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Inés Fernández-Ordóñez, anoche en la Academia de la Lengua. :: EFE
Inés Fernández-Ordóñez desmenuza las raíces del español en su ingreso en la RAE
Cultura-Granada

Inés Fernández-Ordóñez desmenuza las raíces del español en su ingreso en la RAE

La filóloga es la quinta mujer que ingresa en la Academia de la Lengua y la actual benjamina de la institución

MIGUEL LORENCI

Lunes, 14 de febrero 2011, 04:41

Inés Fernández-Ordóñez ya es académica de pleno derecho. La filóloga, electa desde diciembre de 2008, pronunció ayer su discurso de ingreso en la Real Academia Española y tomó posesión de la silla P, antes del poeta Ángel González. Sobre 'La lengua de Castilla y la formación del español' versó el discurso de la quinta mujer con asiento entre los 46 de la docta casa, la séptima en los tres siglos de historia de la RAE y el miembro más joven de la Academia. Fue un erudito recorrido por las hondas y múltiples raíces de nuestro idioma con el que esta gran especialista en dialectología demostró que el origen de nuestra lengua no tiene una única semilla y que, por tanto, «no debe identificarse en exclusiva con el castellano». Que, en contra de la tesis de Menéndez Pidal, Castilla no atesora el tarro de las esencias que hoy caracterizan a nuestra lengua, conformada con aportaciones de galaicos, catalanes, astures o navarros.

El español es un crisol de rasgos lingüísticos de dispar procedencia -asturleoneses, navarroaragoneses, gallegoportugueses, catalanes- que confluyeron sobre el centro peninsular, sin que podamos identificarlos solo con la lengua de Castilla. Es la idea central del extenso discurso de esta catedrática especialista en dialectología y en la variación gramatical, al que contestó el vicedirector José Antonio Pascual.

Rebatió la académica, sobrina del ministro Francisco Fernández-Ordoñez, la reconstrucción histórica tradicional de Ramón Menéndez Pidal, fundador de la escuela filológica española, para quien el castellano se extendió del norte hacia el centro y sur peninsulares con la conquista medieval de al-Andalus en paralelo a la expansión militar que determinó la castellanización de las tierras conquistadas y, tras la anexión política, la de los reinos de León, Navarra y Aragón. Una tesis matizable, dado que, según la filóloga «se debe a la visión y la ideología de de la generación del 98, a la que Menéndez Pidal pertenecía». Esa visión egocéntrica de Castilla y lo castellano como esencia de lo hispánico condicionó la interpretación de la historia de la lengua y de la literatura. Pero fuentes como el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica «no corroboran esa reconstrucción». Las encuestas del Atlas, realizadas antes de la Guerra Civil bajo la dirección del discípulo de Menéndez Pidal Tomás Navarro Tomás, perdidas y reaparecidas en 2001, muestran un panorama «mucho más complejo de la historia del español, tanto para la fonética como para la gramática y el léxico».

Impronta de la lengua

«No siempre fue Castilla el foco geográfico en el que se originaron los rasgos lingüísticos que caracterizan hoy al español, ni puede estimarse que esté solo en Castilla la impronta definitoria de nuestra lengua», insistió la filóloga, para quien la constitución histórica del español no se explica simplemente por la 'castellanización' de territorios ajenos o conquistados , y sí «por el contacto entre las variedades lingüísticas que se hablaban en el centro peninsular», en el que no siempre se impusieron los rasgos lingüísticos castellanos. «La reconstrucción histórica que identifica el punto de partida en el castellano del norte en el siglo XI con el de llegada en nuestra lengua actual vuela sobre siglos de historia lingüística no contrastada», aseguró.

Los patrones de distribución geográfica de muchas palabras tradicionales revelan la «convivencia» en Castilla de variedades diversas empleadas en territorios jurisdiccionalmente no castellanos, como León, Navarra o Aragón. Se evidencian así los «amplios márgenes de nuestra lengua», con rasgos lingüísticos de origen occidental -asturleonés, gallego o portugués- y oriental -navarro, aragonés o catalán-, como los pronombres 'nosotros' y 'vosotros', o los tiempos compuestos que se dieron mucho antes en la corona de Aragón que en Castilla.

«La evolución de nuestra lengua se explica como parte de un proceso que ha afectado a muchas lenguas europeas occidentales, no solo románicas», sostuvo la académica, que incidió en el «cambio permanente» de sociedades y lenguas. Si muchos de los rasgos lingüísticos característicos hoy de nuestra lengua «fueron adquiridos en procesos compartidos con el oriente peninsular o, incluso, con lenguas europeas, no son escasos los aspectos en que nuestra lengua ha convergido con occidente», destacó . «Esa confluencia revela que difícilmente puede situarse en Castilla el troquel definitorio de nuestra lengua», coligió.

«Un relato cabal de la evolución de nuestra lengua debe abordarse, al menos, en un contexto peninsular, si no es románico o, incluso, europeo», propuso. «Solo así podrá valorarse con justicia qué es exclusivo y qué no lo es. Trasladar a la historia de la lengua la uniformidad propia de la lengua escrita en el siglo XX y extenderla anacrónicamente hacia el pasado no contribuye a la plena comprensión de los hechos históricos».

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