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RAFAEL VALERA ESPINOSA
Sábado, 14 de mayo 2011, 07:48
En función de lo visto y escuchado en la Peña Flamenca de Jaén, en relación con la XXVI de Estudios Flamencos dedicada al pintor Miguel Ayala, los asistentes a las determinadas sesiones están disfrutando y rememorando la personalidad del pintor jienense, artífice de la farándula jaenera -como a él le gustaba significar-, y de sus facetas jocosas, pero sobre todo de la diversidad de su memorable obra pictórica que abarca los paisajes jienenses desde la Mella, sus enanos toreros (la que más gusta a su amigo Pepe Olivares), la crítica a las oligarquías con sus arcos y columnas imperiales y la flamenca con numerosas alegorías a la guitarra, el cante y el baile.
Si el martes intervino Francisco Carrillo, el jueves fue Pepe Olivares el que amplió y complementó todo el resto sobre la vida del jienense pintor. Y lo expresó desde el temprano inicio que ambos tuvieron cuando eran casi vecinos y estudiantes de dibujo, Miguel con el profesor Castillo y Pepe con Tamayo. Ante la ya entablada amistad, Olivares refirió como Miguel comenzó a realizar los carteles del Festival de Pegalajar a finales de los sesenta e incardinaba a su amigo a colaborar y participar en la tarea, como en el del festival homenaje a García Lorca. Refirió su militancia en el colectivo 'Pintores de Jaén' formado por doce artistas, el cual fue denominado por Cerezo como 'Los doce apóstoles' de forma jocosa. También relató su compañerismo en las ferias de Arco y finalizó con una sucinta crónica sobre la filiación política de Miguel, su pertenencia a la peña flamenca y sus portadas en la revista Candil.
Entrega, conocimiento, valentía y duende fueron las adecuadas premisas que el montillano Antonio José Mejía expuso en su recital flamenco, iniciándolo con tonás campesinas en las que primaron las de ara (a veces conocidas como pajaronas) con tratamiento estructural certero. Buen recorrido desarrolló por soleares con ubicación en Alcalá y posterior derivación a las de Juaniquín de Utrera, y un final por el localismo jerezano con resonancias de Agujetas de Jerez. Sus malagueñas denotaron el conocimiento de la estructura melódica de personalismos como los de El Canario, y un acertado juego melismático por El Mellizo, pleno de matiz y enjundia cantaora. Intentó alegrar el ambiente con tanguillos de Cádiz y evocaciones de Chano Lobato, mas le faltó guitarra y le sobró el apresurado ritmo.
A renglón seguido, demostró por qué ha sido el ganador del último Concurso Nacional de Córdoba, pues el quejío en su siguiriya de Tomás el Nitri, la prestancia en la de Diego el Marrurro, el intento de remate de la de 'El Fillo' y la cabalcambio de Manuel Torre constataron el duende que emana de su arte cantaor. En los fandangos se inclinó por evocar a 'Pansequito' y demostrar su conocimiento de los de Huelva. Finalizó con bulerías y cuplés utreranos.
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