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Triunfo. ‘Tabarly’ con GabinRehabi en una vuelta al ruedo en Dax.
'Tabarly', el caballo torero

'Tabarly', el caballo torero

Un picador francés y su montura son las estrellas del ruedo. Uno entrena nueve horas al día y el otro «tiene alma»

francisco apaolaza

Sábado, 12 de septiembre 2015, 01:47

Dicen de él que tiene alma. Tabarly, un alazán oscuro, podría ser el caballo de Santiago o el Bucéfalo de Alejandro. No duda nunca. Sale al tercio del ruedo, camina adelante y atrás a las órdenes de la mano suave de Gabin Rehabi, que levanta la puya y hace sonar el estribo para llamar al toro. ¡Já! El morlaco se arranca de lejos y lo arrolla como si chocaran dos planetas. El impacto en el peto es terrible y emite una onda expansiva que hace guiñar los ojos a tres filas de espectadores. El toro lo prende desde debajo de los pechos y lo hace balancearse sobre su enorme cabeza. Patea el aire hasta que encuentra la seguridad del ruedo con sus cascos. Un caballo valiente, un picador certero y un toro bravo han propiciado uno de los espectáculos más antiguos e intensos de la tauromaquia. La plaza se pone en pie y rompe a aplaudir. Después de la faena, el público pide que salgan Tabarly y Gabin Rehabi, un caballo y un picador en la cima del toreo y encumbrados a figuras contra pronóstico. No pasaba hace quinientos años: este año hay gente que va a los toros para verlos a ellos y sus nombres están en las crónicas taurinas del día siguiente.

«Nuestra vida está unida por el destino. Hemos crecido juntos», explica este picador de 32 años. Su historia es bella y a la vez extraña. Gabin nació en Arles, en plena Camarga francesa, un lugar en el que el toro es un ser mitológico y en el que los chavales «quieren ser recortadores o toreros». A él le dio por lo primero y se metió en la escuela taurina, pero no era lo suyo. «Yo era un chaval gordito». Alguien le ofreció un consejo duro como el cemento, que a la larga sería clave en su vida: le recomendaron hacerse picador, y se ha convertido en uno de los mejores. El clima era perfecto: los aficionados franceses, probablemente los más rigurosos, profundos y formados de toda la tauromaquia mundial, le comenzaron a dar a la suerte de varas la importancia que se merece: «En muchas plazas se aprecia la puesta en valor del primer tercio en el que el toro puede expresar su bravura, su valentía». Suertes ejecutadas con pureza ante un público entendido, caballos menos pesados, mejor domados, picotazos más cortos y más acometidas... Mientras en España el puyazo se hacía un trámite, en muchas ciudades francesas tiene casi la misma importancia que la faena de muleta. Esto no sucedía desde que los nobles españoles alanceaban toros como entrenamiento bélico. Los toreros de entonces eran los de a caballo y no los de a pie, de ahí que los picadores sean los únicos que visten de oro, además del matador.

Gabin Rehabi entrena cada día nueve horas: tres montando y seis de gimnasio. «El futuro es de los que se levantan pronto», dice, y cuelga sus vídeos en una cuenta de Twitter donde se define como «torero a caballo» y alude a su maestro, Alain Bonijol. En la plaza de Franquezeaux debutó en público y sintió el encuentro con el toro.«Fue como una melé de rugby con un autobús, como si salieras eyectado de un caza».En su casa se encontró un día con Tabarly, que cuando comenzó a picar tenía dos años y el corazón como una sandía.

Mil euros la tarde

Desde entonces, en varias ocasiones han rozado la gloria, como cuando fue designado en 2010 mejor picador en Arles, en 2011 en Vic Fezensac o esta vez en la vuelta al ruedo en Dax. Gabin, el picador preferido de Sebastien Castella, se planta el castoreño y le da los pechos a los toros por unos mil euros la tarde. Hay muchos caballos en la cuadra de Bonijol que torean y se entrenan como si fueran de rejones y no tanques contra los que se estrellan los morlacos. Tabarly, bautizado con el nombre del navegante que en 1998 se ahogó en el mar de Irlanda, es un pequeño gigante de grupa redonda. Puro fuego cuando le ponen el peto y un ser «muy dócil» en el campo y en la cuadra. «Tiene una energía especial y a veces crees que dentro, en realidad, hay un ser humano. Tiene alma». Esto no quiere decir que sea fácil de montar.Cuentan que no todos le pueden poner una mano encima.«Si uno no es un jinete consumado, se vuelve loco y confunde la derecha y la izquierda, como si hubiera perdido la brújula». Si el toreo fuera norteamericano, ya habría una película sobre la pareja.

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