Javier García Martín
Viernes, 24 de abril 2015, 00:57
Los problemas en el mundo desarrollado son, a veces, de lo más paradójico. La Organización Mundial de la Salud alertó en 2013 de que, a esta orilla del planeta, las adicciones a conductas estaban incrementándose de una manera exponencial, mucho más que las relacionadas con sustancias. La sobreexposición a las nuevas tecnologías o la influencia de los estereotipos físicos más nocivos marcan, de hecho, el día a día de los ciudadanos. Como consecuencia, los expertos están ya manifiestamente preocupados por el abuso de dos hábitos en principio saludables, como son el deporte de gimnasio y, lo que es más sorprendente, el 'running'.
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«Como mínimo, 70.000 personas en todo el país son vigoréxicas», señala la psiquiatra Presentación Ataz, del Complejo Hospitalario Torrecárdenas, donde ejerce como jefa de estudios y responsable de investigación.
El pasado fin de semana, su conferencia sobre esta temática en el pionero congreso 'Neurocirugía y deporte' de la capital ofreció un panorama revelador, también a escala provincial: «Hay un indicador claro de que estas adicciones están creciendo y es el aumento del número de personas que piden ayuda», señala.
Aunque sus tasas no son extrapolables a toda Almería -concretamente, la adicción a correr es todavía una gran desconocida-, en su consulta, la doctora Ataz ha visto cómo, últimamente, se ha pasado de cero a una quincena de nuevos casos al año de personas que se confiesan adictas al 'running', aunque, recuerda, «solo acude un uno por ciento de todos los que puede haber».
'Subidón' de endorfinas
Correr está de moda y es gratis. El perfil más común entre estos afectados es el de personas de entre 35 y 45 años que no habían realizado ejercicio antes de forma reglada y que, especialmente, tiene trabajos muy estresantes. «Además, tiene que acompañarles algunas características como una baja autoestima, dificultad para creer en sí mismos y ausencia de 'enganches' gratificantes en su vida diaria», detalla la especialista. A cambio, correr les proporciona un 'subidón' de endorfinas, del que llegan a depender hasta tal punto de padecer síndrome de abstinencia cuando un día no se atan las zapatillas de deporte. «La diferencia está en quien lo realiza de forma lúdica y quien lo ve como un reto -explica-; para estos últimos, se trata de correr cada vez más o en menos tiempo y controlar todos los parámetros físicos».
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El entorno suele ser el primero en dar la voz de alarma ante este tipo de situaciones. «En el caso de los vigoréxicos, la persona adicta pasa unas seis horas diarias de media en el gimnasio, limitando su vida personal o familiar», señala la psiquiatra.
Este segundo perfil es abrumadoramente masculino y hunde sus raíces en una problemática que conecta en cierto modo con la anorexia. «Creen que la masculinidad es igual a una musculatura perfecta, pero olvidan el resto de características que la pueden definir», indica la doctora. Además, tiene que concursar una personalidad «predispuesta» al 'enganche', que puede relacionarse con el consumo de anabolizantes. «Esto produce síntomas cardiacos, nefrológicos o rompimiento de fibras musculares», agrega. Aquí, es necesario un trabajo psicológico 'de fondo'. «Lo primero es cambiar su paradigma de lo que es sentirse bien», aclara. Luego, se aplican técnicas de autocontrol para que el reforzante sea, por ejemplo, correr cada vez menos. Sin embargo, la falta de conciencia es el principal problema: «Se olvida que las adiciones a conductas destrozan la vida igual que la cocaína», sentencia.
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