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Una joven coloca una orquídea ante el retrato de Saramago en Castril. :: GONZÁLEZ MOLERO
El hombre tranquilo de Castril
Cultura-Granada

El hombre tranquilo de Castril

Los habitantes de la localidad granadina recuerdan los paseos de Saramago por sus calles La población está trufada de rincones, monumentos y plazas con la presencia del escritor luso

JUAN LUIS TAPIA

Domingo, 20 de junio 2010, 15:52

Castril fue junto a Orce uno de los escenarios de 'La balsa de piedra', la navegación sin rumbo de la Península Ibérica por el océano. Pero en primer lugar fue el pueblo de la mujer de Saramago, de Pilar del Río. Los habitantes de esta pequeña localidad del norte de Granada acudieron al Ayuntamiento nada más conocer la noticia de la muerte del Nobel luso. «Pero no sabían qué hacer», señalaba ayer José Juan Mar, alcalde de Castril y amigo de Pilar y José Saramago. Mar se encontraba perdido, en plena inauguración de una feria agrícola, y por el móvil preparaba su viaje a Lisboa, al funeral de quien consideraba su gran amigo, a quien le propuso mucho antes de que fuera premiado por la Academia sueca la creación en Castril de una fundación dedicada a su obra. «Muchos del pueblo acudieron el viernes al Ayuntamiento, donde colocamos unas fotografías de Jose (así denominan al escritor sus amistades y más próximos) y las banderas lucieron a media asta, porque hemos decretado tres días de luto», comentaba apenado el primer edil castrileño.

Cuatro imágenes mostraban a Saramago en diferentes escenarios del pueblo de su mujer, de Pilar del Río. «Y es que Jose siempre se estaba preocupando por atender a Pilar, porque a él siempre le cuidaba alguien», afirmaba Mar. Una joven colocó una orquídea en uno de los retratos. «Queremos preparar para el día 16 de julio un acto de homenaje, como el que ya se hizo hace unos años en el que vino Marisa Paredes, Miguel Ríos y Paco Ibáñez, entre otros», anunció Mar. «Elegimos el 16 de julio porque era el día de la madre de Pilar y siempre organizábamos algo con Jose y la familia Del Río», añadió. «Queremos que participen las instituciones de la Fundación Saramago, la Junta de Andalucía, la Diputación y la Universidad de Granada», expresó el alcalde de Castril.

Maimones y café

Más allá de ser su 'población consorte', Castril era para Saramago el recuerdo de su infancia, un espacio similar a Azinhaga, su pueblo de nacimiento en Portugal. «Era un hombre muy tranquilo que buscaba la tranquilidad», decía Maite López Ródenas, la camarera del Café Emilio, un establecimiento en la Plaza del Cantón. «Le gustaba sentarse en la terraza y tomar tranquilamente su café en una de las mesas que dan a la balconada desde la que se ve todo Castril», recordaba la joven. Este bar era como su segunda casa, «porque Saramago dormía en mi casa», relataba José Juan Mar. «Y es que en casa de Pilar del Río estaban todos sus hermanos, a quienes les gusta mucho jugar a los chinos y a las cartas, y Jose se encontraba más tranquilo en mi casa», rememoraba el alcalde Castril.

La céntrica plaza castrileña también era el espacio en el que Saramago se reunía junto a la familia de Pilar del Río. «Era un hombre que no comía mucho, que no hacía excesos, pero a quien le gustaban mucho los maimones», destacaba Maite. «En más de una ocasión le llevé los maimones hasta Lanzarote e incluso hacía todo lo posible por coger un vuelo para que no se estropearan y llegaran en el mejor estado», apuntó José Juan Mar.

«Le gustaba mucho la naturaleza y pasear por donde está el río», indicó Maite López para referirse a un camino de madera que discurre a la par que el río Castril.

La localidad está trufada de presencias literarias y huellas del escritor luso, desde el olivo que plantó en una de las plazas a leyendas, textos e incluso el homenaje a la memoria, a las víctimas de la Guerra Civil. El Centro José Saramago se había convertido ayer en una ludoteca que era disfrutada por los niños con motivo de la feria agrícola que se celebraba. Conocen a José Saramago, «porque lo que más le gustaba era el encuentro con los escolares», resaltó el primer edil castrileño.

La frase más repetida por los castrileños para definir al autor luso es la de que «era un hombre tranquilo», que saludaba y atendía a todo el mundo. «Al principio la gente se le acercaba para ver al Nobel y él siempre los atendía con gran amabilidad, incluso a algún que otro loco, pero luego los castrileños se acostumbraron a su presencia», comentaba José Juan Mar. Esta tranquilidad sólo fue rota durante su última visita, «en la que un grupo de personas de Ecologistas en Acción le increparon e insultaron porque no se había pronunciado sobre el trasvase del río Castril a Baza». El paseo de la Arboleda Perdida, dedicado al abuelo del escritor, «fue el espacio que más le emocionó y que inauguró con lágrimas».

Un extraño viento de junio mecía ayer como un melancólico fado las hojas de esos árboles.

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