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RAFAEL GAN
Lunes, 17 de mayo 2010, 04:05
A la entrada de La Garnatilla, pequeño pero bello anejo motrileño, Laura García llora de emoción, sin poder evitarlo. Son lágrimas argentinas, su nacionalidad, pero también españolas, las mismas que derramaron sus abuelos cuando, a principios del Siglo XX, se alejaron de su tierra natal, en concreto de la localidad de Los Tablones de Motril, para emigrar al gran país de la Pampa y el tango. Y ahora, al pisar por primera vez la cuna de sus antepasados, no puede reprimir los sentimientos: de alegría, de emoción, de alivio, de esperanza, de gratitud... Con manos firmes sostiene la estatua de una pequeña y sonriente virgen: es la imagen de Nuestra Señora de los Desamparados, una réplica de la patrona de Albardón, ciudad argentina de 21.000 habitantes, perteneciente al estado de San Juan -700.000 personas censadas- en donde ya viven unos 5.000 descendientes de motrileños que mantienen vivo el recuerdo del terruño de sus ancestros. «Esto es algo muy hermoso, el hermanamiento de dos pueblos tan alejados en la geografía pero tan cercanos en los sentimientos que se materializa en esta madre, la madre patria», resume uno de los 50 argentinos, descendientes de motrileños, que visitan el municipio durante estos días en lo que supone la continuación del hermanamiento Motril-Albardón iniciado en junio de 2009.
Una estatua de escayola, obra de Luis Fernández Mota, realizada con puñados de tierra de todos los rincones de San Juan y que, tras recorrer las cuatro esquinas del estado argentino, acaba de llegar a tierras motrileñas. Hace apenas unos minutos que la virgen, tras un largo viaje pleno de peripecias, ha salido de un coche y ahora es sostenida por Osvaldo, Adolfo, Luis, Mario... No faltan manos para acoger a la imagen que es procesionada hasta la iglesia y recibe el homenaje del coro rociero.
Y en el camino se producen los encuentros de argentinos y motrileños: besos y abrazos, preguntas sobre el parentesco, la confirmación de los lazos de sangre, «somos primos segundos por parte de madre», «yo soy de los Cabrera», «tu tío abuelo trabajaba en el cortijo Oliver»... Lágrimas, vuelcos de corazón, fotografías en las casas de los ancestros, abrazos prolongados. «Esto es tremendo, es un sentimiento difícil de expresar el mero hecho de estar aquí, de poder tocar las piedras que tocaron mis abuelos, de pisar este piso por el que ellos anduvieron», comenta Osvaldo López, de 69 años. Quien, a pesar de un largo viaje de 38 horas y miles de kilómetros, con el cansancio reflejado en sus ojos, tras las gafas, no ha podido dejar de mirar un segundo por la ventana de autobús desde que llegó el grupo de Albardón el pasado viernes al aeropuerto de Madrid.
«Tengo que memorizar todos estos sitios por los que paso, los pueblitos que hay hasta llegar a Motril para luego contarlo en la Argentina», dice y repite las localidades. «No te quejes, Osvaldo, que nosotros apenas hemos echado 30 horas pero nuestros abuelos hicieron un largo viaje de hasta 40 días en barco», le suelta Miguel Hidalgo, bodeguero sanjuanino quien, a sus 83 años y recién operado de cataratas, ha hecho el esfuerzo de venir a España, de 'ver' la 'tierra prometida'.
Prometieron volver
Porque como él, muchos de los presentes habían prometido regresar a Motril alguna vez en la vida por ellos, por sus antepasados. Y en la comida de hermanamiento ofrecida en el Club Naútico no ha parado Miguel de contar historias de barcos llenos de españoles, muchos de ellos motrileños, que entre 1890 y 1920 salían desde el puerto de Cádiz, rumbo a Buenos Aires o a Sao Paulo, en Brasil, en busca de una vida mejor.
Por eso hoy, en los bancos abarrotados de la parroquia de San Cecilio, junto a las autoridades motrileñas y argentinas, se sientan los descendientes de muchas familias del municipio granadino, la mayoría de Los Tablones, La Garnatilla, de los cortijos o Torrenueva, pero también de pueblos cercanos como Jolúcar, Lújar, Gualchos, Fregenite, Rubite... Son los Hidalgo, Lahoz, Maldonado, Sabio, Montilla, Cabrera, Martín, Puertas... Y muchos apellidos más que lucen con orgullo al otro lado del Atlántico, mezclados con nombres tal vez poco frecuentes para España -Argentina, Osvaldo, Humberto, Graciela- en lo que supone ya de hecho un hermanamiento de culturas, de vivencias... «No quiero llorar más aunque no paro de emocionarme y ya no me quedan lágrimas», comenta José Antonio Gallardo, uno de los promotores de este sentido hermanamiento junto a Alfredo Ortega, de La Garnatilla, que han hecho venir a Motril a medio centenar de personas, mayores sobre todo e incluso algunos octogenarios, que llevan todos una historia grabada en la cabeza y en el corazón.
Es el caso de Osvaldo Montilla, argentino de abuelo paterno de Los Tablones y abuelo materno de Torrenueva. Es la primera vez que pisa suelo español acompañando a su padre de 82 años y que está descubriendo in situ todo aquello que le contaban de niño. «Tantas veces el abuelo hablando de su España, de su Motril. y es que aún guardamos algunos discos de fandango que él metió en la maleta», relata. Y confiesa que, agradecido por el hermanamiento auspiciado por el Ayuntamiento de Motril, le va a faltar tiempo para ver todos los lugares que desea visitar, empezando por las ruinas del cortijo familiar, junto a su primo Pepe Lahoz.
Como él, todos y cada uno de los participantes en el hermanamiento Albardón-Motril tienen esta semana un programa oficial, cargado de actos que ya han incluido una recepción oficial en el Ayuntamiento de Motril, la inauguración del mirador de Albardón, la gala musical 'Raíces comunes' en el teatro Calderón o las jornadas sobre inmigración de los próximos días, pero, sobre todo, un programa personal, de búsqueda de las raíces propias, de reencuentro.
«Es la culminación de un sueño, de una promesa que le hicimos a nuestro abuelo, emigrado en 1889, de visitar su cuna natal», comentan al unísono Nora Rodríguez y Eva Argentina Sánchez, agradecidas y emocionadas de ser protagonistas de este hecho histórico que ha supuesto fijar en el mapa dos lugares tan lejanos en el mapa pero tan próximos en el corazón: Motril de España y Albardón de la Argentina.
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