![La pasión de Eugenia de Montijo](https://s2.ppllstatics.com/ideal/www/pre2017/multimedia/granada/prensa/noticias/201005/18/fotos/3144010.jpg)
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JUAN LUIS TAPIA jltapia@ideal.es
Martes, 18 de mayo 2010, 04:06
«¿La señorita Eugenia de Montijo continúa siendo señorita?» Así se mofaba la prensa amarilla de la época (1853) de la granadina que Napoleón III había escogido para ser emperatriz de Francia. Porque, a sus 27 años, Eugenia de Guzmán y Kirkpatrik, condesa de Teba, hija de los condes de Montijo, arrastraba fama de ser la aventurera más ambiciosa y falta de escrúpulos de Europa. «Como escribió Próspero Merimée en 'Le Moniteur', aludiendo al poderoso atractivo sexual que Eugenia ejercía sobre los hombres: 'La boda del emperador es el resultado de una erección y no de una elección'», explica la escritora y periodista Pilar Eyre, autora de 'Pasión imperial' (Ed. Esfera de los Libros).
«Y el primo del emperador, Plon Plon, compañero suyo en la larga batalla por el poder, se lamentaba públicamente: 'No valía la pena haber luchado tanto para casarse al fin con una puta'», añade la periodista y colaboradora de espacio rosa 'Sálvame'.
Según Eyre, existe «una Eugenia de Montijo mas allá de las edulcoradas películas y canciones que hemos conocido aquí en España, descarnada, real y tan humana que muchos han preferido mantenerla en secreto». «El silencio y la ocultación hipócrita nos han hurtado una vida llena de sucesos prodigiosos y una mujer carismática capaz de lo más grosero y lo más heroico; pero nunca jamás una española ha tenido tanto poder como ella ni ha dejado una huella más indeleble en la Historia», comentó la escritora.
Entre los tópicos romanticones que Pilar Eyre destroza de la vida de la granadina Eugenia de Montijo figura su padre, «quien probablemente, no fue el estrafalario conde de Montijo, sino uno de los amantes de su madre, el diplomático inglés Clarendon, al que alternaba con Merimée, Jakob Rothschild, el torero 'El Sevilla' y su primo Fernando de Lesseps».
Un cataclismo
Cuenta la leyenda que Eugenia nació en Granada en mitad de un terremoto, y tuvo una infancia bohemia y vagabunda poblada de flamencos, prostitutas, prestamistas, bandoleros, duques y pordioseros.
«Se enamoró y fue rechazada, intentó suicidarse por amor y fue acosada por los amantes de su madre. La promiscuidad, el libertinaje, la ruina, el desprecio social, pero también los libros, el romanticismo y el amor a la belleza, acunaron sus años de juventud en la corte de Isabel II».
Para la autora de 'Pasión imperial', Eugenia, al confirmar su enlace con Napoleón III, quiso superar a su hermana, su eterna rival, quien logró casarse con el duque de Alba. El emperador era «un aventurero como ella. Hijo del hermano de Napoleón Bonaparte, el ex rey Luis de Holanda, y de la hija de la emperatriz Josefina, Hortensia de Beauhernais, vivía de las mujeres y para derrocar al rey de Francia conspiró, sufrió prisión y destierro hasta que al fin fue coronado».
Relata Eyre que Napoleón «se volvió loco por la bellísima pelirroja, quien se dedicó a enardecerlo con una táctica tan antigua como eficaz: negarle su virginidad, porque al fin la señorita de Montijo continuaba siendo señorita».
Promiscuo
«El deseo por Eugenia se apagó después de una noche de bodas tan salvaje como decepcionante», señala la biógrafa. Napoleón el Pequeño, como le llamaba Víctor Hugo, fue diagnosticado por su médico como «un torturado de la carne». Dicen que se acostaba con tantas mujeres que tuvieron que diseñarle una silla especial para practicar sexo. «Mientras, Eugenia, que lo detestaba, se dedicaba a cambiar Francia, los mapas y el siglo: dio ideas para convertir París en la Ciudad de la Luz, apoyó la instauración de un imperio en México, financió la apertura del canal de Suez, consiguió que por primera vez se concediese la Legión de Honor a una mujer, abogó por el sufragio femenino y las ideas humanistas, pero también inventó el estilo decorativo Napoleón III, descubrió al genial modisto Worth y dictó la moda durante decenios, ideó la crinolina, el perfume, los collares de chatones, el maquillaje, el color malva -que tenía el tono exacto de sus ojos- y a la mujer moderna», destaca la escritora catalana. «Y conoció al fin el amor delirante y clandestino por un hombre tan fascinante como ella», añade.
La escritora ha utilizado como base documental para la novela «periódicos y semblanzas biográficas contemporáneas de Eugenia, que fue portada de la revista 'Life' y alimentó los numerosos magazines de entretenimiento 'pour les femmes' que se publicaban en aquellos años, e inspiró la inmortal Carmen de Merimée». «También -añade- he utilizado los pasquines, nunca traducidos al castellano, en los que se la llamaba puta, lesbiana y española de m.».
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