Una alfombra de sal para recibir al nuevo obispo en el día del Corpus

La populosa presencia de fieles no ha sido la de aquel mes de junio de 2019, cuando los críos, recién incorporados al sacramento de la Comunión yataviados con sus trajes de celebración, acompañaban a la custodia del Corpus Christi por las calles de Almería. Pero tampoco las estrechas calles del Casco Histórico arrojaban la solitaria imagen de los días en los que lo más duro de la pandemia puso a prueba la contención y la resiliencia de quienes residen en la zona.

El Corpus Christi ha llenado de color el centro histórico de la ciudad y ha repuesto la tradición sempiterna de colocar altares efímeros a pie de calle en los que rendir pleitesía y adorar el misterio de la Eucaristía en la Sagrada Forma dispuesta en ostensorios por todo el entorno de la ciudad antigua. Solo en el más estricto entorno del Templo Mayor, de la Catedral de la Encarnación de Almería, seis de estos exornos rendidos por la feligresía –fueron las hermandades de Almería las que se organizaron para colaborar en la celebración del Corpus– han sacado extramuros de las parroquias una de las celebraciones mayores del año. Entre las hermandades participantes han estado las de Angustias, Prendimiento, Pasión, Rosario del Mar y La Macarena.

Además, por primera vez la decoración de estas fiestas no solo se ha circunscrito a los altares efímeros sino que, además, en este caso gracias al trabajo de los miembros de la Hermandad de la Virgen del Rocío de Almería, de las pocas hermandades de gloria de la ciudad, en la plaza de la Catedral se ha dispuesto una alfombra de sal doloreada que ha rendido honores de forma especial al nuevo obispo coadjutor de la Diócesis, a Antonio Gómez Cantero. Su escudo episcopal –un pan partido junto al báculo formando un crismón sobre el que se sitúa una estrella mariana y y una palma de martirio– es uno de los símbolos que se han dispuesto sobre el suelo marmóreo de la gran plaza además de las banderas de España y de la Ciudad del Vaticano, del icono de la Blanca Paloma y de otros símbolos relacionados con la liturgia.

Durante toda la jornada, la plaza de la Catedral ha sido un lugar de encuentro, de alegría y de recogimiento. Pero hubo, a mediodía, un momento álgido que azoró –de forma positiva– a quienes allí estaban. En presencia del nuevo prelado coadjutor, Antonio Gómez Cantero, que aprovechó la presencia de la feligresía para intercambiar saludos con quienes tenían a bien acercarse a él, un coro rociero de la Hermandad del Rocío se arrancaba a cantar la Salve con guitarras y cajas flamencas. Un fuerte aplauso rompió el clímax de la veneración musical, que cerró el propio mitrado con unas palabras de agradecimiento.

La plaza de la Catedral ha sido el centro de la celebración, pero no el único punto palpitante de la jornada, puesto que las parroquias de San Pedro y Santiago también han dispuesto de altares tradicionales de otras tres hermandades allí arraigadas (Soledad, La Cena y El Entierro).

No ha podido celebrarse, como ya ocurrió el pasado año, la procesión del ostensorio por el corazón urbano de Almería sobre el lecho verde esperanza de las yerbas aromáticas. Las restricciones pandémicas obligaron a, prudentemente, limitar la celebración a estos altares de adoración cívica en las calles y a la misa de conmemoración que cada parroquia celebró para esta jornada por la mañana. Por la tarde, la única conmemoración ha sido la diocesana: «para hacer más visible la unidad de toda la Iglesia», indicaron desde la Diócesis, se suprimieron en toda la ciudad, «siguiendo la tradición de esta Iglesia», todas las misas vespertinas, tanto en las parroquias como en los conventos.

En la Catedral, concretamente, se materializaron dos celebraciones. La matinal, a las 11.30 horas, fue presidida por el obispo titular, Adolfo González Montes. La vespertina, la única que se ha celebrado tras el mediodía en la capital, a las 19 horas, la ha oficiado el coadjutor, Antonio Gómez. Entre medias, las diferentes hermandades y comunidades religiosas se han turnado en una adoración continua a la custodia del Corpus que fue iniciada con una brevísima procesión claustral por la mañana.

Un día en el que –como dice el refranero– brilló el sol. Pero, además, lo ha hecho con la alegría de quienes viven en las tradiciones una comunión con quienes les precedieron en la liturgia.