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Cientos de personas formaron fila pacientemente.
Santa paciencia en las colas para el besapiés

Santa paciencia en las colas para el besapiés

El Cristo de Medinaceli, titular de la Cofradía del Prendimiento, estuvo escoltado en todo momento por secuenciadas parejas de miembros de la hermandad

Javier García Martín

Sábado, 7 de marzo 2015, 01:10

Ya desde primera hora de la mañana, la Catedral presentaba ayer un aspecto inusual. A los ojos de un visitante desconocedor del ritual del besapiés, las largas filas para acceder al templo bien podían parecer la manifestación de un repentino y comunitario ataque de religiosidad.

Y es que, durante toda la jornada, cientos de almerienses se armaron de (santa) paciencia para acceder a una de las capillas del recinto en la que se muestra la talla de Jesús Cautivo de Medinaceli, cuyos pies reciben anualmente los besos o caricias de los más devotos en un rito de arraigo en la provincia y que recuerda la proximidad de la Semana Santa. Hombres con bastón, mujeres en sillas de ruedas, niñas del brazo y varias tandas de colegiales participaron en esta tradición que tanto tiene de homenaje como de fugaz y catártica súplica para la población católica.

El Cristo de Medinaceli, titular de la Cofradía del Prendimiento, estuvo escoltado en todo momento por secuenciadas parejas de miembros de la hermandad, esbeltos, solícitos y atentos a la higiene de la imagen portando pañuelos de tela.

Para amenizar la espera, vendedores de golosinas se apostaron a la entrada, animados por una espléndida meteorología, mientras que parte de la iglesia fue ocupada por puestos de artículos religiosos. Del mismo modo, varios curas recibieron las confesiones de última hora de sus parroquianos, configurando una escena transitada y bulliciosa siempre presidida por la estática iluminación eclesial y el olor a incienso. Los oficios religiosos, como no pudo ser de otra manera, estuvieron plagados de referencias a esta singular tradición, una de las más genuinas del curso cristiano almeriense y una estampa más, en definitiva, en el álbum del latir cotidiano de la capital.

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