¿Fue masón Muñoz Torrero, obispo electo de Guadix?...

MIENTRAS Napoleón, emperador de los franceses, decía en España aquello : «Señores frailes, si tenéis la ocurrencia de mezclaros en nuestros asuntos militares, os prometo que os haré cortar las orejas »; mientras que, por el triunfo anglo/español de victoria, el Parlamento inglés otorgaba a Wellington el bastón de Feldmariscal, y las Cortes españolas, a propuesta de Argüelles, concedían al inglés la posesión real de la Vega de Granada, llamada el soto de Roma, en Cádiz, los partidarios de un régimen político nuevo, constitucional y liberal, se afanaban por organizar una nueva estructura estatal que sustituyera al antiguo régimen, articulando, al efecto, lo que sería la Constitución de 1812, conocida, luego, como 'La Pepa'.

En tales debates, el obispo de Orense insistía en la reunión por estamentos, recordando lo sucedido en Francia, ya que, de otra forma, posiblemente Fernando VII, como antes Luis XVI, podía perder el trono y acaso también la cabeza Frente al obispo de Orense, otro grupo, más progresista, porfiaba en lo contrario. Entre éstos estaban Toreno, Argüelles, Iguanzo, Calatrava y don Diego Muñoz Torrero.

Don Diego Muñoz Torrero, una figura singular descolgado del clero tradicional y de sus planteamientos teocráticos, y ya muy volcado en favor en favor de la libertad política, que le llevó a decir que «en España nunca se pudo pensar». A la sazón, era diputado por Extremadura. Y en la inauguración de las cortes sorprendió a todos con un discurso inusitado e inesperado en un clérigo austero que había sido rector de la Universidad de Salamanca. Un discurso tan novedoso que sería aprovechado, después, para redactar el juramento para gerentes y diputados. Una plaza fundamental en la estructura de aquellas Cortes.

En todo el bloque de la teoría liberal de aquellas Cortes y período, la influencia de Muñoz Torrero fue decisiva. Junto a Argüelles se centró, muy especialmente, en el problema de la libertad de imprenta, en contra de la postura opuesta del Inquisidor Riesco, con opiniones tales como que «la censura previa es el último asidero de la tiranía».

Y ello a pesar de que sus oponentes le advertían que, en España, toda libertad tiende siempre a desmadrarse, como demostraba el caso del 'Diccionario crítico burlesco', de Gallardo, alarde de grotesca impiedad todavía rara en España Pero, más allá de este asunto, Muñoz Torrero insistía en la abolición de la Inquisición, que con la ayuda de Argüelles e, incluso, del afrancesado inquisidor Arce, logró sacar adelante. Apoyó también la supresión del voto de Santiago, y paradójicamente la designación de Santa Teresa como copatrona de España

Pero, luego, llegó Fernando VII y la restauración del absoluto. Y la revisión de los actuado en las Cortes de Cádiz. Y la persecución de sus artífices y partidarios, en cuyo negocio Lord Wellington lograría que no se impusiese la pena de muerte nada más que a los huidos, aunque la lentitud de los Tribunales en condenar fue más clemente que las gracias, por lo que, para obviar tales demoras, el Rey optó por fallar él mismo, sin más, las causas pendientes. Y, como consecuencia de ello, todos nuestros citados protagonistas, con otros muchos, fueron a parar a las prisiones de África o de Castilla, o internados en Conventos, con prohibición de volver a la Corte.

Pero, de nuevo, cambiaron los aires. Y el Trienio Liberal, 1820/23, trocó los planes de Fernando VII Y don Diego Muñoz Torrero, presidente de la Junta Permanente de Cortes, fue presentado a la Santa Sede para obispo de Guadix, a la sazón vacante. Su correspondencia nos lo muestra como un hombre sumamente ceremonioso, modesto, humilde, recoleto y buen cristiano, y como vuelto de muchas cosas y aventuras Simultáneamente, en la catedral de Guadix, otros clérigos, canónigos, también fueron presentados para llevar mitras episcopales, tales como el arcediano Ramos para la diócesis de Segorbe, todo bajo la mirada escrutadora del inquisidor granadino Verdejo, también canónigo de Guadix y absolutista acérrimo con ellos, dos facciones claramente divididas y opuestas hasta mucho tiempo después. Pero como el Trienio duró poco, 1823, muchos de sus planes también se vinieron por tierra. Como fue el caso de la consagración episcopal de Muñoz Torrero, y no obstante que ya estaban preparados, en Guadix los festejos para tal acontecimiento, una mezcla de liturgia sociopolítica, incluso con los regalos propios del caso ya recibidos. La explicación oficial fue que las oportunas Bulas no se habían recibido de Roma, aunque si llegaron las del canónigo Ramos para la sede de Segorbe.

¿Qué había pasado? Se dijo, sotto voce, que los presentados, con don Diego Muñoz Torrero a la cabeza, eran masones, negocio, a la sazón de mucha actualidad. Y documentos informales, que yo he visto, abundan en esta explicación, que no confirmada en otras fuentes ¿Fue masón Muñoz Torrero, obispo electo de Guadix? Su pista, después, se nos va diluyendo en el tiempo,y parece ser que, tras esta peripecia, se aisló y acabó olvidado y abandonado, cuando no necesitado Inserto, don Diego Muñoz Torrero, en la casuística tan encendida y compleja de aquella época, uno no sabe qué pensar, si fue víctima del enfrentamiento político que, a la sazón. empezó a romper a la sociedad española, o por el contrario fue un 'submarino' destinado a la iglesia española Supongo que Ricardo de la Cierva no se extrañaría mucho de esta segunda hipótesis, aunque Francisco López Casimiro, el gran erudito sobre la masonería granadina, me dice nunca haber tropezado con indicios que confirmen tal versión. Pero ahora que, de nuevo, los temas masónicos están en candelero, y muchos archivos, incluso de la iglesia, especialmente del Vaticano, y otras fuente sí están abriéndose, quizá fuera el momento para dejar en su sitio el caso Muñoz Torrero, y contestar definitivamente a la pregunta que encabeza este artículo: ¿Fue masón, o no fue masón, don Diego Muñoz Torrero, obispo electo de Guadix?