El chico es de Cádiz y se llama José. La chica es de Santander y se llama Teresa. Ambos practican el nudismo y no les cuesta demasiado vencer su pudor inicial.

-Nadar totalmente desnudo es algo diferente, te sientes muy libre, muy bien -dice José.

-Yo no sé exactamente por qué lo hago. Tal vez por romper normas, porque me siento bien y porque no siento pudor. Me gustan estas playas y siempre que puedo practico el nudismo -dice Teresa.

Entrar a una playa nudista con una cámara de fotos en ristre es como entrar en un coto vedado de caza con un rifle: aparece el miedo y los inquilinos ven a los intrusos como aquellos que vienen a matar su tranquilidad. Pero el convencer a un nudista que se deje fotografiar no es ese el único trabajo a realizar. Primero hay que convencer al chico que está en la explanada desde las que se accede a la playa de que nos deja pasar sin esperar a la lanzadera, pues hay un autobús que cada cierto tiempo baja personas a la playa. El autobús cuesta dos euros, por lo que a Cantarriján hay quien la llama en plan irónico 'la playa de los dos euros'.

El chico que está en la barrera se llama Álvaro y no pone ninguna pega a que utilicemos nuestro propio coche para bajar porque vamos a trabajar y no a disfrutar de la playa. Álvaro es de Vélez Málaga y está allí desde las diez de la mañana hasta las nueve de la noche. Demasiado tiempo como para no aburrirse.

Otro que está trabajando es Pepe, uno de los camareros del chiringuito 'La bola marina', que lleva 25 años atendiendo a clientes en la playa. Pepe dice que el que haya que esperar a un autobús para subir y bajar a la playa no ha perjudicado demasiado a los dos chiringuitos allí instalados.

-Al que le gusta esta playa viene, haya barrera o no haya barrera. Durante agosto esto siempre está lleno. Yo creo que el prohibir el que la gente baje en coche le ha dado más caché -afirma Pepe.

En la playa hay una parte, la más extensa, en la que conviven los que llevan bañador o bikini (los textiles) con los que practican el nudismo. Hay un grupo de amigos que van en bañador y que juegan a las cartas. Hablamos con ellos sobre el posible malestar que puede causar a los nudistas ver allí a 'textiles'.

-Venimos aquí desde hace mucho tiempo. Nos gusta mucho esta playa y este chiringuito -manifiesta Santiago señalando 'El bola marina-. Nosotros respetamos a los que se desnudan y ellos nos tienen que respetar a nosotros. Quien se moleste con las miradas, pues tiene aquella parte de la playa -comenta mirando hacia el 'Barrio Chino'.

A la playa de Cantarriján, la más famosa de las naturistas quizás en Andalucía, van muchos malagueños, como Reme que viene regularmente desde hace tiempo a practicar nudismo.

-Venía con mi marido y nos gustaba estar aquí. Él murió hace tres años y, de alguna forma, venir a Cantarriján es rememorar lo bien que nos lo pasábamos en esta playa.

Tanto mi compañero el fotógrafo como yo comprobamos que como va avanzando la mañana, va aumentando el número de personas que se desnudan. El día va desprendiendo de ropa a los bañistas. Resueltos todos los pudores posibles, la gente hace de aquel espacio algo tan natural como un paraíso en el que Adán y Eva no saben ni que van en pelotas. Elisa, profesora de yoga en invierno y masajista en verano, masajea un cuerpo totalmente desnudo. Una chica rubia y muy bien proporcionada se mete en el agua con el único vestido que el de su piel. Un sesentón con barriga cervecera y culo metido para adentro tumba la toalla para echarse sobre ella: siempre boca abajo. Hicham, el joven hamaquero marroquí, le prepara dos tumbonas a dos italianos que van como su madre los echó al mundo.

-Llevo cinco años aquí. Los primeros días me pongo algo nervioso con tantas personas desnudas, pero luego me acostumbro -dice Hicham.

La Barraca

Después de que conseguir los permisos oportunos para fotografiar a personas que no les importa que lo hagamos y tras la oportuna ración de vista, tanto el cuerpo de Juan como el mío nos demandan una ración de almejas y otra de chopitos. Para tal fin nos sirve La Barraca, un rincón muy visitado por nosotros y en el que siempre encontramos la buena acogida de nuestra común amiga Rosario Barbero. Rosarito es una mujer con más coraje que el Capitán Trueno. En poco tiempo ha perdido a su marido Severino y a su hijo Nino.

-Mi hijo decía que este era su paraíso. Modernizó todo esto y puso una zona para tomar copas por la noche. Yo lo llamo 'El Olimpo de Nino' en su recuerdo -dice Rosarito con las lágrimas acudiéndoles a los ojos.

Tras esas pérdidas, ella se ha hecho cargo de un negocio que llena tres noches de la semana de música. Ha conseguido tener un personal muy profesional que hace amigos con los clientes. Tiene un servicio para llevar comida a los barcos que por allí recalan. Y tiene, sobre todo, una experiencia de 24 años que hace que su clientela sea rotativa pero fiel.

-Hay una cosa que falta, que esté mejor señalizada. Esta playa es única en Andalucía y bastante gente pierde mucho tiempo buscándola.

Rosario es hija de Joaquín Barbero, que fuera presidente de la Asociación de Chiringuitos de la Costa y que, con su vieja Leika, fotografió todos los rincones y muchos personajes de la Herradura.

-¿Cómo están las almejas? -nos pregunta.

-Están cojonudas, Rosarito.

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