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Un lord en el Pico Almanzor
EL VERANO DE TRISTAN GAREL-JONES EN CANDELEDA, ÁVILA

Un lord en el Pico Almanzor

El presidente de la Unión de Bancos Suizos en Latinoamérica y ministro de Exteriores de Thatcher y Major reposa en Candeleda de sus incesantes viajes. Se esconde entre los roquedales y olivos de su finca de Gredos

ISABEL F. BARBADILLO

Viernes, 13 de agosto 2010, 03:55

Camisa informal, pantalón corto y alpargatas envuelven al discreto lord mientras desciende con amplia sonrisa las escaleras de su casa para brindar una amable acogida a sus invitados. Relajado y tranquilo, su santuario de Candeleda le recompensa del ajetreo semanal de Londres y del cansancio de sus numerosos viajes trasatlánticos, a los que le obliga su cargo como presidente de la UBS (Unión de Bancos Suizos) en Latinoamérica. Ministro de Exteriores en los gobiernos de Margaret Thatcher y John Major, jefe o «fontanero» del grupo parlamentario conservador, -misión que le acarreó calificativos como el de Iván el Terrible o el Príncipe de las Tinieblas-, consejero de Vodafone y de Acciona, Tristan Garel-Jones personifica la sencillez, inusual en un hombre erudito y con enormes influencias en las esferas del poder político y económico dentro y fuera de Europa. Su peculiar manera de combinar la flema británica y la retranca española le convierten en un 'rara avis' capaz de encandilar a sus interlocutores con reflexiones salpicadas de humor, ironía y acritud si es preciso.

Garel-Jones, que mañana regresa de Colombia, donde ha asistido a la toma de posesión del nuevo presidente, Juan Manuel Santos, no recaló en Candeleda por casualidad. A la extensa finca, escondida en el límite con la comunidad de Castilla-La Mancha y Extremadura y en pleno Valle del Tiétar, acude asiduamente desde hace cuarenta años. La propiedad la heredó su esposa, Catalina Garrigues Carnicer, a la que cariñosamente llama «la jefa». Allí se reúnen en verano y en Navidad sus cinco hijos y diez nietos de diferentes nacionalidades (españoles, ingleses, norteamericanos).

El enclave de la casa, situada a las faldas del Pico Almanzor (2.592 metros de altura), el más alto de la Sierra de Gredos y del Sistema Central, sobrecoge por su belleza. Desde el salón, un gran ventanal ofrece una panorámica privilegiada salpicada de olivos, naranjos, cipreses, jardines y fuentes, coronados por el gran roquedal de granito, esa cumbre del Almanzor que taladra un cielo azulísimo. Un paisaje admirado por sus correligionarios políticos y amigos que saben que «montañas nevadas con olivos y naranjos no hay en Suiza».

Devoto de Valderrama y Caracol

Fuera de la casa, Garel-Jones enseña los dos pequeños edificios anexos. Una capilla erigida para su mujer, Catali, «porque es cristiana, la pobre».

-¿Pobre, por qué? «Porque yo soy ateo».

Aquí, una pintura de la Virgen de Chilla, patrona de la localidad, ocupa la pared frontal. A sus pies, una cabra y su cabrero. La Virgen está arropada a ambos lados por diez angelitos que reproducen las caras de sus nietos. En un rincón, una placa de mármol contiene un mensaje, verdadera declaración de amor y tolerancia: «A Catalina Garrigues Carnicer, una creyente, de Tristan Garel-Jones, un no creyente, que cree en ella».

Atravesando el espacioso jardín, aparece su 'capilla', una biblioteca repleta de libros de historia y biografías de políticos ilustres y un pequeño equipo de música que enciende para escuchar 'El inmigrante', de Juanito Valderrama. «Todo el mundo piensa que la canción se la dedicó a los inmigrantes que marchaban a Alemania, pero Valderrama fue guarda de asalto en la II República y a quien realmente rinde homenaje es a los exiliados políticos», explica Garel-Jones, quien estos días devora la biografía del cantaor escrita por el periodista Antonio Burgos. Pero en lugar de Valderrama, es Manolo Caracol quien invade la pequeña estancia donde pasa gran parte de su tiempo. El lord marca con sus dedos los compases, el rasgueo de guitarra, la letra de ese flamenco puro que le embelesa. Tan absorto está que parece que en cualquier instante puede emular los éxtasis de santa Teresa.

Nacido en Gales -aunque no ejerce de galés «porque son separatistas»-, llegó a España a los 2 años con sus padres. Estudió en colegios ingleses, pero no fijó su residencia en Londres hasta los 30. Y si adora el flamenco también ha erigido su particular altar al rock. En el interior de la casa principal sorprende un tríptico, pop-art, con los retratos de «los seis grandes iconos de mi vida». En este orden: Marilyn Monroe, el Che Guevara, Elvis Presley, Diana de Gales, Margaret Thatcher, Brigitte Bardot, James Dean y Buddy Holly. El retrato de la Dama de Hierro adquiere un significado especial. Algunos acusaron a Garel-Jones de traicionar a la primera ministra británica cuando en su propia casa, en 1990, se celebró una reunión secreta y nocturna de miembros del partido tory, en la que pidieron la cabeza de la primera ministra (acabó acabó con su dramática dimisión). Garel-Jones era su ministro de Exteriores. Las crónicas de la época aseguran que a la mañana siguiente contó lo sucedido, con pelos y señales, a la 'Dama'. El retrato que forma parte del retablo de sus ídolos parece ahuyentar las especulaciones sobre su infidelidad a la Baronesa Thatcher.

Esa mezcla de personajes y culturas perfilan a Garel-Jones, humanista, ejecutivo de altos vuelos y defensor de la fiesta nacional. Varios años fue corresponsal taurino de la revista cultural inglesa 'My Spectator' y su postura sobre la prohibición de las corridas en Cataluña es diáfana. «La fiesta es una contribución importante a la civilización occidental. Demasiadas veces en el mundo anglosajón se pierde la perspectiva de la diferencia entre seres humanos y animales. Los animales no tienen derechos, pero los humanos tienen el derecho de protegerlos y cuidarlos». Sin pasarse, claro, para evitar esperpentos como el de la mujer de Miami que legó a su perra 'Conchita' 10 millones de euros y otros 25 millones a sus criados para que la mimaran. «Eso es inmoral, cuando hay tanta gente muriéndose de hambre». Por su puesto, en Londres no ven con buenos ojos su afición taurina.

-«Una señora me llamó una vez salvaje. Le pregunté si Picasso, Lorca y Ortega y Gasset eran salvajes. Me dijo: '¿Quién es ese último que ha citado?' y le respondí: 'Usted si que es una verdadera salvaje'».

Dos maletas para la tintorería

Garel-Jones se autodefine como un hispanista sajón o como un sajón español y lleva años intentando tender puentes entre Latinoamérica y Europa desde la asociación Caning House y la fundación Euroamérica. Incluso sueña con una verdadera organización de Estados sudamericanos para que su voz se oiga en Estados Unidos y en la UE. «Nunca renunciaré a ese sueño», sentencia, convencido de que el mundo no puede uniformarse con la expansión de la cultura anglosajona-norteamericana. «Afortunadamente, en Gran Bretaña el castellano ha rebasado al alemán como segunda lengua en los colegios. Los hispanos no pueden perder su gran potencial cultural y social, sus tradiciones, su pensamiento, eso sería una locura». Lo expresa con la misma convicción con la que asegura que su partido nunca votará la reforma electoral que propone el viceprimer ministro británico, Nick Clegg, porque «el sistema en vigor es muy cruel con los partidos minoritarios, pero permite a los mayoritarios cumplir su programa electoral.

El lord elogia, sin embargo, a la esposa de Clegg, Miriam González, de la que resalta su inteligencia, profesionalidad y sencillez y a la que apadrinó para incorporarse como consejera de Acciona. «Estuvo genial cuando declaró que ella no podía permitirse acompañar cinco semanas a su marido en la campaña electoral porque se debía a su trabajo, y que mantenga su apellido. Es una castellana en el más noble sentido de la palabra».

También su esposa, Catali, conserva su apellido. «Es muy suya». Dicen que tiene fama de tacaña y «es verdad». Garel-Jones suele coger los jueves el último vuelo de Londres hacia Madrid. «Voy a cuerpo gentil, pero la jefa me carga con dos maletas repletas de ropa porque dice que en Londres las tintorerías son carísimas». Así que a la semana siguiente regresa con las prendas impolutas. En Candeleda hace la compra y lee. El deporte no es lo suyo. «Lo odio», sentencia mientras se fuma un 'fortuna' y enseña obras de Oteiza, Benjamín Palencia, Franquelo...

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