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INÉS GALLASTEGUI igallastegui@ideal.es
Jueves, 9 de septiembre 2010, 03:57
Imprevisibles. De poco fiar. Violentos. Deficientes. Débiles mentales. Agresivos. Incapaces. Raros. Descontrolados. Inquietantes. Estos son algunos de los atributos que la gente de la calle aplica de forma automática a quienes padecen una enfermedad mental. No es extraño que muchos de ellos sufran más por la necesidad de ocultar su patología a una población llena de prejuicios que por los propios síntomas asociados a su diagnóstico. Y en ese 'gente de la calle' hay que incluir a los periodistas que siempre achacan los actos violentos a la esquizofrenia, a los médicos que tienden a no ver en sus pacientes más que su trastorno mental e incluso a los familiares que dificultan su autonomía en el afán de protegerlos.
El Grupo de Sensibilización sobre la Salud Mental de Andalucía y el área de Ciudadanía y Ética de la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP) acaba de producir la película 'Estigma y salud mental', en la que ofrecen su testimonio personas con enfermedades mentales graves, como esquizofrenia, trastorno bipolar, depresión y ansiedad, así como familiares y profesionales en estrecha relación con ellos.
El documental se ha grabado en Andalucía en colaboración con el movimiento asociativo, a través de la Plataforma Andaluza de Asociaciones de Usuarios de Salud Mental de Andalucía (En Primera Persona), de la Federación Andaluza de Familiares de Personas con Enfermedad Mental (Feafes) y de la Fundación Andaluza para la Integración Social de las Personas con Enfermedad Mental.
La película muestra el círculo vicioso de la enfermedad mental: los prejuicios generan aislamiento y el aislamiento dificulta la integración social y puede empeorar el pronóstico de la enfermedad. Un ejemplo cotidiano: si te rompes una pierna, los compañeros de trabajo te llaman para ver cómo estás; si estás de baja por depresión, se crea un muro de silencio. Para evitar miradas de sospecha y problemas laborales, muchos prefieren no compartir lo que les ocurre salvo con los familiares y amigos más cercanos.
Una de las protagonistas del filme, María Dolores Romero, de la Asociación de Bipolares de Andalucía, asegura que «el rechazo social que causan estos estereotipos supone más sufrimiento que la propia enfermedad mental». «Todas las dolencias tienen su leyenda, pero la de los trastornos mentales es más florida y desarrollada», apostilla Domingo Díaz, psiquiatra del Servicio Andaluz de Salud.
El filme incluye también opiniones de ciudadanos anónimos sobre estos enfermos. Algunos admiten que preferirían no tenerlos cerca «por los niños», dadas sus tendencias supuestamente «violentas». Otros creen que uno es tan culpable de tener una enfermedad mental como de padecer «diabetes o urticaria».
«Nos ha sorprendido lo que dice la gente de la calle -explica a IDEAL Lala Bono, directora y coguionista del documental junto a Ángel Mena-. Hay mucha desinformación, pero también aparecen testimonios de tolerancia, algunos por parte de personas mayores. En la medida en que la gente convive con personas con enfermedad mental adquiere una opinión cualificada y los estereotipos se caen».
Una vida normal
La profesora de la EASP asegura que durante la realización del filme se dieron cuenta de que denunciar las falsas creencias acerca de los pacientes psiquiátricos no era suficiente. «Había que hablar de que estas personas pueden llegar a tener una vida digna, plena, como la de cualquier otra. Queríamos proyectar una imagen positiva», concluye.
En ese sentido se manifiestan también en el documental los pacientes y sus familiares: muchas personas diagnosticadas de una enfermedad mental tienen pareja, hijos, amigos, trabajo y aficiones. «Con medicación y tratamiento psicológico, se puede hacer una vida normal, sin enfermedad», asegura Luis Álvarez, de la asociación granadina Sapame.
«Muchos se recuperan y no necesitan apoyo nunca más. Otros van a necesitar apoyo sólo de vez en cuando y otros, más permanentemente -explica Concepción Cuevas, de Feafes-. Pero hay que hablar de ello, airearlo». «Hay que salir del armario -subraya el gaditano Pepe Luis García, padre de una joven paciente-. Lo mismo que las alegrías cuando se comparten se multiplican, los problemas, cuando se hablan, se dividen».
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