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El asesino silencioso de españoles

El asesino silencioso de españoles

La polución mata cada año a 20.000 españoles, 17 veces más que los accidentes de tráfico. «No se le da importancia porque el aire no se ve». El fraude de Volkswagen vuelve a destapar la magnitud del problema

francisco apaolaza

Lunes, 12 de octubre 2015, 12:13

Dan menos miedo las cosas que no se ven, pero eso no quiere decir que no maten. Los accidentes de circulación son tangibles, como las sábanas blancas sobre las cunetas, y cada año se llevan a más de mil personas. Diez ya hubieran sido muchas, pero el tráfico conlleva riesgos todavía más dañinos. De la contaminación atmosférica, producida en su mayor parte por el humo que desprenden los coches, apenas nos acordamos. Hasta que los titulares de periódicos abren los ojos a la opinión pública: Volkswagen ha trucado once millones de motores (casi 684.000 en España) para maquillar sus emisiones. Desde que saltó la noticia los tubos de escape parecen cañones de pistolas: la polución del aire está detrás de la muerte prematura de unas 20.000 personas al año en nuestro país: 17 veces más que los accidentes de tráfico. Son 54 al día.

Se calcula que los coches de la firma alemana con los motores trucados han emitido a la atmósfera más gases contaminantes de los permitidos, entre 40 y 100 veces más. Esto son unos dos millones de toneladas de óxidos de nitrógeno (NOx) desde que comenzaron a salir al mercado. No es una broma, aunque seamos incapaces de asimilar estas cifras. Un informe de la propia Comisión Europea, respaldada por la Agencia del Medio Ambiente, traduce a muertos este problema: 370.000 europeos fallecen cada año de forma prematura por la inhalación de estas partículas, emitidas fundamentalmente por los coches, además de la industria, la construcción... El proyecto Aphekom 60 científicos que trabajan en doce países del Viejo Continente también ha estudiado los niveles de polución de decenas de ciudades, entre ellas Barcelona, Bilbao, Málaga, Granada y Valencia. Las conclusiones son igual de aterradoras. Esto significa que, al margen de sus efectos a medio o largo plazo en el calentamiento global del planeta, la contaminación es responsable de una de cada veinte defunciones en España, donde pierden la vida unos 400.000 ciudadanos al año.

El veneno en el aire se traduce en un aumento de insuficiencias cardíacas, cánceres de todo tipo y enfermedades respiratorias como el asma y el enfisema, entre otras. También hace crecer la mortalidad en personas mayores y enfermos crónicos, así como los ingresos por urgencias. Las mujeres que están expuestas a los gases del tráfico tienen más probabilidades de sufrir partos prematuros, dar a luz bebés menos desarrollados e hijos con déficit de atención y todos los rangos de autismo.

«Es el asesino silencioso. No se conoce porque el aire no se ve. No sé por qué no se le da más importancia ni por qué no tiene más reconocimiento, no tengo una explicación porque no soy político. Soy médico». Habla Javier Subiza, alergólogo de la clínica que lleva su nombre en Madrid, que dibuja la factura de un crimen incomprensible. «En los años 50, nos enfrentábamos al SO2, derivado de la combustión del carbón en las calefacciones, pero se comenzó a usar gasoil y cambió el tipo de contaminación. Desapareció el smog de las ciudades y el aire era aparentemente más limpio, pero entonces llegó el NO2 (provocado por los vehículos y las plantas eléctricas). En los 80, comienza a aparecer otro tipo de polución producida por las partículas del diésel (PM 2,5 y PM10). En Japón advirtieron entonces que estas sustancias multiplicaban hasta por veintisiete las alergias a ciertos pólenes. Allí y en EE UU llevan tiempo luchando contra los vehículos diésel, cuya compra se ha fomentado sobre todo por los gobiernos europeos».

Las partículas son elementos finísimos que quedan en suspensión por la mala combustión de los motores y destrozan los pulmones. Continúan las malas noticias. Según Javier Subiza, favorecen la aparición de tumores, aumentan la potencia de algunas sustancias que originan alergias, crean otras nuevas y disparan la sensibilidad de los que las sufren. «La lista de alérgenos de hoy en día era impensable hace catorce años. Es un enemigo muy potente. Hay una relación directa entre los altos niveles de contaminación y la mortalidad general». En España, la proporción de vehículos matriculados con motor diésel no ha bajado del 65% en la última década. Teóricamente llegan al mercado con unos filtros que según las compañías eliminan el 90% de las partículas, pero la realidad médica es otra. «Es extraño, porque las cifras de enfermos siguen aumentando. Es increíble que haya sucedido. Esto ya se sabía», concluye Subiza.

«Nadie hace nada porque en ningún parte médico se lee la palabra contaminación, aunque sea lo que ha provocado esa enfermedad». Habla Conxi Grau, 64 años y enfermera de los servicios de urgencias del SUMA, a la que un asma grave le ha reventado la vida. Todo comenzó hace una década. Sentía que se ahogaba y pensó que sufría del corazón. No era eso. Se había vuelto alérgica, supuestamente a los agentes irritantes de su trabajo. Ahora, cuando permanece expuesta al humo de los coches, entra en crisis. «Al rato notas que se te cierran los pulmones. Te ahogas. Esto es generalizado entre nosotros. Nos están matando».

Grau preside la Asociación del Asmáticos de Madrid, que ayuda anualmente a entre 200 y 300 personas. Durante unas vacaciones en las afueras de Barcelona, advirtió que el fantasma del ahogamiento se relajaba. Ahora lleva un año viviendo alejada de la gran urbe y sigue mejorando. «Tarde o temprano, me tendré que mudar definitivamente». Los pueblos que rodean Madrid están llenos de gente como ella.

Combate contra el tráfico

La boina amarillenta de la contaminación sobre la ciudad no solo impide disfrutar de sus cielos azules: ese aire es irrespirable. En la primera quincena de 2015, seis de las 24 estaciones de Madrid atravesaron las líneas rojas de lo permitido, que ya es dañino, y recogieron más óxidos de nitrógeno de lo que permite la ley para todo el año. Este es uno de los componentes que escupen de más los Volkswagen trucados. La exalcaldesa Ana Botella ya reclamó entonces a los fabricantes de vehículos que impusieran medidas más severas sobre las emisiones. En los últimos meses, Manuela Carmena se ha subido a la bicicleta y ha adelantado su receta para limpiar la atmósfera: desde reducir la velocidad a 70 kilómetros por hora a prohibir entrar a los coches en el centro. «Hay que dejar que elijan el tipo de transporte. Creemos en la libertad respondió con su habitual energía Esperanza Aguirre. Es intolerable criminalizar a los conductores». No hay consenso ni para defender el aire que respiramos.

Siempre que se habla de polución surgen Madrid y Barcelona en un ranking donde es mejor no estar. Pero aunque parezca mentira, en un informe elaborado por la OMS en 2014 después de estudiar los niveles de contaminación de 46 ciudades españoles, no ocupan el pódium. La Línea de la Concepción (Cádiz), Toledo y Málaga se cuelgan tres medallas más negras que el hollín.

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