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IÑAKI ESTEBAN
Lunes, 24 de mayo 2010, 05:53
El primer ejemplar de 'Playboy' salió en noviembre de 1953 sin número ni fecha, financiado por un grupo de amigos entre los que se encontraban Hugh Hefner y su mujer, Millie Williams. Imprimieron 50.000 unidades de una revista que contenía artículos sobre jazz, sobre las cargas económicas derivadas de los divorcios y un reportaje sobre el diseño de muebles para la «oficina moderna». También incluyeron una foto de Marilyn Monroe en color que otros habían rechazado para evitar denuncias por obscenidad. Y ahí pudo estar la clave de su éxito.
Del primer número se vendió toda la tirada. Seis años después, en 1959, la publicación llegó al millón de ejemplares mensuales y se situó en el primer puesto del ránking de revistas en Estados Unidos y, a finales de los años sesenta, culminó su escalada con seis millones de copias.
'Playboy' ha sido una asombrosa aventura editorial que ahora llega a los ordenadores y a los móviles y que ha dado beneficios que se cifran en miles de millones de euros. Pero también ha significado algo más; un sueño y un modo de vida imaginario, un ideal de masculinidad contrario al del hombre casado, residente en una urbanización de las afueras y aficionado a los deportes, a la caza y a la pesca, típico en Estados Unidos -y más allá- durante los años cincuenta.
En sus páginas se ha fantaseado con el ático de soltero, la cama redonda, para dormir y trabajar, el hombre liberado pero amante de la vida hogareña, cálido y en contacto con las mujeres. En vez del ciervo en los bosques, el conejo en su madriguera: de ahí viene el célebre logotipo de la famosa revista. El mismo Hefner ha encarnado el ideal de 'Playboy' con su imagen característica y global, vestido con pijama, batín y zapatillas de casa: un uniforme con el que ha querido abanderar una revolución sexual y cultural.
Una obra de la ensayista Beatriz Preciado (Burgos, 1970), 'Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en 'Playboy' durante la Guerra Fría', aborda el ideario y las prácticas de Hefner. La escritora descubrió a su personaje cuando estudiaba en Nueva York durante una noche de insomnio. Mientras veía la televisión, escuchó al dueño de la revista hablando de la importancia de la arquitectura. «Palabras como 'domesticidad', 'liberación espacial' y 'ático de soltero' tenían una resonancia especial en el discurso de Hefner. Aquello no tenía nada que ver con la imagen que me había hecho yo hasta entonces de la revista que sacaba a las chicas desnudas con orejas de conejo», recuerda la autora.
Preciado comenzó a investigar y encontró una mina, tanto que de allí salió su tesis doctoral en la Universidad de Princeton, y ahora este libro, finalista del Premio Anagrama de Ensayo. «La revista era mucho más que papel y mujeres desnudas», continúa la autora. Además de la publicación, Hefner proyectó un modo de vida utópico, y para visualizarlo adecentó un edificio y lo reinventó como la Mansión Playboy de Chicago, un 'palacio del amor' de 32 habitaciones que sirvió de decorado para las fotos eróticas en numerosas ocasiones.
El dueño de la revista, que actualmente tiene 84 años, quería una «casa de ensueño». «Un lugar en el que fuera posible trabajar y también divertirse, sin los problemas y conflictos del mundo exterior. Allí sería posible transformar la noche en día, pedir que me sirvieran la cena al mediodía, asistir a citas de trabajo en mitad de la noche y tener encuentros románticos por la tarde. Sería un refugio y un santuario», escribía el editor en el segundo número de la publicación.
Los grandes arquitectos
Este modo ideal de vida encontró su aliado en la arquitectura, con la gruta tropical y el salón de los juegos subterráneos, desde el que se podía observar a las 'conejitas' bañándose desnudas en la piscina a través de un muro acristalado. Aquello era, según su promotor, un «Disneyland para adultos». Y mientras las revistas de decoración desprendían un rancio tufo a tradicionalismo, la publicación de Hefner ensalzaba a los grandes arquitectos modernistas, como Mies van der Rohe, Walter Gropius, Philip Johnson y Frank Lloyd Wright, el autor del Guggenheim de la Quinta Avenida.
'Playboy' se convirtió en una 'revista de interior' y cambió la actitud de los hombres hacia al hogar: ahora también era suyo, no sólo de las mujeres. En vez de salir a pescar truchas, se dedicaban a preparar cócteles y a comprar sofisticados equipos de música. El confort estaba en la lectura plácida de libros, en las pipas, en las chimeneas y en las chicas.
Prisión sexual
A todo eso le llama Beatriz Preciado 'pornotopía', el espacio utópico del hombre casado y nostálgico de una soltería dorada que seguramente nunca vivió, y que la publicación le servía en bandeja. «En realidad, los consumidores de la utopía 'Playboy' viven en casas unifamiliares, dentro de un régimen de matrimonio. La revista funciona como una válvula de escape que permite soportar el tedio de la vida monógama», explica la autora. El propio Hefner habitó en ese oasis en mitad de la vida conyugal, sólo que en vez de ser puramente imaginario consiguió materializarlo en su mansión, y así vivió con sus sucesivas esposas y con las conejitas. Éstas fueron, según Preciado, las que peor lo pasaron en la utopía porno del hombre estadounidense, al menos en sus comienzos. «En la Mansión de Chicago las chicas vivían en el cuarto piso, en un espacio casi penitenciario, con dormitorios y baños comunes».
Lejos de la utopía sexual que prometía la publicación, «las conejas estaban presas en una suerte de prisión sexual ultravigilada, un universo próximo al imaginado por Sade en el siglo XVIII, trasladado a la máquina sexomediática de la revista» de Hefner.
Preciado termina su libro destacando el papel pionero de la mansión, mezcla de casa multimedia y circo sexual, modelo de 'realities' como 'Gran Hermano', 'Supervivientes' y 'Fama'. En definitiva, el mentor de 'Playboy' supo adelantarse en muchos aspectos a una forma de vida que hoy, cincuenta años después, se sigue persiguiendo.
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