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Todos los días se come. Pero llevar el producto agrario del campo a la mesa es un reto de un calibre máximo. A las dificultades económicas propias de cualquier empresa y a las específicas que se imponen al cuidado del medio ambiente y de la trazabilidad y la seguridad del producto se ha sumado en los últimos años la cuadratura del círculo de la complejidad empresarial: la falta de mano de obra para recoger lo sembrado. «Estamos cambando nuestros programas para plantar algunos productos que requieran de menos mano de obra para, de este modo, mejorar la productividad y no tener problemas de empleabilidad», reconocía Imanol Almudí, consejero delegado de Agroponiente.
¿Es una cuestión salarial? Sí, en parte. «El campo no es del todo atractivo», «pagamos lo que podemos pagar», «ofrecemos trabajo y sueldo seguros, pero nuestros destinos no son tan bonitos ni cómodos como otros empleos en oficinas o en servicios», «nuestros hijos han preferido profesiones distintas y ahora no hay quienes nos sigan». Son algunas de las opiniones que dan algunos de los máximos representantes del campo almeriense. Hay futuro, pero cuesta encontrar protagonistas para ese futuro.
«Resulta sorprendente, pero hay chicos recién salidos de la universidad que no son conscientes del potencial de empleo, desarrollo profesional y de carrera que tienen las empresas agroalimentarias», trasladaba Maribel Amat, del equipo de márketing y comunicación de la cooperativa de segundo grado Unica Group.
No es nada aislado. Algunos sectores similares al de al agroalimentación –con una elevada base de trabajadores sin requerimientos exigentes de formación– tienen el mismo problema. Ocurre en la construcción, en la hostelería o en servicios públicos de baja cualificación como el comercio o la logística y la paquetería. Con el añadido especial de que la agroalimentación supone casi un tercio del empleo directo y casi la mitad de la empleabilidad de la provincia si sumamos el impacto indirecto.
Algunas empresas buscan la solución a esta elevada volatilidad en el empleo de baja cualificación y a la rotación en los puestos de gran cualificación en buscar conexiones con la universidad, un granero de nuevos profesionales que pueden encontrar grandes incentivos para entrar en empresas dinámicas y de gran impacto social. Otros en el mercado corto que les proporcionan los servicios públicos de colocación. Pero ninguno de los dos es suficiente.
Más de un millar de empleos
La Encuesta de Población Activa que elabora el Instituto Nacional de Estadística cada trimestre constata, en efecto, que el problema de los empleos sin cubrir es generalizado en todo el país y que registra en la actualidad el nivel de vacantes más alto de su historia. Lo ratifica, asimismo, la Encuesta Trimestral de Coste Laboral que elabora el INE y que cifra en 149.645 los puestos de trabajo que están sin ocupar en todo el territorio nacional. Una simple regla de tres, salvando como es lógico toda peculiaridad y divergencia entre las características generales del mercado laboral español y el almeriense, dejaría en la provincia una cifra que superaría los 2.200 empleos sin cubrir. Aproximadamente un tercio de ellos –cerca de un millar– estarían en el sector de la agroalimentación.
La Junta de Andalucía ha analizado el mercado laboral de la provincia y se ha reunido incluso con los agentes sociales y económicos almerienses para hacer una radiografía de la situación actual. Reconoce la Administración autonómica dificultades para ocupar algunos puestos de trabajo aunque considera que, una vez analizada la demanda y la oferta de empleo para las ocupaciones de interés, «parece precipitado concluir la existencia de escasez de mano de obra para dichas ocupaciones, pues aún existe una bolsa de demandantes de empleo que manifiestan estar disponibles para trabajar en ellas, incluso con experiencia, tal y como muestran las actividades donde han tenido el último empleo los demandantes».
«Si existen desajustes entre la oferta y la demanda de empleo en estas ocupaciones, habrá que analizar otras causas que puedan estar influyendo, pues tal y como se pone de manifiesto con la información recabada, parece precipitado adelantar que pueda existir falta de mano de obra», insisten.
La estadística –dicen los relativizadores de la matemática– es la ciéncia para justificar la mentira. «Mentiras, malditas mentiras y estadísticas», la definió Mark Twain. Hay parados, pero en el campo buscan mano de obra y no les llega.
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