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MIGUEL J. CARRASCOSA SALAS
Sábado, 1 de abril 2006, 02:00
UN poeta albayzinero, amigos, de alta calidad, de alta cima, es ciertamente Narzeo Antino (José Ortega Torres), a pesar de su sencilla apariencia, de su sabiduría y probada erudición, escondidas bajo las frondas reverdecidas de su espléndido Carmen de Aynadamar, en pleno corazón del casco antiguo. Su discurso poético y su inagotable inspiración -que nos refiere en su hontanar a la escuela antequerano-granadina de nuestro siglo XVII (P. de Espinosa y Pedro Soto de Rojas)- ha dado y seguirá dando ubérrimos frutos de creatividad consolidada y brillante, simbólica y profundamente vital, como es fácil constatar saboreando el contenido de uno de sus primeros libros: 'Carmen de Aynadamar', Sevilla, 1974. Este precioso texto constituye un recorrido poético por la vida del autor, desde su infancia hasta 1972, en el que se incluyen inquietudes, interrogantes, atisbos , todo incardinado en el singular paisaje de Granada: la Vega, la Alhambra, el Albayzín, la Sierra, con alusiones tanto personales como culturales, históricas, ético-morales, etc.
A partir de la publicación de Carmen de Aynadamar, éste será siempre un tema enriquecedor y un obligado punto de referencia de Narzeo Antonio. Pero donde el tratamiento simbólico-vital de nuestro autor alcanza su mayor expresión -su inspiración más tensa- es sin duda en 'Ritos y cenizas' (Universidad de Granada, 1975). Un libro que cautiva, de fácil y agradable lectura, que los admiradores de Narzeo han acogido siempre con auténtica fruición por la belleza, armonía y precisión de los poemas y el brillante y logrado simbolismo de sus imágenes, en las que el autor se sumerge, unas veces en tono elegíaco, y otras, entusiasta, para describirnos, con inaudita soltura, el paisaje de Granada y sus contornos, al mismo tiempo que transfiere idénticas actitudes al paisaje interior de su conciencia (¿atormentada, revuelta, insatisfecha ?: «El cipresal insomne circunda / perfiles de crepúsculo. Tapices / de un recuerdo cautivo. / Mis raíces / tejen la urdimbre eterna de la vida. / Leñoso mástil de mi afán, uncida / por el viento tu llama. Chamarices / te esculpen la verdura, cicatrices / de la dicha solar. ¿Oh lengua herida! / Pronunciaré en las fuentes mi aventura / -alcázares de vidrio- deshojando / la madera sonora del olvido. / El collar del silencio me tortura. / Frenesí del ocaso cabalgando / atanores de sueño embosquecido». / ('Ritos y cenizas', Granada, 1975, p. 31).
A través de estos testigos y encuadres poéticos, admirablemente manejados por el autor, Narzeo Antino ha ido estructurando, con prodigiosa originalidad, la arquitectura coral, sonora y exigente de una obra consolidada y acorde, es decir, todo «un mundo de ritos, símbolos y mitos», hondamente abiertos a la insaciable curiosidad del lector. La poesía de Narzeo Antino pretende llegar, intencionadamente, al borde de las palabras, para seguir después -en expresión del profesor L. Cobiella- sin su apoyo hacia la alta profundidad de las resonancias. Pasa a continuación de la zona de lo entendido a la región de lo sencillamente sugerido. Las sugestiones -no lo olvidemos- son no pocas veces los armónicos del significado habitual. La personalidad de un sonido se cifra en sus armónicos; no tenemos por qué delimitar la expresión de una metáfora, de un símbolo vital y misterioso, ya que lo que se explica se abarca, se acaba; un cuadro queda explicado cuando simplemente se enmarca.
Nuestro autor, desde sus inicios, ha ido organizando su obra en conciertos unitarios, al modo sinfónico, a partir de cuatro trilogías, en donde se incluyen, además de los citados, 'Ceremonia salvaje' (1973), 'Hierofanía' (1981), Premio 'Federico García Lorca 1979', de la Universidad de Granada; 'La Diadema y el cetro' (1983), 'Diamante' (1987), 'Olvido es el mar', (1989), etc.
En 'Domus Aurea' (León, 1996, Premio Provincial de León 1994) Narzeo Antino centra su obra en tres movimientos o escenas enmarcadas entre el 'Umbral del alba' y el 'Nocturno de la huida'. El eje de todo el ámbito creativo de Domus aurea es el poema oracular de la Segunda Escena (es decir, la Parte central), que da título al libro, texto éste situado entre 5+5 espacios, a modo de emblemas epigramáticos. Las escenas Primera y Tercera -cada una con XIV poemas- cierran el horizonte entusiasta o añorado que cifra el paisaje íntimo y terrestre de la Mansión dorada.
Diremos, finalmente, examinando la obra de este singular poeta del Albayzín, que su modo peculiar de hacer poesía nos recuerda a Federico García Lorca, especialmente en sus libros 'Divant del Tamarit' y 'Sonetos del amor oscuro', técnica que reencontramos, inmediatamente después, en Luis Rosales y en J. A. Muñoz Rojas (Antequera), continuándose en nuestros días en la poesía singular y brillante de Antonio Carvajal (Premio Nacional de la Crítica, 1991), y, más recientemente, en la de Fernando de Villena. Veamos una muestra de cuanto afirmamos en la inspirada décima que nuestro autor dedica al albayzinero Carmen de Aynadamar, a modo de amorosa 'ofrenda': «Aynadamar el recinto / del amor. Y tu presencia / claro fulgor: inminencia / alza el afán nunca extinto. / Conjunto de laberinto / entreteje la colina / (sabio secreto de mina / tanta riqueza procura). / Huésped tú de la hermosura / donde la ofrenda culmina» / (De 'Diamante', Granada, 1978, p. 34).
Resumiendo: la poesía de Narzeo Antino se caracteriza, además, por una gran precisión conceptual, una lucidez humanista poco común y un lenguaje culto y sensual, que demuestra un hábil y logrado dominio de los registros y de las estructuras métricas. Si la palabra hablada o escrita da todo -todo el ser de quien la dice o escribe- bien podemos proclamar que los versos de este singular poeta del Albayzín -que son como «un vibrar de cuerda pulsada o un zumbar de abeja con la miel a punto»- merecen el supremo don de ser escuchados. Recordemos, con Luis Cobiella, que «oír y entender es sólo la antesala de la escucha: restan luego más interiores e importantes actitudes: acoger, abrigar, concebir Sentirse recibido equivale a sentirse oído, aceptado y hasta concebido». Pues todo eso y aun más es lo que realmente acontece en el interior de los lectores cuando tienen la gozosa oportunidad de leer los valientes, brillantes y bien construidos poemas de José Ortega Torres, nuestro admirado y admirable Narzeo Antino.
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