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MERCEDES NAVARRETE
Lunes, 11 de octubre 2010, 04:40
«Estos nueve chicos sí que han vuelto a nacer», suspiraba atónito uno de los tripulantes de la embarcación de Salvamento Marítimo nada más poner un pie anoche en el Puerto de Motril. Estos profesionales del rescate -que han salvado la vida a miles de las personas que en la última década se la han jugado al intentar llegar en patera la Costa granadina- no se podían creer que los nueve jóvenes subsaharianos que sacaron ayer del agua hayan logrado vivir para contarlo. Navegaban a la deriva en alta mar en una lancha de plástico de las que utilizan los niños para jugar en la playa, sin motor y con remos de juguete.
El patrón de la embarcación Salvamar de Salvamento Marítimo, Juan Carlos Rodríguez de Vera, contaba realmente impresionado -y no es fácil impactar a unos profesionales que por desgracia ya han tenido que ver de todo en sus rescates- cómo hallaron la barquita de plástico más de 60 kilómetros mar adentro, en medio de un temporal de poniente de auténtico miedo y con olas de más de cuatro metros. Unas condiciones en las que, según subrayan, sólo pueden navegar embarcaciones como la Salvamar Hamal, de profesionales del rescate.
Todos los que se embarcan en una patera se la juegan, pero en este caso es un «auténtico milagro» que los jóvenes lograran aguantar sin caer al mar hasta que les rescataron. Según los cálculos de Salvamento Marítimo, los náufragos llevaban en el mar, arrastrados por el poniente, al menos tres días. Los nueve jóvenes salieron de las costas de Tánger huyendo de la miseria y la desesperación que les llevaron a pensar que serían capaces de atravesar en una barca a remos de juguete las más de 90 millas (170 kilómetros) que les separaban de las anheladas costas españolas. Al menos estaban dispuestos a intentarlo.
Es casi imposible que hubieran conseguido llegar con vida si un barco no hubiera detectado la lancha y avisado a Salvamento Marítimo y a la Guardia Civil. «Venían con un chaleco salvavidas atado a un remo, levantado como bandera, como para pedir ayuda como náufragos», relataba el patrón mayor de la Salvamar. Los jóvenes, que fueron atendidos inmediatamente por los voluntarios de Cruz Roja al llegar al Puerto, llegaron relativamente sanos, pero dando tumbos. Apenas podían mantenerse en pie. Estaban chorreando y destrozados de cansancio. No tenían pantalones ni zapatos. No es de extrañar que, después de una experiencia tan traumática y cercana a la muerte, no supieran cómo dar las gracias a sus ángeles de la guardia, los profesionales de Salvamento Marítimo. Así lo recordaba, aún impactado, el patrón de la Salvamar: «Cuando por fin se vieron a salvo miraron al cielo dando gracias y se arrojaron a nuestras piernas».
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