Yo soy Resurrección Galera

El problema de la Iglesia es que tiene un Papa que va contracorriente, en dirección opuesta a lo que el clero ha pensado siempre. El problema que tiene el Papa hoy es que la Iglesia no le hace ni caso y lo que dice tiene muy poco valor

Ángel Iturbide

Lunes, 8 de mayo 2017, 01:31

Aunque no hay un criterio único se considera que el español medio utiliza en torno a mil palabras para comunicarse con los demás. Mil palabras entre los 88.000 términos recogidos en el Diccionario de la Real Academia Española no parece una cifra importante. Por eso no entiendo, teniendo a nuestra disposición tantísimos vocablos, que continuamente estemos inventando otros nuevos. Es el caso de postureo, palabra que no está registrada, pero que se emplea a diario para definir actitudes individuales o colectivas que estarían mejor significadas con palabras que ya existen. Pero ya que estamos, para mi no deja de ser un postureo hipócrita el que tienen muchos cuando se refieren a las decisiones de los tribunales de Justicia. Es corriente oír aquello de que respeto la decisión del juez, aunque no la comparto. No compartir la decisión de un juez plasmada en una sentencia está muy lejos de respetarla y así habría que decirlo. Ahora bien, aquí entra en juego el postureo. En el caso de Resurrección Galera seguro que el Obispado de Almería y el Ministerio de Educación respetan la decisión de los jueces, pero su actitud está muy lejos de ser así. Tanto el Tribunal Supremo como el Constitucional fallaron a favor de esta profesora de Religión que en 2001 fue despedida tras haber contraído matrimonio con un hombre divorciado. Los altos tribunales dieron la razón a la profesora y sentenciaron que debía ser reincorporada a su puesto de trabajo, además de cobrar los salarios no percibidos en estos casi 17 años desde que comenzó la batalla en los tribunales. El respeto del Obispado de Almería y del Ministerio de Educación es tal que ya han anunciado que la incorporación de la profesora no va a ser posible. Es tanto el respeto que tenemos a la Justicia y a nuestros semejantes que apenas he oído a nadie salir en defensa de esta mujer cuyo delito fue enamorarse de un hombre, de apellido, divorciado.

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Yo soy Resurrección Galera. Hace ya 32 años que abandoné la tierra en que nací para venir a Almería a trabajar. Desde entonces he llevado una vida, creo, que de lo más normal. He sido bien acogido en esta tierra que ya es mía y aquí he echado mis raíces. He llevado una vida tan normal que aquí me casé. Ylo hice con una mujer divorciada con la que volvería a casarme una y mil veces más, aunque esto el Obispado de Almería, tan cercano al cielo, pero tan alejado del mundo terrenal, no lo comparta. Es más, creo que llevo camino de pasar a engrosar las estadísticas del apartado un matrimonio para toda la vida. Sí, un matrimonio para toda la vida con una divorciada. Una mujer que aportó un niño totalmente normal que hoy me considera su padre sin renunciar al biológico, obviamente, y que yo considero mi hijo, puesto que no he tenido más. Un hijo del que yo digo que ha salido enterico a mi, aunque su sangre y la mía no sean iguales, pero a quién le puede importar eso. Quizás al Obispado de Almería tan dado a juzgar y a sentenciar. Tanto mi mujer, divorciada, como yo nos hemos forjado a lo largo de nuestra vida unos valores que hemos intentado transmitir. Yquizás por todo eso mi hijo ha salido normal (tan normal que, como a la mayoría de jóvenes de hoy, lo único que le falta es un buen trabajo), a pesar de que su madre sea divorciada y su padre biológico divorciado y ambos, a juicio del Obispado, no tengan supuestamente derecho a nada al igual que Resurrección Galera no tiene derecho a trabajar ni así lo diga el Tribunal Supremo y el Tribunal Constitucional. Son divorciados y yo su cómplice.

Estas actitudes van contracorriente, no tienen sentido hoy. El problema de la Iglesia es que tiene un Papa que va contracorriente, en dirección opuesta a lo que el clero ha pensado siempre. El problema que tiene el Papa hoy es que la Iglesia no le hace ni caso y lo que dice tiene muy poco valor.

Ha pasado el tiempo y hoy formo parte de una familia muy normal en una ciudad muy normal como Almería. En Navarra sigo teniendo mi familia de sangre a la que añoro y echo de menos. Una familia también muy normal desde mi punto de vista. No tanto para el Obispado de Almería, puesto que un hermano nunca se casó; el otro tampoco, aunque convive desde hace muchos años con su mujer y lo del matrimonio no está dentro de sus planes; y la única chica de la familia, seguro que es la más normal a juicio de la curia almeriense, puesto que la casó un cura y tiene cinco hijos. Aquí tengo mi otra familia, la del roce hace el cariño; la más cercana y con la que hago mis planes, convivo y disfruto cuanto puedo. Tanto mi mujer como otro hermano se han divorciado y el resto tampoco se ha casado ninguno por la iglesia. Tengo unos sobrinos a los que adoro y que me rejuvenecen continuamente y una suegra a la que me gusta hacer reir.

Yo soy Resurrección Galera. A ella el Obispado de Almería ya la ha juzgado y condenado con unas leyes que no son las de esta tierra.

A mi, espero que no lo haga y si lo hace no es algo que me quite el sueño precisamente.

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