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JUAN LUIS TAPIA
Martes, 24 de octubre 2006, 11:50
Eres tan criminal como tu padre». La extrema dureza de esta frase fue la que movió a Inés Sánchez a conocer la verdad. Inés quedó huérfana a los diez años y fue criada por sus tías hasta que con 17 años decidió buscar la verdad. «Mi padre era cariñoso, religioso, jugaba con nosotros en el jardín, al parchís, y era un padre que me quería, y yo era su ojito derecho», dice Inés.
Ella no podía comprender el odio de sus tías hacia su progenitor. «En mi casa, a través de mi familia escuchaba cosas horribles sobre él, pero en la calle, la gente, me contaba maravillas», confiesa Inés Sánchez. «A mi padre le gustaba la poesía, el baile y toda la gente del Sacromonte lo conocía e incluso ahora hay quien se acerca a mí y me cuenta cosas buenas de él», insiste.
Un día, tras abandonar a sus tías, decide ir en busca de sus padrinos para saber quién era aquel hombre de quien recibía opiniones tan diversas. La verdad salta en una frase lapidaria: «Tu padre era verdugo y hay una película sobre él».
Se trataba de Bernardo Sánchez, quien era originario no de Granada sino de la localidad sevillana de Carrión de los Céspedes. Estando en Sevilla, Bernardo es nombrado 'decano ejecutor de sentencias'. «Mi padre había enviudado recientemente cuando llega a Granada y conoce a mi madre en una zambra del Sacromonte, y luego me tuvieron a mí», relata la hija de Bernardo. Inés posee una rica colección de felices recuerdos infantiles sobre su padre. «Nos sentaba a mi hermano y a mi en sus rodillas y todo era perfecto. Mi casa siempre estaba llena de gente, porque mi padre era muy dado a prestar ayuda a la gente», comenta Inés.
La película
Bernardo Sánchez fallece el 25 de marzo de 1972, cuando su hija sólo contaba seis años de edad, pero cuando cumple los diez años fallece su madre, y queda huérfana. Unas tías serán las encargadas de cuidarla hasta que decide abandonarlas. Nada más enterarse de la profesión de su padre y de la existencia de una película sobre él, decide buscar el filme. La película no es otra sino 'Queridísimos verdugos', del realizador Basilio Martín Patino, un documental rodado en 1971 en Granada y en el que Bernardo Sánchez habla de su 'profesión' y de las razones que le llevaron a ella. La película sufrió la censura y fue estrenada durante la Transición. «No pude dar con ella hasta que encontré la productora, porque quería saber por qué mi padre se dedicó a ese trabajo», relata Inés.
La hija de Bernardo confundió aquel documental con la película de Luis García Berlanga, 'El verdugo', un soterrado alegato contra la pena de muerte estrenado en pleno franquismo y protagonizado por el genial José Isbert. La confusión dificultó el hallazgo del filme de Martín Patino. Inés quería saber cómo su padre, una persona admirada y querida por la gente, pudo ser un 'decano ejecutor de sentencias'. «Él no pegaba en ese trabajo», confiesa.
Hace poco más de un año recibía una copia de la película y una nota de la productora. «La puse y entonces pude ver su cara y su expresión, cómo hablaba de su trabajo, y para mí aquella película ha sido el mejor psicólogo porque me ha dicho la verdad», comenta.
«Mi padre nunca hablaba de su trabajo y sólo sé que recibía una carta certificada y que se marchaba de viaje, porque los verdugos nunca hacían su trabajo en la ciudad en la que residían», comenta Inés.
Última ayuda
«Procuraba colocarle la capucha al condenado antes de que viera su rostro, porque no quería que lo último que viera aquella persona fuera su cara», dice Inés. Antes de acudir al cadalso, a garrote vil, «les hacía rezar el Credo y les decía: 'Dichoso el que puede pasar el umbral de la muerte y desgraciado el que se queda en este mundo, que es un valle de lágrimas». El interés de Bernardo Sánchez por los condenados se extendía a sus familiares. «Antes de ejecutar al reo se interesaba por su caso y por el estado de su familia, cómo se quedarían sus seres queridos e incluso les ayudaba en lo que podía», dice la hija de Bernardo.
Los 'decanos ejecutores' utilizaban para su trabajo un instrumental, el garrote vil, que llevaban en un maletín. «Yo nunca vi ese maletín ni nada de eso, porque nunca se hablaba en casa de su trabajo», cuenta la hija de Bernardo.
El verdugo granadino, paradojas de la vida, tuvo que ejecutar a una prima de su primera mujer y a un familiar de los padrinos de su hija. Inés está convencida de que su padre «se vio obligado a ese trabajo, porque como dice en el documental: 'La familia pesa mucho'».
«Me siento bien -dice Inés- y muy orgullosa porque se conocerán las dos facetas de mi padre y soy consciente de cómo llevaba su trabajo y que él nunca se jactaba de ese trabajo, porque era consciente de donde se metía».
Inés señala que una prueba de la calidad humana y del recuerdo que muchas personas guardan de su padre es que «ser la hija de Bernardo Sánchez me ha abierto muchas puertas». «A los 21 años -añade- no tenía tarjeta médica y gracias a un amigo de mi padre pude conseguirla, porque yo fui la que recibió la pensión que me querían quitar, ya que su primer hijo, que habría heredado su trabajo de verdugo, no quiso saber nada de él».
Pena de muerte
Inés Sánchez dice no estar de acuerdo con la pena de muerte, «pero tampoco con lo que hay ahora y creo que se deberían endurecer las condenas». Dice desconocer el número de personas a las que Bernardo Sánchez ejecutó, «porque no sé el año en el que se le nombró verdugo, pero en tres años pudo participar en un mínimo de seis ejecuciones». «Aquí -sentencia- todos somos ejecutores, sentenciamos y ejecutamos».
Hace un año Inés Sánchez se encontró con Basilio Martín Patino, quien le propuso participar en un nuevo documental en el que recorrerían los lugares granadinos en los que rodó a su padre.
La idea consistía en que Inés narrara sus experiencias y sensaciones, su condición de hija de verdugo. El documental puede verse estos días en el Centro José Guerrero con motivo de una muestra audiovisual del director Basilio Martín Patino titulada 'Paraísos'.
El nuevo trabajo, filmado a la sombra de la Alhambra, muestra las reflexiones y emociones de Inés al enfrentarse a la figura de su padre. «Me siento bien, porque conozco su lado humano», dice esta superviviente de la verdad.
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