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TRIBUNA

Sueños del Albayzín

FIDEL VILLAR RIBOT

Jueves, 23 de noviembre 2006, 04:00

INDEPENDIENTEMENTE de la moda -con su impuesta tiranía-, la novela histórica parece que ha empezado a gozar en España de un raro éxito. No es éste el momento para analizar las razones que hacen posible la fortuna editorial de la que la Novela Histórica posee en la actualidad: cualquier empresa de publicaciones tiene en su catálogo la novela histórica como fenómeno comercial.

Bien es verdad que, entre todo ese marasmo comercial, hay un despilfarro conceptual en el que se diría que cabe cualquier cosa. ¿Y así nos va! Esto sí que necesita de unas precisiones porque, bajo el membrete de novela histórica, se publica de todo, siendo casi siempre menos 'histórico' lo que más se publica y más se publicita.

Porque cuando se habla de Novela Histórica no habría que alejarse de las pautas establecidas por obras como 'La muerte de Virgilio' de Hermann Broch, 'Memorias de Adriano' de Marguerite Yourcenar o 'Yo, Claudio' de Robert Graves, por citar sólo unos pocos referentes capitales y que nunca deberían dejar de ser inolvidables.

Habría que partir de la idea de que, en puridad, cualquier novela es histórica en sí misma ya que el novelista, cuando escribe, lo hace siempre en un contexto determinado. Lo que se cuenta es inevitablemente materia histórica. Y, se mire por donde se mire, esa narración es palabra puesta en un lugar y en un tiempo concretos. Y, si no es el tiempo la materia esencial de la historia, ¿qué es la Historia?

Otra cuestión es que, cuanto se narre, sea entonces un discurso que versa sobre acontecimientos históricos. Y aquí el problema se convierte inevitablemente en debate permanente. Debate que, por los lógicos motivos de extensión, tampoco es en principio el lugar para desarrollarlo ahora. En cualquier caso, sí se hace conveniente ir sentando unas cuantas ideas básicas para que los posibles lectores no se lancen a adquirir cualquier cosa que se reclame como novela histórica, lo que no deja de ser sino un producto comercial con el reclamo de un boato publicitario puntualmente excesivo. Así, un excelente ejemplo de lo que sea una buena novela histórica lo hallamos en la reciente obra de Carolina Molina (Madrid, 1963) titulada 'Sueños del Albayzín' (Rocaeditorial). Esta escritora ya nos sorprendió antes con su fascinante 'La luna sobre la Sabika', otra historia con Granada en el centro de la trama.

La acción de la pulcra narración de 'Sueños del Albayzín' discurre durante cincuenta años del siglo XIV. Y no se deje de lado que estamos hablando de un producto de pura ficción. El entramado establecido mezcla muy hábilmente los personajes novelescos con los históricos. En realidad, esto es lo menos importante. La clave fundamental radica en la verosimilitud que emana del escenario escogido. Ahí es donde auténticamente está el carácter histórico como valor primordial que concede la oportunidad de incluir, por derecho propio, a esta novela dentro del género en cuestión. La abundante forma dialogada le confiere a todo el relato un cierto carácter de leyenda, muy en la línea de la propia prosa fantástica andalusí, lo que viene a favorecer que el mensaje se ofrezca de una manera muy similar a la fabulación oral.

Lo mejor de 'Sueños del Albayzín' es el proceso de ficcionalización que discurre paulatinamente en la novela y en el que lo real subyace a lo largo de la propia estructura narrativa. En tal sentido, el contenido profundo de este relato se plantea en los términos cruciales de saber si la Historia es Sueño o Realidad. Y no sólo por quién la cuente. Y aún más: en la memoria, ¿el tiempo engaña? Porque el pasado puede que sea siempre una ficción.

Pero en 'Sueños del Albayzín' ha de ser exclusivamente el lector el que decida después de haber invertido su tiempo en su deliciosa lectura. Y es que Carolina Molina nos introduce, sin el menor gesto abrupto, en el ambiente que se vive en la Granada del bullicioso reinado de Yusuf I y en el que tanto Said Ibm Tammím como Asha -protagonistas ficticios- coexisten con personajes de la relevancia del gran polígrafo lojeño Ibm al-Jatib, autor, entre otras muchas obras, de una imprescindible Historia de los reyes de la Alhambra`.

Como dijo Voltaire, "los hechos y las fechas son el esqueleto de la historia; las costumbres, las ideas y los intereses son la carne y la vida de la misma". Y ése es sin duda el mensaje de sinceridad que se desprende de esta novela, escrita por quien sabe a la perfección de qué se está hablando. (La documentación es la única honradez del novelista de este género, pero no debe ser el rutilante destello que deslumbre.)

Y luego, de forma inmediata, el lector lo corroborará con su placer: el gusto de compartir otras vidas y otra Historia, bien contadas.

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