Una vecina camina una mañana de diciembre por la calle Apolo, en el barrio de Las Chocillas .

El barrio que languidece sin ruido

La asociación de vecinos Albahaca lamenta que el Ayuntamiento tenga «abandonado» a Las Chocillas

Sergio González Hueso

Domingo, 4 de enero 2015, 00:45

«La verdad es que si te soy sincera no hay ningún tema concreto que reivindicar. O más bien todo lo contrario. El problema de este barrio es que lo tienen abandonado y de eso te das cuenta paseando. Allá por donde vayas uno ve que se está deteriorando poco a poco sin que se haga nada y pese a la lucha de la gente que vive aquí».

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A Rosario Beltrán, la presidenta de la asociación de vecinos Albahaca, le duele su barrio, Las Chocillas, que por si algún despistado desconoce donde se ubica se podría decir que se expande, como un apéndice de Los Molinos, entre la carrera Alhadra, por el norte, la avenida Mediterráneo, por el oeste, y se delimita por el paso a nivel de El Puche y el camino del Mamí, por el oeste y el sur respectivamente.

Según cuentan sus vecinos, esta zona de la capital es muy tranquila. Tanto lo es que a veces les da la impresión de que más de la cuenta, pues pasa totalmente desapercibida para las administraciones. Como bien dice Rosario mientras acompaña a IDEAL, junto a otros vecinos, en un paseo matutino en plenas fiestas navideñas: «Es toda una lástima que así sea puesto que no es que seamos pocos». «Entre 2.000 y 3.000 personas», estima Eugenio Antoral, otro vecino y antiguo presidente de la Albahaca, esta asociación que lleva más de una decena de años luchando para amplificar la voz de las ciudadanos que viven en esta zona. En todo este tiempo sus reivindicaciones se han centrado en muchos aspectos, algunos se han mantenido inalterables pese a que el tiempo corre y las reuniones con concejales de un color u otro no han cesado nunca. No obstante, la última fue en el mes de octubre. La asociación tuvo la ocasión de mantener un encuentro con representantes municipales, quienes les pidieron resumir todas sus reivindicaciones en una hoja, donde tenían que relacionar de manera somera los asuntos que más les preocupaban para ver si se podían solucionar más pronto que tarde. ¿Antes de las elecciones?.

«Así se hizo pero han pasado ya cuatro meses y nada, absolutamente nada. Como siempre suele ocurrir las promesas se quedan en solo eso y así anda el barrio: dejado». Rosario, cuya única voluntad es frenar el deterioro de Las Chocillas, no entiende la postura del Consistorio, «pues tampoco se trata de grandes inversiones». Tiene razón y así se constata si se lee la hoja de reivindicaciones que ha entregado. O mejor, si uno se da un paseo por la barriada.

En la lista aparecen desde solares acumulando basuras o con un vallado destrozado, a una pista de petanca infrautilizada que necesita un apaño, ya que «solo se usa para llevar los perros a defecar». También se solicita que se repare o se retire un muro medio derruido en la calle Cantareros o apuntan la necesidad de pintar un paso de peatones en la calle Zeus a la altura de la calle Onu, pues los peatones están en visible desventaja si se tiene en cuenta la velocidad con la que bajan o suben los vehículos esta vía.

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Resumiendo

Les pidieron un resumen y eso hicieron. Pero claro, tras un paseo por el barrio a estos vecinos les solivianta un número de inconvenientes que bien ocuparían dos o tres páginas tamaño A-3. Como tampoco es cuestión de aburrir ni de sacarle punta a todo, prefieren centrarse en las más llamativas: como por ejemplo la ostentosa falta de mantenimiento de la plaza Pintor Zabaleta, quizá el lugar más emblemático de la barriada y que se encuentra a todas luces -bueno quizás no sea la expresión más conveniente pues carece totalmente de ellas- en un estado de deterioro más que elocuente. Pero, y como ya se ha adelantado en el juego de palabras, lo que sorprende es que lleve dos años, según la versión de estos vecinos, sin ninguna luz que alumbre la bonita noche almeriense.

A decir verdad, las farolas son preciosas, o mejor dicho, lo eran, pues los puntos de luz han sido retirados en su mayoría quedando solo su soporte de hierro decorando la plaza. «Fíjate y verás como además de retirarlo todo han cintado los cables, lo que muestra que nunca ha existido el propósito de sustituirlas cuando se han roto», indica Antoral, quien explica que poco a poco se han quedado sin luz una vez se han ido apagando las que quedaban. De la misma manera, tanto él como otros vecinos lamentan que tampoco funcionen los focos de la gran pérgola de obra de la plaza. El deterioro ha sido progresivo y también se comprueba al ver el estado en el que están los escalones de acceso a una de las zonas, casi todos con mordidas y con boquetes de cierto tamaño. O también los bancos de madera, que algunos vecinos han tenido que reforzar con tablas ya que no había manera de sentarse.

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Ingeniería de estar por casa que también se deja ver en ocasiones en la calle Casimiro. La firma Francisco, el vecino que vive en la primera vivienda de esta vía que tiene como perpendicular a Pintor Zabaleta. Cada vez que llueve y harto de las balsas que se forman en la entrada de su casa no le ha quedado otra que, con el tiempo, poner unos palés -que él mismo guarda- para que todos los vecinos puedan acceder a la calle, que demandan desde ni se sabe que la arreglen. El problema de esta vía es que tiene una cota menor que su perpendicular, y claro, «se embalsa», como apunta este vecino.

La calle La Fe y Apolo son otras que tal bailan. Esta última no se arregla desde hace unos 25 años y eso pese a que su adoquinado provoca humedades en las casas de los que allí viven. «Los vecinos han tenido que improvisar también y se han construido unos poyetes entre la pared y el firme para que no tener que sufrir este inconveniente», cuenta Antoral, quien asegura haberse aburrido de mandar escritos reclamando ambas calles. Como lleva Rosario demandando una limpieza más eficiente en el barrio, «que está muy sucio», critica. Es escéptica con la nueva concesionaria, los flamantes contenedores o con las aplicaciones de limpieza vía móvil. También lo es con el paso a nivel de El Puche. Otro asunto estrella que afecta a esta zona. Los vecinos piden que se ponga un guardia que ordene el tráfico a las horas de mayor frecuentación. «¿Qué se va a suprimir pronto? Ya. 30 años tiene mi hijo y ahí sigue», ironiza Eugenio.

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No es todo. Quedan los solares. Muchos. Casi todos reflejados en la hoja que está en poder de los concejales desde octubre. Los más sangrantes, los que lindan con la zona de la Vaguada. Algo que bien merece otro domingo... quizás el próximo.

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