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El pasado fin de semana una gran movilización tiñó de color el centro de Almería en una llamada de atención a defender nuestra sociedad como un espacio libre, diverso y basado en el respeto mutuo. Cuánto pagarían generaciones de almerienses por haber experimentado en su ... piel esta capacidad de incluir en su seno que se vive en la actualidad y que permite que una movilización púbica y masiva defienda el derecho de ser como se quiera ser sin tener que someterse al dictado de la espiral silenciosa de la convención cultural, sexual y de identidad. El orgullo por ser y sentir como cada uno quiera y poder expresarlo libremente en un espacio público seguro.
La aceptación mayoritaria, casi generalizada, de la diversidad sexual en España es un logro que debiera enorgullecernos. Hasta el 88% de la población española reconoce y defiende los derechos de las personas LGTBI, según un informe del reconocido centro de estudios sociológicos norteamericano Pew Research. Es el dato más alto del globo.
Los jóvenes de hoy día despertarán a su sexualidad en una sociedad en la que los tabúes serán una reminiscencia del pasado que subraye su descontextualización frente a las generaciones precedentes. Y quienes fuimos testigos de este cambio radical en los valores de la sociedad española, recordaremos nuestra participación en una feliz y positiva evolución social en la que España –junto a naciones como Países Bajos, Bélgica o Canadá– ha sido en las últimas dos décadas un puntal singularmente determinante.
Dicho esto, negar la necesidad y la legitimidad de reivindicar en la calle de forma alegre y festiva lo conseguido en los parlamentos (en España y en un buen puñado de países más) y lo que queda por conseguir no solo destila un tufillo cateto y con aromas a naftalina de quienes dicen eso de «para cuándo el orgullo hetero», sino que exhibe asimismo un desconocimiento absoluto de la realidad a la que el colectivo LGTBI tiene que hacer frente a diario para poder mantener una vida normalizada. Más allá de que la homosexualidad sigue siendo penalizada con la muerte en doce países y sigue siendo delito en 69 estados, expresar una sexualidad o una identidad de genero diferente a la heteronormativa puede costarte, incluso en nuestra Almería, una noche en el hospital o una vida económicamente insostenible.
Dos jóvenes gays fueron víctimas de una violenta agresión al grito de «maricones» mientras celebraban la noche de San Juan en una playa de Almería, reveló hace pocos días el Observatorio Andaluz contra la LGTBIfobia. Uno de ellos necesitó ocho grapas en la cabeza y el otro recibió una patada en el vientre. Mientras tanto, el 80% de las personas trans se encuentra en paro: es un dato que multiplica por cuatro la tasa media en el país. Pero además, ir vestido de una forma determinada puede costarte que un 'cuñado' te amenace con convertirte en «hetero a hostias» sin que ni tan siquiera se encuentre en esta increpación amenazante y definitoria de la actitud homófoba delito de odio. Ha pasado en un juzgado de Barcelona y es una muestra más de que hay quienes encuentran dificultades en identificar que el odio hacia el diferente tiene un componente de desprecio y superioridad violentos inasumible en una sociedad del primer mundo. ¿Acaso puede haber un odio mayor que querer cambiar la identidad de alguien a golpes?
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