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LEO RAMA
Viernes, 14 de agosto 2015, 00:23
Las personas que subieron la noche del pasado miércoles a Borreguiles para ver una lluvia de estrellas se toparon con que ni eran estrellas ni llovían. Esa fue una de las lecciones que pudieron aprender en Sierra Nevada los asistentes a la observación de las Perseidas.
Se les llama Perseidas porque provienen, o esa es la sensación visual, de la constelación de Perseo. Los fugaces destellos son en realidad diminutos meteoros desprendidos de la cola del cometa Swift-Tuttle, que pasa por el mismo sitio cada 135 años. En la órbita de la Tierra, cuando gira alrededor del Sol, nuestro planeta atraviesa en las mismas fechas el rastro de meteoros. Estos irrumpen en la atmósfera a 50 kilómetros por segundo, y el rozamiento provoca la chispa de los deseos.
Con cada una de las lágrimas de San Lorenzo, los congregados en Sierra Nevada exclamaban al unísono al verlas: «¡Ooooooh!», que sonaba casi a «gooooool», aunque a veces la falsa estrella parecía dar al poste. Más difícil era escuchar los deseos de rigor, porque no se cumplen si se cuentan. Por cierto, ¿sabía que se las conoce como lágrimas de San Lorenzo porque al santo lo quemaron vivo un 10 de agosto? Asociaron una cosa y la otra y ya está. Lorenzo llorando.
Según Cetursa, 800 asistentes optaron por ascender hasta Borreguiles desde Pradollano, un viaje en telecabina a oscuras, atravesando los montes. Pero no todos fueron a lo mismo. Algunos ni siquiera sabían a lo que iban. «Yo pensaba que subiríamos al observatorio para mirar por el telescopio grande», comentaba una mujer con sorpresa.
Los que habían adquirido las entradas más caras, de 38 euros, tuvieron la oportunidad de aprender más y mejor con la charla que ofreció René Duffard, del Instituto de Astrofísica de Andalucía. Los más pequeños ensamblaron diversión y conocimientos con los dos talleres que preparó la empresa de divulgación científica Ciencialia.
Con banda sonora
Con el tique más económico, el de 18 euros, los asistentes tenían la oportunidad de subir en telecabina. Además Cetursa invitaba a una copita de cava para la bienvenida y un vaso de chocolate caliente. Que con el frío de la medianoche de Borreguiles era de agradecer. Desde allí pudieron contemplar en cielo con banda sonora incluida, como la de la película 'El Padrino', una de las versiones que el trío de cuerda Música a la Carta había preparado para amenizar la noche.
Sobre el asfalto, sentados en sillas o paseando, cientos de asistentes contemplaban el cielo. Algunas linternas pintaban de blanco el oscuro paraje de la ladera. Sus dueños paseaban en mitad de la noche por la monstruosa y bella naturaleza de Sierra Nevada. Mientras unos pocos se aventuraban montaña arriba, huyendo de las luces del núcleo operativo de Borreguiles, otros no pasaban de los 200 metros. Lo suficiente para perder de vista las luminarias de la estación y echar un ojo al cielo, el protagonista de la noche.
Como Ana, Carmen y Dani, granadinos que llevan años subiendo para a ver las Perseidas, pero desde la Hoya de la Mora. Siempre suelen pedir un deseo que nunca llega: «El de la lotería, es muy recurrido». Ya lo saben. Si lo cuentan, no se cumple. Esta ha sido su primera vez desde la estación de esquí y montaña y no ha terminado de convencerles. «Es un poco caro y deberían apagar las luces de Borreguiles», lamentaban, camuflados con la oscuridad de Emile Allais, desvestida de nieve como el resto de pistas.
Este ha sido un año bueno para ver las lágrimas de San Lorenzo porque la Luna -menguante- tardó más en salir, según Marcos Villaverde, uno de los astrofísicos de Ciencialia. No pasaba desde hace 3 años y no volverá a ocurrir hasta 2018. Le fascina el cielo: «Tiene mucho misterio. Ahí hay un montón de cosas que en su momento no sabía qué eran, empecé a mirar al cielo y al final he terminado haciendo una tesis sobre esto». Con Ciencialia, su proyecto empresarial, procura transmitir ese conocimiento a los niños.
Clara tiene la voz suave y diminuta, y subió con su familia a Sierra Nevada el miércoles. Se divirtió. «He aprendido muchas cosas de los planetas que no sabía, como que las estrellas fugaces son piedrecitas», contaba Clara, que quiere volver el año que viene con sus hermanos mayores Beatrice y Eduardo. Él, interesado en el tema, se llevó la lección aprendida de casa. «Aunque nunca está de más repasar», comentaba. Sus padres, que asistieron encantados a la charla, se unieron después con sus hijos para observar el cielo con telescopios: «Hemos escapado del calor de Granada y ha merecido la pena porque tienen todo muy bien organizado».
A pesar de que Sierra Nevada se eleva miles de metros sobre Granada, la contaminación lumínica de la ciudad importa. «Sierra Nevada tiene muchos atractivos para observar el cielo: es oscuro, está elevado, el clima es seco...». Sin embargo, apunta Marcos Villaverde, «las luminarias de Granada no son adecuadas» y supondrían un derroche de energía y luz que afecta no solamente a la observación, sino también a los ciclos de vida que habitan en la zona. Por fortuna, «la presencia del observatorio asegura al entorno de Sierra Nevada la máxima protección legal contra la contaminación lumínica».
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Juanjo Cerero | Granada y Carlos Valdemoros | Granada
Lucía Palacios | Madrid
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