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Inés Gallastegui
Lunes, 2 de marzo 2015, 01:34
La historia de los granadinos está empaquetada. ¿Quién la desempaquetará? El Museo Arqueológico de Granada posee auténticos tesoros, piezas únicas por su valor pecuniario, por su singularidad o por su importancia histórica. Pero nadie puede verlos, porque sus instalaciones están clausuradas desde hace más de cuatro años y medio. La Casa de Castril y la Casa de Latorre, dos monumentos de los siglos XVI y XVIII en el maravilloso entorno de la Carrera del Darro, guardan tras sus puertas cerradas cerca de 50.000 piezas arqueológicas y etnológicas, verdaderas joyas materiales, y también un patrimonio inmaterial: el pasado, la historia de toda una provincia. La respuesta a las voces que claman por su reapertura es muy modesta: si todo va según lo previsto, el Museo tardará dos años en reabrir parcialmente sus instalaciones para mostrar solo una mínima parte de sus fondos: en concreto, 62 piezas, según su director.
El museo cerró al público en mayo de 2010 por problemas estructurales, pero, salvo unas obras de urgencia en la reparación de una cubierta, estos más de cuatro años han sido años perdidos. El Ministerio de Cultura y la Junta de Andalucía llevan muchos meses mareando la perdiz sobre a quién le corresponde asumir los gastos necesarios para reabrir las instalaciones, ya que el primero es titular de la institución y la segunda, la responsable de su gestión. Recientemente se han puesto de acuerdo: la Consejería de Cultura pagará las obras de acondicionamiento de la planta baja, que incluyen la instalación de un ascensor que permita el acceso de minusválidos, así como aseos y taquillas, y la reparación de la instalación eléctrica y el aire acondicionado en las tres salas de exposición de la primera planta. Una vez realizadas esas obras, pendientes de la aprobación del proyecto en la Comisión de Patrimonio, el Ministerio se hará cargo de la instalación museográfica. El presupuesto total ronda los 350.000 euros.
El director del museo, Isidro Toro explica que el diseño ha sido realizado por personal de la casa y la infraestructura está lista, ya que el Arqueológico Nacional regaló al de Granada unas vitrinas antiguas que le sobraron tras su reforma -65 millones de euros, dos años de obras-, que le permitió reabrir totalmente renovado la pasada primavera. Toro calcula que, una vez que la Comisión de Patrimonio dé luz verde al proyecto, la convocatoria pública para adjudicar las obras, los trabajos propiamente dichos y la puesta a punto de la colección llevará, como mínimo, dos años.
Todo el mundo es consciente de que esta reapertura es simplemente un parcheo. La Junta calcula en un millón de euros el presupuesto necesario para una rehabilitación integral de la Casa de Zafra, declarada Bien de Interés Cultural, que permitiera reabrir todas sus dependencias.
Está claro, además, que estas instalaciones no son suficientes para albergar y mostrar al público todos los fondos del Arqueológico, integrado por cerca de 50.000 piezas. «El área expositiva que teníamos -556 metros cuadrados para la exposición permanente y 208 para las temporales-, ya era ridícula comparada con otros museos similares, que tienen entre 1.500 y 2.000», explica su director. Por un lado, ningún museo enseña todo lo que tiene; por otro, se ha superado el «discurso decimonónico» de las vitrinas repletas de fragmentos o pequeñas piezas que no aportan gran cosa a los visitantes.
Con la reapertura parcial, el espacio expositivo quedará aún más reducido: apenas 210 metros cuadrados en tres salas de la primera planta. De modo que Toro ha tenido que hacer un ejercicio de síntesis para resumir toda la riqueza y diversidad de sus fondos en unas pocas piezas. En principio, han sido seleccionadas 62, que abarcan desde el Paleolítico hasta el siglo XV.
¿Cómo se pasa de 3.000 piezas a 62? Básicamente, renunciando a exhibir decenas de piezas pequeñas y repetidas en vitrinas y apostando solo por las más significativas, las que por sí mismas sean capaces de contar una historia y hablar de la gente que la vivió. El objetivo, señala el responsable del Museo, es mostrar al público, por un lado, piezas singulares por su valor artístico o histórico, y, por otro, objetos que permitan recrear la vida cotidiana de la época a la que pertenecen. «De los fondos romanos, por ejemplo, queremos dar una visión menos artística y más histórica, mostrando las ánforas de vino, salazones y aceite del comercio desde el puerto de Almuñécar con Roma o los mosaicos de la Villa de la Calle Primavera», señala Toro.
Un amplio periodo
Porque, ¿qué tiene de especial el Museo de Granada? ¿Qué lo diferencia de otros? Los expertos coinciden en destacar que su característica fundamental es que posee piezas en cantidad y calidad sobre un amplísimo periodo, que abarca desde el Paleolítico hasta la etapa islámica, gracias a la riqueza y variedad de los yacimientos de la provincia.
En ese aspecto, Isidro Toro recuerda que todas las piezas depositadas actualmente en Orce, de hasta 1,4 millones de años de antigüedad, pertenecen al Museo, aunque de momento no hayan sido trasladadas. Pero no hay que olvidar yacimientos como los de la Cueva de la Carigüela, donde se halló el hueso frontal de un Neanderthal; las piezas del Calcolítico procedentes de El Malagón y Huétor Vega (peines, botones, agujas e ídolos); las cerámicas del Cerro de la Encina de Monachil; los recipientes de la Necrópolis de Laurita y la coraza púnica de la cueva submarina del Jarro, ambas en Almuñécar; los bronces del Mirador de Rolando; las huellas romanas en diversos puntos de la provincia, como el 'Togado de Periate' de Píñar, el busto de Ganímedes de la Alhambra o la Venus de Paulenca; y las multitud de piezas de época andalusí de Medina Elvira, de la capital y de distintas comarcas.
Tampoco hay que olvidar las colecciones temáticas del museo, que incluyen piezas tan diversas como minerales, rocas y fósiles; más de 12.000 monedas de distintas épocas; vidrios de Castril y de La Granja; cerámicas de Fajalauza y Manises; metalistería marroquí; armas filipinas del siglo XVII; y una colección de terracotas italianas prerromanas.
Los orígenes geográficos diversos hablan, en ese sentido, de la historia del propio museo fundado en 1879, uno de los primeros creados en España, después del Nacional y junto a los de Barcelona y Valladolid. La institución peregrinó por varios edificios hasta recalar definitivamente en la Casa de Castril en 1942, a la que veinte años después se añadió la aledaña Casa del pintor Rafael Latorre. La sección de Bellas Artes se independizó en 1946 y se trasladó al Carlos V.
«Este es el museo más completo de la comunidad andaluza y uno de los mas completos de España -reivindica Isidro Toro-. Otros museos tienen una época más representada que otra. En Sevilla, el mundo romano; en Córdoba, el romano y el islámico; en Almería, la cultura de Los Millares... En Granada los fondos tienen una representación constante que abarca desde el primer poblamiento humano de Europa hasta el siglo XV».
Potencialidad didáctica
La arqueóloga Concha San Martín, que fue directora del Museo de Granada y más recientemente del de Sevilla, también destaca el «equilibrio cronológico y cultural» de la institución granadina, que le otorga una «incomparable potencialidad expositiva y didáctica».
A su juicio, la clausura de las salas de exposición al público no debería suponer el cierre del Museo. «Nuestra legalidad vigente atribuye a la institución diferentes funciones -conservación, investigación, documentación, exposición, difusión y educación-, que pueden cumplirse en la misma sede o en alguna otra sede alternativa y provisional -subraya San Martín-. Un museo nunca cierra mientras siga cumpliendo con sus funciones y prestando los servicios que le son propios, en la multiplicidad de formas en las que cabe hacerlo, tanto físicamente en sede propia o en la de otra institución, en el marco de una cooperación, como en forma virtual mediante el uso de los soportes y plataformas digitales».
Por su parte, la catedrática de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, Margarita Orfila, encuentra «muy preocupante» que los ciudadanos de la provincia no puedan disfrutar de su propia historia. «Es increíble, impensable», lamenta Orfila, que recuerda que al menos cuatro promociones de escolares no han podido acudir a las visitas didácticas programadas. «Es un museo para toda la provincia de Granada y cualquier pieza arqueológica de la provincia tiene que depositarse allí -señala la catedrática-. Yo soy historiadora y siempre he dicho que un yacimiento arqueológico es un archivo histórico y ahí lo que tenemos son unos datos históricos extraordinarios desde el Paleolítico hasta época islámica». Sin olvidar, agrega, que el Museo está en la Casa de Castril, «un edificio maravilloso en un entorno maravilloso que ya habla de historia».
Carlos Vílchez, que fue director del museo entre 2002 y 2006, está convencido de que este «nunca tenía que haberse cerrado. Fue una decisión política errónea. Un órdago para pedir al Ministerio la gran reforma». Pero la Junta perdió el órdago: «Lo mejor es enemigo de lo bueno». A su juicio, un problema en una viga de la sala de conferencias de la Casa de Rafael Latorre no justifica el cierre total del museo. «Es como si el Palacio de Comares necesita una reforma y cierras toda la Alhambra para hacer las obras», señala Vílchez, quien reconoce «cabrearse» cada vez que pasa por la puerta de la Casa de Castril y lee en un cartel que está cerrado «por reformas». «Es una tomadura de pelo», afirma.
Respecto al problema de la accesibilidad, era una reclamación que venía produciéndose desde años antes, y que nunca había sido satisfecha; no es más que una excusa, asegura. Para Vílchez, ahora profesor en el IES Padre Manjón, habría sido suficiente con realizar un cierre parcial para hacer las obras necesarias y continuar con la institución operativa, que es como se mantiene viva. El problema fue que, tras aquel primer error, las decisiones fueron en cadena: desmontar la exposición, empaquetar las piezas, redistribuir al personal en otros museos... Vílchez recuerda que en sus tiempos como director trabajaban allí mas de veinte personas; ahora quedan siete. «Ha habido dejadez», asegura el profesor, autor junto con el conservador Manuel Ramos del Plan Museográfico elaborado en 2003 con el fin de actualizar la exposición. «Nos felicitaron los del Ministerio y la Junta, pero el proyecto debe de estar enterrado en algún cajón», aventura.
De los fondos del museo, Carlos Vílchez destaca no solo los restos arqueológicos, sino sus «maravillosas colecciones etnográficas», como la de vidrios de Castril, única en el mundo, o la de cerámica de Fajalauza. «Se podrían estar haciendo exposiciones temporales que no cuestan dinero. No es necesario contratar a empresas externas que se lleven el dinero; para eso están los funcionarios», subraya.
Pero no solo los expertos hablan del valor de estos fondos. Alberto Donaire, impulsor de la plataforma ciudadana por la reapertura del museo, cree que «lo más interesante es que cuenta la historia real de los granadinos desde sus primeros asentamientos hasta el día de hoy, sin interpretación, a través de restos arqueológicos reales que muestran la verdad sobre la historia de este territorio». Algo relevante no solo para los granadinos, sino «para cualquier persona que venga de fuera y tenga interés en la historia y la cultura».
La plataforma protagonizó ayer, último sábado del mes, una nueva concentración ante la puerta cerrada desde hace ya cuatro años y medio. «Vamos a seguir reivindicando la reapertura del museo, uno de los más importantes de España y de Europa, y el arreglo de la Casa de Castril y la Casa de Latorre», anunció.
El futuro
Menguado desde el cierre -por ejemplo, no tiene conservador-, el equipo del museo se dedica a atender a los investigadores, facilitar el préstamo de piezas a otras instituciones -recientemente, el MoMa y el Louvre- y prepararse para las obras. Pero Isidro Toro considera «urgente» hacer el Plan Museológico, pensando en una futura reforma global.
Toro tiene como referentes, en Andalucía, el Museo de Almería, y en España, el de Alicante, aparte de la infraestructura del Nacional, cuyo discurso, sin embargo, está siendo criticado. La modernización, explica, pasa por seleccionar muchas menos piezas, pero muy selectas, y renovarlas periódicamente para que siempre haya un motivo de visita. Frente a la exposición de panel y vitrina, son claves los recursos audiovisuales y las reconstrucciones en 3D, bien mediante holografías o con dioramas, algo anticuados pero que pueden ser valiosos en algunos casos. Se imagina, por ejemplo, la reconstrucción de una escena cotidiana en Orce, con un grupo de homínidos disputándose con unas hienas la carne de un mamut.
«Del Plan Museológico tienen que salir los contenidos y el discurso del museo, y eso define también el contenedor -advierte el arqueólogo-. Se determina cuántos metros cuadrados vas a necesitar, si te sirve un edificio antiguo o no... Tiene que haber espacio para exposiciones permanentes y temporales, almacén, talleres, salas para grupos escolares...».
En ese sentido, Toro es partidario de reformar la Casa de Castril y convertirla en la base de un museo multisede con eje en la Carrera del Darro, convirtiéndola en una «vía cultural a la italiana». Entre los edificios que podrían ser susceptibles de ser subsedes, cita el solar del Maristán, el Centro de Menores Bermúdez de Castro, los cercanos conventos de Zafra y las Bernardas e incluso el infrautilizado edificio del Rey Chico.
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