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TRIBUNAABIERTA

La guerra civil, setenta años después

JUAN C. GAY ARMENTEROS

Domingo, 29 de enero 2006, 01:00

LA editorial Atrio acaba de poner en las librerías la segunda edición del libro de Manuel Titos, 'Verano del 36 en Granada' y como no es frecuente que de los libros de tema local lleguen a venderse más de unos cientos de ejemplares, bueno es saludar con optimismo el interés que este libro ha llegado a despertar.

Decir que el tema de la guerra civil es ya un tema historiográfico clásico es un equívoco. Clásico en tanto que el tiempo pasado y la atención merecida por los historiadores, así como el rescate de muchos testimonios, le dan todo el peso de un tema que, aunque todavía dará mucho de sí, cuenta con un corpus bibliográfico muy intenso y extenso. Equívoco, porque el guerracivilismo impregna mucha de la bibliografía al uso. Es una cuestión que se hereda en la ideología, que obliga con frecuencia a tomar partido, y a tomarlo absolutamente, de modo que el resultado a fin de cuentas acaba siendo de una simpleza maniquea que asombra.

En el estudio y análisis de la guerra civil se va imponiendo, a pesar de la resistencia numantina de algunos, una visión de perspectiva respecto a lo mucho que se ha escrito al respecto. Los primeros tiempos fueron muy difíciles y continuadores de la guerra de ideas y de conciencias, fueron los estudios cuantitativos sobre los muertos. Pero el drama de la guerra radicó, además del número de víctimas, en lo que tuvo de incivilidad nacional, del fracaso de la posibilidad de entenderse entre españoles que simplemente pensaban de modo diferente, de la ruina física y moral de varias generaciones, del monstruoso esperpento que significó el fin de la razón política. La literatura sobre la guerra siguió siendo combativa y justificativa de una y otra parte.

Esta primera etapa de continuidad del enfrentamiento y la justificación, dará paso a unas reflexiones que intentan superar el maniqueísmo, ya que se quiere, en muchas de ellas, superar muchos de los paradigmas que hasta entonces se habían utilizado: desde la gloriosa cruzada contra la anti-España hasta los mitos estalinistas, muy utilizados por ciertos sectores de la izquierda, de una guerra en defensa de la democracia y contra el fascismo. Pero también el rescate de la tercera España, la que impotente quedó arrumbada ante el radicalismo de unos y otros y la que negó, con escasa fortuna pero con gran valor moral, el fatalismo de que la tragedia, por las razones enfrentadas de unos y otros, era inevitable.

El giro revisionista que en la historiografía sobre el siglo XX se está produciendo en Alemania y Francia, principalmente, también está ocurriendo en España en relación con la II República y la guerra civil, pero de forma más confusa que en otros países europeos. Yo diría que se pueden apreciar tres corrientes: por un lado, una corriente de recuperación de la memoria de los anónimos, de los que hasta ahora han estado casi sin nombre. Una segunda corriente que ha reavivado el guerracivilismo, propia de publicistas y periodistas y que desgraciadamente es la que llega más al gran público. Creo que se la puede denominar tranquilamente una corriente contaminante. Y una tercera, que encaja mejor en el revisionismo historiográfico europeo, más científica y reflexiva, aunque no obstante tiene que luchar continuamente con el reverdecimiento de la tentación guerracivilista, con el aditamento actual en algunas comunidades autónomas del mito nacionalista de una guerra civil entre España y el territorio en cuestión.

El libro de Manuel Titos pertenece a esta corriente científica y reflexiva. No lo podría haber publicado su autor, tal y como lo tenemos en las manos ahora, de no haber existido una literatura histórica que cada vez se aleja más del maniqueísmo, el revanchismo y la estupidez. Es un libro breve y enjundioso a la vez. No es una mera exposición, que por sí misma tendría su valor, porque el historiador defiende aquí una tesis importante. En algún libro mío he elucubrado, aprovechando las ideas de Madariaga, luego reelaboradas por Vicente Cacho y más tarde utilizadas por Paul Preston, sobre las tres Españas de la época contemporánea, aplicando el caso a Granada y lo que perdió la ciudad a consecuencia de la tragedia de 1936.

En el buceo de los archivos familiares y empresariales se encuentran, a veces, cosas insólitas. En el de la familia Rodríguez Acosta, ha encontrado Titos el material precioso y preciso que da cuerpo a este verano del 36 en Granada. Una familia que lo ha sido todo en la ciudad, rica, poderosa. Parte de cuyos miembros se marcha, cuando llega la época estival, de veraneo a Estoril y allí le sorprende el estallido y comienzo de la guerra civil. Los otros familiares que se quedan aquí, al tanto de los negocios entre otras cosas, cuentan a los de Estoril, en una correspondencia muy interesante lo que ocurre las primeras semanas de la guerra en nuestra ciudad.

El libro, en una primera aproximación tiene el aspecto de presentación narrativa, que sorprende por la riqueza de datos y noticias. El autor ha organizado el libro en una primera parte escueta e ilustrativa al mismo tiempo: no se empeña en repetir cómo se produce el comienzo de la guerra en Granada, mareando al lector con un aparato crítico a veces inútil, sino que sencillamente pone al lector en situación. La segunda parte del libro constituye el meollo del mismo: la correspondencia, hasta casi finales de agosto, donde se informa a la parte de la familia que ha quedado aislada en Portugal de lo que ocurre en Granada. Desde luego no es una mera transcripción de una carta tras otra, hay un análisis crítico muy útil a pie de página y un corpus fotográfico, de los archivos del periódico IDEAL que ilustra, como sólo la imagen puede hacerlo, la vida y la información que va saliendo de esa correspondencia.

Pero el texto de estos corresponsales sorprende todavía más por la frialdad de muchas de las noticias que dan y el entusiasmo, al mismo tiempo, sobre la situación granadina. Un entusiasmo matizado por reflexiones amargas sobre el desastre económico de la guerra. Hay que pensar en censuras y otras cosas, pero, con todo, queda un regusto de frialdad en el corazón cuando se informa de asesinatos y fusilamientos de gentes que, desde luego, los corresponsales y sus destinatarios conocían de sobra.

He aludido más arriba a que este libro es un libro de tesis, aunque tal vez haya que decir de descubrimiento. Como no podía ser de otra manera, en las páginas que abarcan las primeras semanas de la guerra civil en Granada hay una cuestión insoslayable, el asesinato de Federico García Lorca. No hace falta decir la tinta y la atención que esta cuestión ha merecido desde hace mucho tiempo, pero siempre ha existido una duda, la fecha exacta de la muerte del poeta. Titos hace una análisis, creo que en la práctica exhaustivo, de las distintas hipótesis y aportaciones y, finalmente, a la vista de lo que han dicho otros investigadores, él aporta un testimonio desconocido por los otros, un testimonio de esos que saltan en este tipo de documentación que son las correspondencias privadas, y que con precisión y sin rodeos dan en la diana de un tema debatido. El autor del libro, Manuel Titos, lleva razón al defender su aportación al tema lorquiano fijando la fecha precisa de la muerte del poeta. Las relaciones de los Rodríguez Acosta con los que dominan la situación en Granada ese verano del 36, su apoyo a la causa de los sublevados, hacen que la información que transmiten a Portugal sea escueta y precisa, sin circunloquios ni hipótesis. Setenta años después de la tragedia se podrán ponen todas las pegas que se quiera al descubrimiento de este libro, pero ninguna será definitiva ni podrá superar esa información dramática y, creo, exacta.

La cuestión de Lorca es importante pero no la única de las aportaciones de este libro. También lo he dicho más arriba: el pálpito de una ciudad está recogido con el conocimiento propio de los protagonistas, con las amistades y visitas que reciben y la observación impagable, día a día, tras los cristales de las ventanas del piso de la Gran Vía. No me equivoco mucho al decir que las ciento cincuenta páginas de este verano del 36 granadino forman ya parte de la bibliografía imprescindible sobre la tragedia hispánica en nuestra ciudad.

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