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damián ruiz fájula
Lunes, 28 de septiembre 2015, 00:59
El pasado 4 de agosto el Consejo de Gobierno de la Junta, en su afán de proteger las numerosas joyas paisajísticas que posee el litoral andaluz, declaró Zonas Especiales de Conservación (ZEC) nueve áreas marítimo-terrestres de las costas regionales. De esas, tres pertenecen a la Costa Tropical: los acantilados y fondos marinos entre la sexitana playa del Tesorillo y Salobreña, así como los que se encuentran entre Calahonda y Castell de Ferro, y los ubicados en la Punta de la Mona (Almuñécar).
Esta nueva figura de protección, de carácter europeo y avalada por la Red Natura 2000, tiene el objetivo de mantener y recuperar los hábitats y las especies de flora y fauna que allí viven, por lo que su acogida fue bastante aplaudida... salvo por un sector: el de los pescadores que faenan en dichos espacios del litoral, ahora teóricamente protegidos.
«Cuando salió la declaración de los ZEC, como no se contó con nosotros ni nadie nos llamó, nos pusimos en guardia». Ignacio López Cabrera, patrón mayor de la cofradía de pescadores de Motril, desvela la sorpresa con la que se encontraron los marengos y que puede condicionar a la mermada flota de la Costa, reducida a un total de 60 barcos. «Si fuera un trozo pequeño se respeta, pero el litoral granadino posee 80 kilómetros de extensión y ahora tiene tres ZEC, por lo que si a eso le sumas que Maro-Cerro Gordo es reserva integral se reduce prácticamente a la mitad», señala.
El asunto del espacio no es baladí. Según López, las acotaciones de terrenos, que aún no están definidas, podrían suponer un perjuicio económico para la flota al verse «desterrados» a faenar en otros lugares, a zonas del mar de mayor profundidad en las que, sin embargo, no se encuentran numerosas especies autóctonas de las que vive el sector como son, entre otros, los pulpos, salmonetes, calamares, aligotes, jureles o rapes. «No podríamos acceder a especies que se crían más próximas a la orilla, en un ecosistema más rocoso, por lo que tendríamos que ir una milla adentro, donde hay fango y arena, y los pocos barcos que quedasen acudirían a otras zonas a faenar», detalla.
Aunque todavía la regulación no está en funcionamiento, queda por ver cómo afectaría, por tanto, a embarcaciones de arrastre como a las de artes menores. «En acantilados la normativa dice que debemos faenar unos 50 metros retirados de la línea de costa para las artes menores, mientras que el arrastre debe andar sobre los 1,3 kilómetros, que son 0,70 millas, alejado de la orilla», concreta el máximo responsable de la flota pesquera de la Costa, consciente de que si se habilitan medidas más restrictivas en los ZEC se pondrán las cosas feas para uno de los principales motores económicos de la comarca.
López, asimismo, afirma que existen precedentes de zonas igualmente protegidas en las que se prohibió la intervención de pescadores en las que surgieron otra serie de problemas. «Quitar la pesca puede ser contraproducente; ha habido casos como el de la isla de Cabrera, que lleva 25 años protegida con espacios en los que no se puede pescar, y lo que pasó es que crecieron en tamaño y en volumen los depredadores, por lo que las otras especies fueron desplazadas de su hábitat. Es lo mismo que pasó en varios caladeros del Sáhara con el pulpo, sitios en los que la falta de pesca hizo que sus depredadores naturales se comiesen a las crías y la población de pulpos disminuyó, algo que obligó a Marruecos a permitir de nuevo la pesca», dice.
En este sentido, los pescadores de la Costa abogan por la integración en el medio de las ZEC, algo que llevan realizando «desde hace más de 3.000 años». «Soy contrario a la exclusión, hay que guardar el equilibrio haciendo una regulación sensata, y es que con nuestra intervención las especies están en un volumen óptimo», subraya López.
Coexistencia
Más allá de poder faenar como hasta ahora en las nuevas ZEC, los pescadores de la Costa buscan encontrar un punto en el que poder realizar su labor sin que ello suponga un perjuicio para el medio ambiente marino ni para la economía.
«Somos conscientes de que los ZEC son espacios de conservación que tienen una biodiversidad bastante buena y que se deben de mantener; si aún existe es porque no se ha maltratado, por lo que debe dotarse de una regulación adecuada, y estoy de acuerdo para que entre todos siga siendo tan rica como hoy en día», despacha el patrón mayor, quien piensa que en cualquier zona sensible «lo mejor que se puede hacer es que los factores económicos que convivan con ella no se sientan desplazados».
Para ello, alega, podrían 'señalarse' aquellos lugares en los que hay fanerógamas, tipo posidonias o coralitos, y prohibir la pesca ahí, pero no en su entorno. «Se han marcado una ley pero la regulación debe ser acorde con lo que se quiere proteger; el principio de conservación debe analizar de qué manera proteger lo que queremos proteger y, en cualquier caso, estamos de acuerdo en que nuestra actividad no sea agresiva», resalta Ignacio López.
La cofradía de pescadores de Motril tiene pendiente una reunión con la Junta para dilucidar las medidas a realizar para favorecer la mutua convivencia entre los marengos y las ZEC. «Desde la administración nos comunicaron que tendríamos un encuentro próximamente; ya nos tranquilizaron tras el anuncio de las tres ZEC y nos dijeron que era el paso necesario porque lo obligaba la Red Natura, por lo que ahora veremos en qué queda la regulación, es lo único por lo que estamos preocupados», asevera.
A esta situación de indefinición también se le suma, agrega López, el estado actual del levante de la Costa tras la última riada, que se encuentra «inutilizado» dado que no se puede pescar «al haber tanto palo, porque las redes se rompen». Para concluir, lanza un alegato: «Queremos conservar el medio en el que vivimos, pero también la actividad pesquera, clave en una provincia empobrecida como Granada: aquí el pescador está en vías de extinción».
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