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Un robot opera el cáncer de próstata con más éxito que la cirugía convencional

España cuenta con tres equipos 'Da Vinci', que evitan la incontinencia urinaria y reducen el riesgo de impotencia sexual

FERMÍN APEZTEGUIA

Sábado, 23 de diciembre 2006, 03:27

¿Se metería usted en un quirófano sabiendo que será un robot quien le ande en las tripas? ¿Depositaría en una máquina la responsabilidad de extirparle un tumor?

La robótica ha avanzado tanto en algunos ámbitos de la medicina que hoy es posible ser intervenido con éxito contra un cáncer de próstata sin que el cirujano que dirige la operación toque con sus manos al paciente. El 'milagro' es posible gracias a un sistema quirúrgico de vanguardia bautizado con el nombre de 'Da Vinci', como el genio del Renacimiento italiano.

El equipo, que se controla a distancia desde la misma sala de operaciones, es capaz de alcanzar con sus brazos lugares donde los dedos de un médico, por mucha pericia y experiencia que acumule, nunca llegarían. Las intervenciones con este procedimiento son más largas, pero como contrapartida mitigan notablemente efectos secundarios tan molestos como la incontinencia urinaria y tan indeseables como la impotencia sexual.

El robot, en realidad una máquina que ayuda al cirujano a manipular los instrumentos, lleva el sello de la industria armamentística de Estados Unidos. En 1980, el Ejército de las barras y las estrellas se propuso diseñar un artilugio que permitiera intervenir a los soldados heridos en el campo de batalla sin que el cirujano responsable tuviera que moverse de su centro de operaciones, en Washington. Lo logró, en parte. El 'Da Vinci' ha llegado a arrancar el tumor de un paciente en Francia mientras era controlado desde Estados Unidos.

Como una nuez

El éxito fue relativo. «La distancia era tan larga que el canal de comunicación no funcionó. Los brazos del aparato se movían en Europa con un segundo de retardo desde que se enviaban las órdenes. Era demasiado tiempo», explica Gaspar Ibarluzea, miembro del equipo Urología Clínica, de Bilbao, uno de los tres centros de España que disponen de la técnica. Los otros dos son la Fundación Puigvert de Barcelona y el hospital Clínico de Madrid.

El fracaso, entre comillas, de la Armada estadounidense se convirtió en el progreso universal de la cirugía de la próstata. El robot 'Da Vinci' constituye ya «el procedimiento más seguro y perfecto posible para la cirugía prostática», según demostró un reciente estudio realizado en Estados Unidos. Tanto es así que la máquina se ha extendido a nuevos campos de la medicina, como la cirugía cardiaca, el tratamiento contra la obesidad mórbida y determinados procesos de otorrinolaringología.

La próstata es un órgano del tamaño de una nuez, encargado de segregar fluidos que forman parte del semen y de vertirlos a la uretra, el conducto por el que se expulsa la orina. Su crecimiento incontrolado provoca una enfermedad benigna que se llama hiperplasia y que se caracteriza por la necesidad de orinar con frecuencia con un chorro débil y entrecortado. El problema es que el cáncer de próstata -el segundo más mortal, por detrás del de pulmón- suele presentarse a partir de los 60 años con estos mismos síntomas.

Todo no son malas noticias. La mayor esperanza de vida y la disposición de mejores medios han contribuido a detectar a tiempo a un mayor número de afectados. Ese logro ha sido posible gracias a una prueba tan sencilla como un análisis de sangre, que permite diagnosticar la enfermedad mediante el estudio de la presencia en la próstata de una proteína llamada PSA. «Hoy estamos en condiciones de reconocer esta patología cuando ni se ve, ni se toca, ni se siente», afirma Ibarluzea.

La 'opción de oro'

El cáncer de próstata se ha venido tratando tradicionalmente mediante cuatro técnicas. A la radioterapia, cada vez más en desuso, se suma la inyección en la glándula de semillas radiactivas, una opción que se reserva para pacientes jóvenes sexualmente activos. Opciones más extendidas son la crioterapia, que consiste en congelar la próstata, y el uso de ultrasonidos para conseguir ese mismo efecto con calor.

La 'opción de oro' frente a todos ellos es, sin embargo, la cirugía radical. La operación tradicional consiste en abrir una incisión en el vientre de unos 20 centímetros y extraer la glándula mediante laparoscopia, una técnica mínimamente invasiva que permite visualizar el abdomen en dos dimensiones gracias a una microcámara. Esta intervención dura en torno a una hora y conlleva una pérdida importante de sangre. La recuperación es prolongada, el riesgo de incontinencia, mayor; y el de impotencia, del 80%.

La cirugía con el 'Da Vinci' dura de dos horas y media a tres, pero con ella la posibilidad de sufrir pérdidas de orina es prácticamente nula y la de padecer impotencia sexual se ha reducido a más de la mitad, entre el 30% y el 40%. El robot es el único mecanismo que ofrece al cirujano una imagen en tres dimensiones y una movilidad total por las vísceras del paciente. Las ventajas para el afectado se traducen en una operación menos dolorosa y con menor riesgo de infección, que deja cicatrices más pequeñas y permite una recuperación más rápida. El 75% de los enfermos diagnosticados a tiempo es candidato a ser intervenido con el 'Va Vinci'. Este es el momento de responder a las preguntas planteadas al principio.

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