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TRIBUNAABIERTA

La ciudad del desasosiego

EMILIO ATIENZA

Sábado, 5 de agosto 2006, 02:00

PODRÍA haber titulado este artículo 'Granada: Una agresión continua al Patrimonio' o 'Catálogo de los horrores urbanísticos', títulos como ustedes verán de corte cinematográfico, que darían mucho juego de plasmarlos en documentales que reflejaran todas las obras del actual gobierno municipal a lo largo y ancho de nuestra ciudad, sin la más mínima consideración para los verdaderos intereses y el sentir de sus ciudadanos. Con ellas Granada cada vez está más lejos de la Ciudad Soñada descrita por el mejicano Agustín Lara en su poema musical, parece más bien la 'Ciudad del Desasosiego', en referencia al libro del luso Fernando de Pessoa. Desasosiego, y mucho, es lo que embarga a la población de una ciudad donde los árboles no mueren sino que se les mata cementando sus alcorques o descarnando sus raíces o simplemente arrancándolos, aunque siempre con el pretexto de trasladarlos a otra zona de la ciudad donde, como los elefantes en sus cementerios, mueren sin incomodar en su lento y previsto fin. Ahora les ha tocado fenecer a los olmos de la Avenida de la Constitución, la reacción ciudadana obligó al Ayuntamiento a recurrir a un informe técnico para justificar el asesinato en masa de los ochenta y pico olmos de la Avenida de la Constitución, la razón es que podían dañar a los ciudadanos de la zona, terrible contradicción porque no sé que es peor si morir de un leñazo fulminante o intoxicados lentamente por los efectos de los gases de autobuses, camiones y vehículos de todo tipo, hasta hoy combatidos eficazmente por el oxigeno de los olmos, o quizás ¿es que el Ayuntamiento una vez terminadas las obras cerrará al tráfico la zona? No, la tala, en parte ya ejecutada al amanecer, es otra más que se suma a las muchas que le han precedido en el Violón, Severo Ochoa, Hípica, plazas de Albert Einstein y S. Isidro, Avenida de Madrid y un largo etcétera, ésta sin embargo era más apremiante que las anteriores porque sin árboles las máquinas trabajarán más rápido y las obras se podrán inaugurar antes de las próximas elecciones. Lamentable.

No deja de ser irónico que a algunos de estos espacios nuestro Ayuntamiento los llame zonas verdes, caso de La Caleta, la referida plaza de A. Einstein o los macetones de Reyes Católicos. La agresión a los árboles de la Constitución son un capítulo más de un dramático periodo municipal de sustitución de la vegetación natural y espacios verdes por el hormigón y la promesa de instalar árboles, escasamente desarrollados o de crecimiento lento, tiestos de gran tamaño o macetitas colgadas de ridículos postes, que ni de lejos suplen la función de enclaves verdes que como la placeta de San Isidro actuaba como auténtico oasis al final de la avenida de Madrid altamente contaminada, y más que lo va a estar con el nuevo paso subterráneo para vehículos y la supresión de los árboles de la zona. Todo se sitúa en un contexto de actuaciones difícilmente justificables, anodinas, absolutamente impersonales, que dan lo mismo para una ciudad que para otra, que está reproduciendo espacios clónicos, concebidos en serie para globalizar absolutamente todo, en beneficio de la burocracia y de las empresas estándar. Así hemos perdido el encanto de muchos rincones que sorprendían en nuestra ciudad a quienes la paseaban, donde existía esa capacidad de asombro que hoy está siendo aniquilada sistemáticamente, como digo, por la pasta del cemento.

En Granada, llevamos tres años de intervenciones urbanísticas desproporcionadas, injustificadas y la mayor parte de las veces innecesarias, a costa de un sacrificio fiscal de los granadinos más que notable y que, en una ciudad como la nuestra que hunde sus raíces en un pasado espléndido, sólo están consiguiendo diluir sus señas de identidad. Dice sabiamente el arquitecto y urbanista Eduardo Mangada que «cuando no hace falta cambiar algo, lo que hace falta es no cambiarlo» y es verdad, en eso consiste la elegancia y el buen hacer de un técnico urbanista, en no acometer obras innecesarias, y evitar tropelías como las que estamos viendo y sufriendo a diario, en nuestra ciudad del alma, en nuestra ciudad del desasosiego, con la consiguiente pérdida absoluta de las señas de identidad que la han caracterizado de generación en generación: en sus monumentos únicos y sus plazas, paseos, bulevares, jardines y callejuelas de barrios históricos.

No sé si la Avenida de la Constitución tendrá algún líder capaz de emular a la baronesa Thyssen pero desde luego la Asociación Granada Histórica hará todo lo que pueda para evitar esta agresión continuada, que tiene en nuestra opinión varias razones, y no es la menor la ausencia de un Proyecto de Ciudad. Desde Granada Histórica nos preguntamos si existe, y si así fuera, cuál es el de este Ayuntamiento, a menos de un año de finalizar su gestión lo desconocemos. Si sabemos de qué son capaces: tratar de matar al mensajero, aunque en esto lo tienen pero que muy difícil, con enlodazar no es suficiente, y más aún cuando se pretende con quién sólo tiene que soportar el legítimo orgullo de muchos años entregados a la defensa generosa de la ciudad, de sus gentes y de su patrimonio, y así se lo reconocen no sólo los socios de Granada Histórica sino los miles de ciudadanos que en estos días le han agradecido directamente su esfuerzo.

La respuesta a tanto desasosiego es la gran esperanza de que no haya mal que cien años dure ni ciudad que lo soporte.

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