MIGUEL CÁRCELES
Miércoles, 6 de mayo 2015, 02:05
Tras la Guerra Civil Española, Eugenio d'Ors y Jardiel Poncela reinstauraron en el madrileño Café Gijón las tertulias literarias que, pocos años antes, frecuentaran poetas del 98 y del 27, entre ellos el recién desaparecido -ajusticiado a fusil durante la contienda- Federico García Lorca. Por entonces Madrid era el foco pictórico español pese a que muchos artistas movieron sus residencias a los hervideros culturales de París o Nueva York. En el resto de España, las tertulias de creadores se contagiaban como clubes intelectuales, hornillas en ebullición creativa. Auténticos foros de discusión alejados de homilías unívocas en las que interactuar, intercambiar impresiones y difundir nuevas tendencias alejadas de rincones recoletos y anclados en el subdesarrollo como la Almería de entonces.
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Corrían los años 40 y en la Granja Balear un grupo de jóvenes creadores de Almería compartían mesa y café con Jesús de Perceval. Alcaraz, Capulino, Cañadas, Cantón Checa y López Díaz, estudiantes de la Escuela de Artes, alumbrarían el principal movimiento pictórico jamás experimentado en la provincia, el Movimiento Indaliano.
En torno a la obra de estos autores a los que el propio Eugenio d'Ors dio alas como gurú artístico en las siempre áridas salas expositivas de Madrid, y alrededor de las vanguardias internacionales firmadas por almerienses tan prolijos como el zurgenero Ginés Parra -compañero de De la Serna en la conocida como 'Escuela de París'- pivota el nuevo centro expositivo almeriense que ayer abrió sus puertas. El Museo de Arte-Doña Pakyta, ubicado en la casona vasca de la Plaza Eduardo Pérez (plaza circular), se ha convertido ya, y al menos durante dos años, en el mayor baúl de arte contemporáneo de la provincia, en un auténtico punto de reflexión sobre unas vanguardias -cubismo, fauvismo o expresionismo- surgidas de manos almerienses. La colección permanente, que salvo contadas excepciones es propiedad de la Fundación de Arte Ibáñez-Cosentino, estará expuesta al menos durante dos años bajo su propia dirección artística. Y en un futuro -aún está en obras- podría crecer con la apertura de las salas de los sótanos o, incluso, de la buhardilla, únicos espacios de la espectacular casa vasca vetados ahora al público.
Un retrato de Francisca Díaz Torres (Doña Pakyta, donante en vida de la sede del museo a la ciudad de Almería) recibe a los visitantes. Se trata de una obra pictórica elaborada por el propio Ibáñez que la recuerda en el momento en el que recibió la medalla de Andalucía, allá por 2010, en reconocimiento al legado natural generado por su defensa del Cabo de Gata, de la Finca El Romeral, de la que era propietaria hasta su fallecimiento el pasado año.
Ahora su nombre familiar y su casa son el cobijo de otro legado, el artístico, que un buen puñado de artistas de su generación dejaron a los almerienses.
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