r. i.
Lunes, 12 de marzo 2018, 17:06
¿Pueden imaginar lo que siente al dar 109 vueltas al Sol? ¿Se imaginan celebrando su 109 cumpleaños? Ella lo ha hecho hoy. Ella, Ángeles Morillas, una granadina legendaria que es historia viva de nuestra provincia. Con un espíritu joven y un aspecto envidiable, nos unimos, un año más, a la celebración de su aniversario. Una maravilla tan impresionante como su propia vida.
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¿Es la granadina más longeva? Probablemente. Ocho hijos, diecisiete nietos y veinte biznietos bien merecen una enorme felicitación, ¡felices 109 años!
Antes de ser mujer trabajadora fue niña trabajadora. Ángeles Morillas García ha cumplido 109 años este 12 de marzo de 2018. Su extensa vida es prácticamente su vida laboral y es que desde que era pequeña comenzó a ayudar a la familia en las tareas del campo. Entre sus tareas estaba el espigar, sembrar, recoger… "y todo lo que había que hacer". Así fueron sus primeros años de vida y de trabajo en su pueblo, Marchal. Su vida se resumen en una frase: "Trabajando, trabajando, trabajando…, en casa, en el campo y en todo lo que me han echado".
Su vida laboral y sus ocho hijos en casa dejaron poco tiempo para las alegrías, aunque se resumen en ocho hijos, diecisiete nietos y veinte biznietos. Ángeles recuerda aquellos tiempos con una mirada que parece escudriñar en su memoria algún momento que no haya sido el de las obligaciones de la casa y el trabajo. Ahora, quizá, piensa ella se vive mejor y aunque la gente se queje, opina, ahora se vive bastante mejor.
Se casó a los veinte años con Manuel Travé. El trabajo de casa tuvo que alternase con el trabajo en una pequeña taberna que montó en el pueblo. El local, en que los vecinos alternaban algún que otro vaso de vino con algún cante o baile, daba un poco de diversión y entretenimiento al pueblo, pero también trabajo para Ángeles.
Poco después, quizá buscando mejor suerte y prosperidad, marchó desde Marchal a Granada donde regentó la Pensión Río, en la calle Reyes Católicos, "muy cerca de Plaza Nueva". Fueron nueve años duros de trabajo en los que toda la familia se implicó en sacar el negocio adelante e, incluso, sus hijas "que estaban ya grandecillas" también echaban una mano.
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La familia de Ángeles regresó a Marchal. Desde entonces se dedicó a su casa por completo, que ya le daba bastante trabajo. Su esposo tenía un carro con el que transportaba la remolacha hasta Benalúa, donde estaba la fábrica. Una parte de su tarea entonces era acercar la comida al campo o alimentar a los animales y "todo eso me lo echaba yo en las espaldas", comenta.
Hoy Ángeles descansa en casa de su hija de una vida llena de trabajo y del cuidado de una casa. Quizá sea demasiado descanso para una mujer inquieta. "Me siento y me echo una siesta para no seguir sentada", comenta. Algún paseo por los alrededores de su casa con el andador y la tele ha ido dejando poco a poco espacio en su entretenimiento, aunque hasta hace muy poquito tiempo era fiel al concurso 'Pasapalabra', según relata su hija Encarnita, con la que vive.
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